15 | Aguantar las ganas de matar a una humana es más difícil de lo que parece
Donghae se detuvo frente a la valla y miró hacia arriba. Había intentado convencerlo de ir a otra parte, pero al final él me había convencido a mí de que sería divertido. Es decir, era poco probable que nos descubrieran. Y tampoco íbamos a dormir allí, solo queríamos cenar y divertirnos un poco. A la mañana siguiente nadie sabría que alguien se había colado en el minigolf.
Esperaba que tuviera razón. No obstante, sentía que me temblaban las manos alrededor de las bolsas cuando vi que comenzaba a trepar por la valla. Hábilmente, pasó por encima y saltó al otro lado. Ahora me tocaba a mí. Era mi turno de colarme en una propiedad privada.
—¿Estás seguro de que no hay cámaras de seguridad? —le pasé las bolsas de la cena con cuidado.
Él asintió mientras miraba alrededor.
—Seguro.
—¿Y alarma?
—Seguro —repitió—. Es el lugar perfecto para jugar.
Pese a que una pequeña parte de mí todavía dudaba, no le hice mucho caso. Tenía ganas de entrar. Me gustaba la sensación de hacer algo peligroso. De no hacer siempre lo que debía hacer.
Rodeé la cruz de mi cuello en un puño, rezando para no caerme desde lo alto de la valla. Después la metí debajo de mi camiseta y comencé a trepar. Me costó llegar arriba por culpa de los temblores. No fui ni por asomo tan hábil como Donghae, pero logré bajar sin caerme. Me latía el corazón a toda velocidad.
Tenía la adrenalina al límite. Y me gustaba.
Por eso me dejé llevar, tomé a Donghae del cuello y atrapé su boca en un beso con lengua. Fue él quien tembló, quizás porque con las bolsas en las manos no podía abrazarse a mi cuello.
Cuando nos apartamos me sentía poderoso. Me relamí con una sonrisa y lo miré. Él me observaba boquiabierto.
—¿Qué?
—Na-nada —titubeó antes de dar media vuelta.
Lo seguí sin un rumbo concreto. El orgullo me revolvía el estómago. Parecía que había realizado un curso intensivo de cómo besar. Yo mismo sentía que cada vez lo hacía mejor.
Llegamos a un punto del campo entre varios hoyos y nos sentamos uno frente al otro en el césped artificial. Rompimos las bolsas para usarlas a modo de mantel y no manchar nada. Los dos teníamos patatas, hamburguesas y agua, y él además había pedido varios paquetes de salsa picante. Sacó una foto de la comida y de nuestros pies y otra mía comiéndome una patata.
Saqué mi móvil para sacarle una a él también cuando vi que se distraía echando salsa en su hamburguesa. Pero en cuanto lo apunté levantó la cabeza.
—Sonríe —le dije.
Pero al volver a mirar la pantalla, esta se había quedado de color negro. Me costó como diez minutos de puro nervio lograr encender el teléfono. Qué susto.
—Tengo que comprarme otro, últimamente falla demasiado.
Donghae tenía la boca llena, así que no dijo nada. Revisé el móvil para asegurarme de que lo demás estaba bien y me lo volví a guardar. A lo mejor no debía cambiar el móvil, sino su cámara. Pero ya pensaría en eso cuando volviera a casa.
Tomé mi hamburguesa y le di un bocado. Eché otra larga mirada alrededor. Aún no me creía que estuviéramos allí.
—Podríamos haber ido a un campo de verdad —miré la flor de plástico que teníamos al lado—, con flores de verdad.
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El orgullo de un íncubo (PAUSADA) [EunHae +18]
Fiksi PenggemarDonghae es el primero en las listas con diez años alimentándose sin cesar de la energía sexual humana. Esto no gusta a los demás íncubos, que creen que los está engañando y le proponen un juego: Enamorar a quien ellos elijan haciéndose pasar por hum...