Todavía contrarreloj

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Apuré el paso, casi corriendo, llegué al colegio. Un lugar de mucha historia, era el Colegio Técnico Nacional, grande, hermoso tenía un enorme lapacho amarillo que iluminaba el patio. Me encantaba asistir allí, la mayoría de los estudiantes, al estar en último año ya estaban hartos y sólo pensaban en la universidad. Bueno, también me importaba la universidad, pero, todavía no estaba harto de las clases. Tal vez, porque mi padre anteriormente no me dejaba asistir a un colegio. Me enseñaba en casa para protegerme, pues, tenía miedo que muestre los efectos colaterales que tengo. Hasta que hace cuatro años me armé de valor y le dije a mi papá que quería ir al colegio. Por supuesto, no le gustó la idea. Insistí e hice un berrinche tan intenso que tuvo que aceptar. Sólo haciéndome prometer que nunca le diría a nadie lo que soy, prometí sin pensarlo dos veces, pues, ¡ni siquiera yo sé que soy! No era algo que sea fácil de explicar o que sirva para invitar a una chica al cine, así que, no resultaba muy difícil ocultarlo.

Caminé hacia el patio, y al ver tantas personas uniformadas cruzándose a mi alrededor, me dio una sensación de que algo estaba mal. Vi a mis amigos, Santi y José, vistiendo sus batas gris y bordó respectivamente. Me di cuenta de lo que era: me olvidé la bata.

Desde lejos, ya venían riendo. Mi expresión de susto, postura del chapulín colorado y por supuesto, la falta de la bata, les dio las pistas suficientes para sacar las conclusiones temprano. Como era un colegio técnico, tenía distintas especialidades y se clasificaban por el color de las batas. Santi, mi mejor amigo desde que entré al colegio, vestía su bata gris de electrónica. Él amaba unir cables, cámaras, alarmas y automatizar todo a su alrededor. Era un chico de piel morena y cabellos oscuros y cortos, sus lentes de marco grueso completaban su pinta de adulto aburrido. Era muy inteligente y para nada popular, de hecho, los tres éramos el conjunto de nerds. Santi además era simpático y amaba la ciencia tanto como yo. Eso hizo que entablemos amistad desde esa vez cuando fuimos compañeros de laboratorio, yo el chico nuevo y tímido que no estaba acostumbrado a tener amigos ni hablar con nadie, y él, el nerd quien no es la primera opción de compañero, que parloteaba sin parar hasta que tuve que dar mi palabra en el colegio que fue un gran y profundo "cállate" para detener su hiperactivo hablar. Es como si estuviéramos destinados a juntarnos y, sus frases sarcásticas y muy ingeniosas fueron borrando mi timidez, a veces simpáticas, otras veces sin sentido y que solo él entendía dejándolo en ridículo. Eso me hizo pensar, si él se animaba a decir tantas estupideces, ¿por qué yo no me animo a ser normal?

– ¿Qué vas a hacer? – preguntó entre risas.

– ¿Apelar a que es el primer día de clases y no sabía que ya lo debíamos traer bata?

– Es último año, no va a funcionar eso – dijo entre risas José.

José, a diferencia de nosotros dos, no tenía miedo de vestir con toda la "onda" o al menos eso era lo que él creía, con sus camisetas alusivas a super héroes. Era el flacucho alto de pelo castaño y largo hasta las orejas. Vestía la bata bordó correspondiente a informática, a pesar que era muy inteligente, él no era dedicado. No se preocupaba por entregar las tareas a tiempo o presentar el mejor trabajo de todos, pero lo compensaba con su enorme habilidad en la computadora. Por suerte, solo utilizaba sus habilidades de hacker para protestar y subir memes en cuentas anónimas, porque, podría ser un cyberhacker terrorista de tener malas intenciones. La bata bordó abierta como una capa, combinaría perfecta con su remera de Superman, si estuviera en una fiesta de disfraces, pero no tanto en el último año de colegio. Aun así, él se salvaría del castigo al prender la bata. Yo no.

– Prestaré una – dije pensando.

– Porque normalmente todos traen dos batas el primer día de clases – respondió sarcásticamente José.

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