Capítulo 4

153 17 0
                                    

Mansión Höller en Bonn, Colonia, Renania del Norte – Westfalia, Alemania, en la actualidad.

– ¿Ya tienen todo listo? -consultaba Marie parada en la puerta del cuarto de Marion y Haldir.

– Sí, ya está todo lo que necesitamos para ir a Perú. Ya hablé con Min Jae y le recalqué mis instrucciones para el manejo de los negocios en Asia por los próximos seis meses –respondió Marion mientras terminaba de cerrar una de sus maletas que conformaba su equipaje.

– ¿Crees que estaremos tanto tiempo en Perú alejados de nuestros deberes? –preguntó Marie deseando que el encuentro con la posible prometida de su hijo carezca de contratiempos.

– Madre, si ella es la prometida, yo no pienso moverme de ahí hasta que confirme que Stefan se comportará como un tierno cachorro porque si le hace daño, ¡lo despedazo! -dijo Marion con un tono divertido que causó la risa de su madre.

– Exageras, amada mía -decía Haldir saliendo del baño con su voz melodiosamente fría-. Confío en que Stefan se prendará perdidamente de la prometida, y no hará más que estar detrás de ella para marcarla como su compañera eterna. Esa manera tan animal que tienen ustedes cuando aman –concluyó Haldir, cuyas palabras podrían ofender a cualquiera, pero el elfo era tan bello que despertaba en quien lo miraba un embeleso que dejaba atrás cualquier posible mala intención.

Stefan había llegado a la mansión familiar hace apenas un par de días. Graduado del MBA de la Cambridge Judge Business School, Stefan estaba un paso más cerca de estar listo para tomar posesión del mando alfa de Los Höller. Para ello no solo bastaba con ser hijo del Alfa actual, sino que debía tener las habilidades necesarias para hacerse cargo de la manada, de los negocios de la familia y encontrar a su compañera eterna. A horas de subir al avión privado de la familia para viajar a Perú y encontrarse con la mujer que sería la prometida, estaba mucho más próximo a ser el nuevo Alfa.

– ¿Emocionado por el viaje, Stefan? -preguntó Marion con ironía al ver la cara de pocos amigos que tenía mientras revisaba su celular sentado en la sala de estar.

– Sí, muchísimo, no sabes cuánto -respondía así a la ironía.

– Sabes, hermanito -dijo Marion sentándose a su lado y poniendo su mano sobre la de Stefan-, aún no tienes idea de lo que se siente cuando encuentras a tu compañero eterno, por ello eres tan escéptico ante la posibilidad de prendarte de alguien con tan solo verle. ¿Acaso con Laura Barone sentiste esa electricidad que estalla al tan solo ver a quién amas? Lo tuyo con Laura es solo diversión, y está bien, ok, son jóvenes, pero lo que sentirás al ver a tu alma gemela es amor incondicional para toda la vida, una muy larga vida de licántropo.

– Ella es humana, Marion. No vivirá más de noventa años. Cuando ella se vaya, yo moriré lentamente. No tendré la dicha de ver a mis generaciones futuras como lo hacen nuestros mayores -respondió Stefan con una mezcla de dolor, fastidio y tristeza-. Eso es lo que más me molesta, que ella sea frágil, que sea mortal. Nosotros podemos morir por lo intenso de la batalla, pero si estamos en paz podemos vivir siglos, quizás la eternidad, pero cuando mi compañera muera, yo moriré, y la idea de sufrir por no verla, olerla, tocarla, amarla me hace sentir extraño.

– Hermanito, paso a paso. No sufras por algo que aún no sabemos si será así. La Profecía habla de que la prometida amará por la eternidad, así que aún desconocemos cómo se hará realidad por completo lo ofrecido por la Madre Luna -terminaba Marion cuando sus hijos Elrond y Cassie ingresaban a la habitación.

– Mamá, ¿a qué hora partimos a Perú? -preguntó Cassie, una hermosa jovencita de quince años, muy parecida a Marion, pero con los ojos verdes penetrantes del padre elfo.

La hija de la Madre LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora