A LA ESPERA

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*Tragedia*

Todo empezó por culpa de mi ahora ex-novio, o a él es a quien le echo las culpas. Jaime se acostó con Diana, una de mis compañeras de clase. Jamás habíamos tenido trato hasta ayer, cuando tras estirarle de su deshecho moño le pegue dos tortazos en la cara, uno del derecho y otro del revés. Pero eso es lo que menos me importa ahora mismo. Ángela, Anaïs, Macarena y yo estamos llorando como si la vida nos fuera en ello, en la puerta de la sala de urgencias del hospital Juan Carlos I (Madrid,SP) por la vida de Rebeca, nuestra amiga, aquella que nos unió a las cinco.
Haber os lo contaré todo desde el principio...
Como ya os he dicho, vi a Jaime y a la fulana de Diana acostados en la cama de él, en su casa, y justo el día en que hacíamos 17 meses (diecisiete, diecisiete meses a su lado tirados por la borda...). Bueno pues ese día me hundí y llorando en mi habitación decidí llamar a mi mejor amiga, Rebeca:
[Llamada telefónica]:
Yo: Re-Rebeca... -decía con un hilo de voz, ya que apenas podía hablar.-
Rebeca: Espera, ahora me paso por tu casa, no me digas más, te dije que ese te haría daño.
Yo: Lo sé, pero... -no me dejó acabar porque ya me había colgado. Odio que me conozca tan bien.-
Pasados siete minutos y medio picaron a mi puerta, y no me quedó otro remedio que salir a abrir yo, con los ojos hinchados y el pijama mojado de lágrimas, ya que ni mis padres ni mi hermano estaban en casa. Al abrir vi a Rebeca con un bote extra grande de helado de oreo (soy demasiado rara, pero es que es mi favorito) comprado en mi heladería favorita de toda la ciudad en una mano y en la otra llevaba un rollo de papel de cocina (ya que tienen más capas y son más grandes). Dejé que entrara y nos encerramos en mi habitación, le conté todo lo que había pasado y no me interrumpió en ningún momento hasta que acabé de contarle todo, entonces ella se limitó a decir: Menudos hijos de puta. Y puso una sonrisa pícara en su rostro. Aquello no me gustaba, se le había iluminado la cabeza e íbamos a hacer algo que no me iba gustar nada.
Lo sabía porque la conozco demasiado bien, y así fue. Se levantó del suelo y fue hacia mi armario y empezó a rebuscar en mi armario. Yo no entendía nada, seguía comiendo helado encima de mi cama y mirándola extrañada, hasta que sacó una falda negra que no me ponía desde que tenía 15 años (hace 3 años). Me miró a los ojos y me dijo: Solo me falta el top y los zapatos.
Y viendo por donde iba me quejé y le dije: No estoy como para ir de fiesta.
Hizo oídos sordos y siguió buscando en mi armario algo decente para que me pusiera y así lo hizo. Sacó un top rosa palo ceñido con el cual se me veía el ombligo, que ni yo sabia que tenía en mi armario y lo puso junto a la falda, entonces salió corriendo de mi habitación y al minuto regresó con unos zapatos de tacón de mi madre. Eran del mismo color que el top. Rebeca me aclaró que se los vio una vez puestos a mi madre y le encantaron y que como sabía que yo y mi madre tenemos el mismo pie pues que me quedarían estupendos. Seguidamente cogió mi ordenador portátil, lo encendió y mientras este se encendía envió tres mensajes, no pude ver que ponía, pero si a quien iba: Macarena, Anaïs y Ángela. Cuando el portátil se encendió entró en Skype y me dijo que me acercara, y así hice. Ahí, tras la pantalla estaban ellas tres, a las cuales Rebeca les había enviado el mensaje. La primera en hablar fue Anaïs:
Anaïs: ¡ESTA NOCHE FIESTAAA! ¡QUE JAIME ES SUBNORMAAL!
Macarena: Porfavooor, la necesito, estoy de estudiar para la selectividad hasta el gorro.
Ángela: Sisisisiiiii
Rebeca me miró y con una mirada me lo dijo todo.
Yo: Veeeeenga, porque os poneis así eh, que sinó...
Todas: BIEEEEEN!
Entonces a Ángela se le ocurrió la maravillosa idea de que podríamos ir en coche, ya que ella conducía desde hacía dos mes.
Aquella noche bailamos, reímos e incluso ligamos con algún chico de aquella céntrica discoteca. Se hicieron las 3, las 4 y las 5, pero a las 6 yo ya estaba demasiado cansada así que decidimos volver andando, ya que Ángela no estaba en condiciones para conducir. Al cruzar por una carretera de las afueras, un coche vino y nos embistió a las que íbamos primeras. Es decir, a mi y a Rebeca. Macarena llamó rápidamente a urgencias y tras un par de horas en camilla decidieron que yo no había sufrido lesiones, solo un par de rasguños y la tibia partida. Pero en cambio Rebeca había sufrido más que yo, ya que el golpe fue a parar directamente a sus costillas del lado derecho. Se había roto tres costillas, dos fracturadas y había perdido mucha sangre, así que aquí estamos, en la puerta de urgencias esperando a que despierte o a que nos den noticias...

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