Capítulo 12

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La mañana se tornó muy fría o era yo que temblaba por la preocupación. Llegamos al instituto, y después de parquear los autos fuimos a buscar a Marianne a la Dirección.

– Aún no llega. Llamó para avisar que estaría aquí a las 9 am -respondió Katha, quien percibió la tensión entre Stefan y Solís-. ¿Sucede algo? ¿Les puedo ayudar?

– Necesitamos hablar urgente con Marianne, Katha -le dijo Stefan-, hay muchas cosas que explicarle a la Sra. Solís.

Katha entendió la Información entre líneas que Stefan le dio con la mirada. La pequeña pelirroja nos invitó a pasar a la sala de reuniones y nos dijo que se comunicaría con Marianne para que apresurara su llegada. Stefan se había sentado en la cabecera de la mesa, Solís se ubicó al otro extremo, en obvia señal de confrontación. Yo me senté a la izquierda de Stefan, le sujetaba la mano, así podría retenerlo y evitar que dañe a Solís si la insistencia y mal carácter de ella hacía que mi licántropo favorito perdiera la cabeza.

– Así que eres Stefan Höller. Dices que Amelia es tu prometida. ¿Desde cuándo lo es? –la ironía en la voz de Solís era demasiado notoria.

– De toda la vida -la respuesta de Stefan causó la risa de Solís. Ella no sabía nada de almas gemelas ni de la conexión inquebrantable entre compañeros predestinados. A Stefan no le gustó que se riera, quizá pensó que se estaba burlando de él.

– No encuentro gracia en mis palabras, por lo que no entiendo qué le produce risa -Stefan la miraba muy serio. Podía sentir su mano tensa.

– Mira, niño -y percibí el tono amenazador que Solís usaba cuando quiere intimidar a alguien-, a Amelia la acabas de conocer ayer por la noche, eso de que es tu prometida de toda la vida es sentimentalismo barato que quieres vender. Conmigo ve más directo y dime lo que pretendes.

– Pretendo casarme con ella, que sea mi compañera -Stefan respondía con tanta seriedad y verdad que sus palabras sorprendieron a Solís, pero ella no bajó la guardia, seguía con actitud intimidante.

– ¿Sabes que es menor de edad? –preguntó Solís más amenazante que nunca.

– Sí, por eso nos casaremos en un par de meses, cuando haya cumplido los dieciocho años –contestó de inmediato Stefan.

– ¿Qué edad tienes?

– Veintitrés años.

– ¿Sabes que podría denunciarte por acosar a una menor de edad? –por favor, Solís, ¡bájale un par de niveles a tu intensidad!

– No puede porque no la acoso. Ella responde a mi interés y sentimientos. Además, Amelia sigue siendo virgen. Eso cualquier médico lo puede comprobar -me sonrojé al escuchar a Stefan hablar de mi virginidad con Solís. En eso ingresó a la sala Marianne y Marion.

– Buenos días, Laura. Qué sorpresa tenerte en el instituto -Marianne intentaba sonar natural, pero no lo lograba, se notaba que estaba nerviosa.

– No son tan buenos, Marianne -respondió Solís con mala actitud, cosa que no le gustó a Marion, ya que la miró de la misma forma que lo hacía Stefan mientras caminaba para pararse al lado derecho de su hermano.

– ¿Qué ha sucedido que te tiene de tan mal humor? -preguntó Marianne colocándose a la altura de la mitad del largo de la mesa, como muro de contención.

– Encontrar a tu hermano besando a Amelia en el apartamento –Marianne tomó aire y miró regañando a Stefan. Él le alzó una ceja, quitando importancia a lo que Solís acababa de comentar.

– Ellos se aman, y un beso no tiene nada de malo -intervino Marion sin presentarse, mostrando molestia contra Solís.

– Laura, ella es Marion, mi hermana mayor. Disculpa si no ha saludado antes de hablar -dijo Marianne tratando de que la situación no se le escape de las manos.

La hija de la Madre LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora