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26 | Ahora soy un diente de león

Acaricié su mejilla mientras nos besábamos lento y profundo junto a la puerta. Nos habíamos dicho adiós hacía ya media hora, pero seguíamos en su casa.

Le echaría la culpa a él y a sus brazos alrededor de mi cuello, pero en realidad era yo quien lo tenía atrapado contra la pared y volvía a morder sus labios cada vez que recordaba lo que significaba marcharme.

No quería.

No quería enfrentarme a Bora ni a lo que tuviera que decirme.

Estaba muy tranquilo allí. Con él. Siendo yo mismo, sin dar explicaciones de nada, disfrutando de cada momento. Del sexo. De las risas. De las caricias inocentes. De la forma en la que se mantenía con los ojos cerrados, abrazado a mí y al peluche rosa chamuscado toda la noche. Debía de ser aburridísimo fingir dormir durante tantas horas, pero a él parecía darle igual.

Cuando me alejé por quién sabe qué vez, él se relamió. Pasé el pulgar por su labio inferior y me obligué a retroceder.

—Pídeme que me vaya porque estoy a punto de llevarte a la cama otra vez.

Meneó la cabeza con una sonrisa maliciosa en su deliciosa boca. Bajé la mano hasta su cuello y lo apreté. Él problema es que con ese gesto conseguí todo lo contrario a lo que pretendía. Su expresión se deformó en una mueca de placer y mis dedos se anclaron más y mejor contra su garganta.

—Pídeme que me vaya —insistí.

—Vete… —se pasó la lengua por los labios— dentro de mí.

—Donghae —gruñí. Le di un último apretón a su cuello y lo solté. Cuando vi la marca de mis dedos haciendo compañía a los chupetones, un profundo calor me recorrió el bajo vientre.

A él le encantaba verme así. Y a mí me hubiera encantado subírmelo a las caderas y hacérselo ahí mismo, pero no podía. Se estaba haciendo tarde. Tenía que volver a casa y cambiarme para ir a la iglesia.

Pensé en besarlo una última vez, pero los dos sabíamos que de última vez no tendría nada si volvíamos a unir nuestras bocas. Por eso no lo hice. Tomé mis cosas y rocé su mejilla con los labios.

—Pásatelo bien con Heechul —dije, antes de abrir la puerta.

Comprobé que no había nadie observando y salí de su apartamento. Donghae se quedó en el umbral con un mohín decepcionado.

—Preferiría pasármelo bien contigo —murmuró.

Lo miré, pero no respondí. Me vio caminar los pocos pasos que separaban nuestras puertas y se metió de nuevo en su casa antes de que yo pulsara el código para entrar en la mía.

Si no tuviera que ir a misa, se habría quedado conmigo todo el día, pero como no podía entrar en la iglesia y le daba “repelús” (así lo había llamado) estar rodeado de religiosos, prefería pasar el domingo con Heechul. Ya me había dejado claro mientras desayunaba que pensaba contarle cada detalle de cada uno de nuestros polvos. Y a mí no me molestaba.

En realidad, me gustaba la idea de que le contase a otro íncubo lo bien que yo le hacía sentir. Y no solo sexualmente. Aunque supongo que esa última semana no habíamos hecho muchas cosas a parte de follar e ir a clase. La verdad es que me comportaba más como un novio antes de perder la virginidad.

Tenía que encontrar un punto medio.

—¡Hijo!

Di un respingo. Me había quedado quieto en medio del pasillo sin darme cuenta. Mi padre estaba asomado desde la cocina, ya vestido.

El orgullo de un íncubo (PAUSADA) [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora