Eran las 7 am cuando la opaca luminosidad de la mañana limeña hizo que despertara. Mientras me estiraba sobre la cama recordé que Stefan estaba en la otra habitación, y en automático levanté las sábanas para cerciorarme que seguía con ropa. Un suspiro de alivio escapó de mí al darme cuenta que todo seguía estando como debía estar, me fui a bañar para ir al instituto. Estaba secando mi cabello cuando un delicioso olor llegó a mis fosas nasales desde la cocina. Intrigada por lo que estaba sucediendo en esa zona del apartamento, apuré el paso y me cambié rápido. Al salir de mi habitación pude reconocer mejor el olor a tocino y huevos fritos. Stefan estaba preparando el desayuno. Sobre su carísima ropa de marca vestía el delantal de ositos chefs que Solís me regaló cuando me mudé. Se veía tan tierno, y mi corazón empezó a latir emocionado porque sentí que esa escena era muy íntima, familiar, algo que entre él y yo era demasiado prematuro porque llevábamos apenas unas horas de conocernos.
– Buenos días, amada mía –dijo con notoria alegría cuando se percató de mi presencia en la cocina, ofreciéndome esa coqueta sonrisa que me gustó desde el primer momento que la vi-. Los huevos con tocino están listos. Calenté el pan que encontré en el congelador. Hay café, jugo de esta fruta naranja con pepitas negras que no sé cómo se llama, pero sabe bien –al ver la papaya sobre la encimera apuró el paso para guardarla en el refrigerador-, y unas uvas. ¿Quieres que pele y pique una manzana para ti? –preguntaba mientras caminaba hacia mí para tomarme por la cintura-. ¿O quieres algo más para desayunar? –una vez más apareció esa voz ronca y muy seductora que usaba conmigo cuando me tenía demasiado cerca-. Estás hermosa –su mirada era indescifrable para mí. Sus hermosos ojos azules brillaban de tal manera que sentía que caía en un hechizo, en su hechizo. Cerré los ojos y despejé mi cabeza moviéndola de un lado para el otro, como queriendo deshacerme del "efecto Stefan". Al sentirme lúcida y en mis cabales, continué con la conversación.
– Dijiste que te ibas a controlar -le dije alejándolo suavemente, deshaciendo el agarre que había ceñido a mi cintura.
– ¡Es que me la haces difícil! ¿Quién te hizo tan bonita? –el comentario de Stefan me hizo sonreír avergonzada, cosa que él aprovechó. Tras dejar el delantal sobre la encimera de la cocina, me cargó en brazos, y dando vueltas, como si bailáramos un vals, llegamos a la mesa del comedor donde el desayuno ya estaba servido.
Cada bocado que comí lo sentí como si estuviera probando los mejores manjares del mundo. No es que fuera gran cosa hacer huevos con tocino, calentar el pan, preparar café y licuar papaya para hacer un jugo, pero el simple hecho que él lo hiciera fue un detalle que me gustó mucho. Mientras comía, él me miraba expectante, esperando ver mi reacción, una que le arrancaba sonrisas cuando se percataba que me encantaba lo que saboreaba. Este lado dedicado de Stefan me gustó, y mucho.
– ¿Vas a ir al instituto? –preguntó de repente.
– Sí. Tengo que ir al Almacén para tomar unos materiales que necesito para hacer un proyecto –respondí colocando un poco de mantequilla sobre un trozo de pan.
– ¿Te puedo acompañar? –que usara un tono de voz tan sumiso no me lo esperaba, por lo que respondí como mucho interés.
– ¡Claro! No me voy a demorar mucho. Luego podemos ir a pasear, si quieres -sus hermosos ojos azules brillaron ante mi propuesta. Iba a decir algo, pero lo interrumpí al comentar el cambio del color de su mirada-. No entiendo por qué ahora tus ojos son azules, si cuando te acercaste por primera vez eran dorados -me miraba en silencio, queriendo encontrar una respuesta, por lo que sus facciones lucían serias.
– Creo que veías los ojos de los licántropos dorados porque la Madre Luna te dio la habilidad de identificarnos. Sin embargo, cuando la conexión entre almas gemelas se estableció tras encontrarnos, perdiste esa habilidad porque ya no la necesitas. Ahora ya sabes que somos lobos –al final volvió a sonreír, y yo tuve que mirar a otra parte para no a caer nuevamente presa de su varonil encanto.
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La hija de la Madre Luna
خارق للطبيعةAmelia es una bella e inteligente jovencita con sueños de destacar en el mundo del diseño de modas, cuyo desconocido origen no importó hasta que alguien prestó atención al dije que colgaba de su cuello, aquella pista que la haría visible ante los so...