Pasamos un tiempo muy divertido durante el baño. De por sí, el compartir ese momento para muchas parejas es el previo al coito, pero para nosotros fue un placentero juego. Comenzamos a hacernos cosquillas y reí como hace mucho tiempo no lo hacía. Ver esa parte de él me fascinó, y entendí que en nuestra intimidad podíamos ser nosotros mismos, dejando a un lado la vergüenza, los prejuicios, la crítica. «Somos uno, Amelia, por eso entre nosotros no podemos ser tímidos», me dijo Stefan cuando comenté que me sentía a gusto a su lado.
Ya en mi walk-in closet, tuve la difícil tarea de elegir mi vestimenta. Había tanta ropa que me mareaba. Al final me decidí por unos leggins azules, una falda coreana de patrón a cuadros grises, plomos y azules, una blusa blanca manga larga, una chompa de lanilla de alpaca cuello en "V" de manga tres cuartos color gris. Remangué las mangas de la blusa para que queden a la altura de la chompa. Me calce unos botines plomos que combinaban con el abrigo que completaba mi atuendo. De mi cartera saqué mi collar, y así estaba lista.
Pasé al walk-in closet de Stefan, y me quedé embelesada viendo cómo se ponía la camisa. Era tan alto y guapo que parecía un modelo. Lucía muy bien con su cabello amarrado en media cola. Y esos pantalones entallaban sus caderas y piernas.
– Ahora eres tú quien alucina al verme, mi Luna -sonreía seductoramente al acercarse a mí cerrando su camisa-. ¿Quieres acomodar la camisa dentro de los pantalones? -me propuso con voz ronca, sexy, tomándome de la cintura. Lo miré pícaramente y comencé a arreglar la camisa a la vez que lo miraba mordiéndome el labio inferior-. Vas a hacer que no lleguemos para el desayuno -gruñó deseoso.
– No -subí el cierre y acomodé la correa. Me paré en puntillas para estar cerca de su boca-, muero de hambre. Necesitamos comer, sino no tendremos energía para la noche -y rocé sus labios con mi nariz.
Con nuestras manos entrelazadas salimos de la habitación camino al comedor. Comencé a sentir un poco de vergüenza al imaginar que la familia de Stefan nos juzgaría porque hasta hace poco insistía con la idea de llegar virgen a la noche de bodas. Él apretó mi mano. Volteé a mirarlo y negó moviendo la cabeza.
– Nadie nos va a cuestionar, tranquila –dijo mostrándome su bonita sonrisa.
Los Höller nos esperaban en el comedor. Cuando llegamos se levantaron de sus sillas y comenzaron a aplaudir y vitorear. Ya parados detrás de nuestros asientos, pétalos blancos y granos de arroz llovían sobre nosotros. Me gustó mucho el detalle, estaban practicando una tradición humana.
– Felicidades, Amelia y Stefan. Han formalizado su unión eterna. Ahora ya eres nuestra hija -dijo Maximiliam quien junto a Marie se acercaron a nosotros y nos abrazaron.
– Bien hecho, Amelia y Stefan. Tomaron la mejor decisión -dijo Marion extendiendo sus brazos hacia mí. Le respondí el abrazo mientras Haldir felicitaba a Stefan.
– Aquí el más feliz es Stefan. ¿Han notado que ahora sonríe? -bromeaba Haldir.
– Felicidades, cuñado y concuñada -saludaba Ravi palmoteando ruidosamente la espalda de Stefan.
– ¡Ay, Amelia!, ya eres mi hermana -Marianne me abrazó tan emocionada que olvidó su fuerza sobrenatural y me hizo chillar.
– Cuidado, Marianne. Vas a romper a mi muñeca -bromeó Stefan y todos reímos.
– Tía Amelia, tío Stefan, ¡felicidades! -Elrond, Caroline, Kiram, Cassie, Ania y Lena nos saludaban trayendo un pequeño pastel de bodas y más pétalos blancos y arroz. Ese detalle caló en lo más profundo de mí y comencé a llorar. Me aferré a la cintura de Stefan y oculté mi cara en su pecho. Él reía, sabía que esas lágrimas eran de felicidad por los hermosos detalles que nos prodigaban.
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La hija de la Madre Luna
ParanormalAmelia es una bella e inteligente jovencita con sueños de destacar en el mundo del diseño de modas, cuyo desconocido origen no importó hasta que alguien prestó atención al dije que colgaba de su cuello, aquella pista que la haría visible ante los so...