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14 | Los demonios tenemos alas y los humanos rodillas mágicas

Bora llevaba un vestido que le llegaba por debajo de las rodillas, un cárdigan beige y el pelo recogido en un moño perfecto. Estaba preciosa, pero le faltaba algo. No sé el qué. No me sentía como me había sentido todos los domingos anteriores.

¿Habría cambiado su maquillaje? ¿Quizás se había hecho algo en el pelo que yo no sabía distinguir? ¿Estaba más gorda o más delgada? La seguí con la mirada. Ella ayudaba a los anfitriones de la semana en la cocina y yo estaba en el salón, sentado en una silla que había junto a la puerta.

La vi reírse y me llevé una mano al estómago. Se revolvía, claro que se revolvía. Pero seguía teniendo la sensación de que había algo raro. ¿Sería ella o sería yo?

¿Tendría que ver con las clases de inglés? ¿De verdad seguía enfadado con ella? Pero si Donghae y yo ya teníamos un plan para que dejase de perseguirlo.

—¿A qué hora llegaste anoche? —la voz de mi hermana me hizo girar la cabeza por primera vez en lo que parecían horas.

Me froté el cuello y la vi acomodando una silla a mi lado para sentarse. Llevaba chocolate caliente en una mano. Hice una mueca.

—No lo sé —respondí. Era verdad.

Después de dejar el coche en el parking, me había quedado dentro con Donghae sobre mis piernas un rato. Pero al ver llegar a una de las vecinas que era amiga de mamá, habíamos tenido que salir y subir corriendo para que ella no nos descubriese. Entre risas, porque jugar a las escondidas era más divertido de lo que creía, me había arrastrado dentro de su apartamento. Más besos contra su puerta, más besos en su sofá y más besos contra las paredes cuando yo intentaba irme y él intentaba que me quedara a pasar la noche.

En realidad quería tener sexo. Y yo me había ido precisamente porque temía que lograra convencerme. Recibir mi primera felación en un cine, rodeado de gente había sido suficiente. Podíamos esperar un poco para seguir avanzando, ¿no?

No es que fuera cuestión de vida o muerte.

—Eso significa que te lo pasaste bien con… —mi hermana miró a su alrededor y bajó la voz— Donghae.

Yo también busqué a nuestros padres. Ella hablaba con la madre de Bora y él con el sacerdote. Sentí que me quemaba el rostro. Solo de mirarlo me sentía avergonzado. El miércoles habíamos cantado con el coro y me había dicho lo orgulloso que estaba de mí. Dudaba que siguiera estándolo si supiera lo que había ocurrido el jueves. Y el viernes. Y sobre todo el sábado.

—¿Hyuk?

Volví a mirar a mi hermana, que me observaba con curiosidad. Puede que también con diversión, pero no me centré mucho en eso. Tenía que responder a su pregunta. ¿Me lo había pasado bien?

—Sí, es agradable tener más amigos aparte de Jongwoon.

—¿Y qué hicisteis?

Su sonrisa llena de curiosidad hizo que me ruborizara. Esperaba que no se diera cuenta, porque entonces empezaría a hacerme otra clase de preguntas. Y me negaba a contarle todo lo que había ocurrido esas últimas semanas. Sobre todo lo de las últimas horas.

—Ir al cine, ya te lo dije.

—¿Y después?

—Fuimos a cenar y al parque.

—Vaya. Si hubieras hecho eso con una chica, parecería una cita.

—No fue una cita —aseguré a toda prisa.

Ella se echó a reír.

—Ya lo sé. De ser una cita, no seguirías mirando a Bora como la miras.

Asentí. Exactamente eso era lo que yo pensaba. El propio Donghae lo había dicho: entre nosotros todo era igual, exceptuando el hecho de que ahora nos besábamos. Bueno, nos besábamos y hacíamos más cosas. Pero seguíamos siendo amigos cuando no las estábamos haciendo.

El orgullo de un íncubo (PAUSADA) [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora