Capítulo 17

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ALAN

Hoy es 24 de diciembre, es noche buena, y estoy sentado en el sofá de la sala, analizando mi vida existencial en estos momentos, mientras veo a mamá y a Franck acomodando los preparativos de la casa, y dando vuelta por el salón entero.

¿Y yo? Pues muy bien, gracias.

No me gusta eso de acomodar cosas ni nada por el estilo, a mí me da flojera, es muy estresante la verdad. Y más si es con mamá, ahora mismo estoy viendo como regaña al pobre Franck por todo. Él pone el árbol de navidad en un lugar y ella quiere que lo ponga exactamente en otro.

Me causa risa verlos peleados por qué el viejo chismoso siempre pone la cara como el cachorro de Leslie que tiene cara arrugada y parece triste.

Busco al cachorro por toda la casa y me sorprende ver lo cómodo que está a mi lado.

—Pareces gente, yo creo que eres un infiltrado en el cuerpo de un perro.

Él me mira con su lengua afuera, toda larga y ladea su cabeza.

—No te hagas el loco, yo sé que me entiendes.

Gira su cabeza al frente, volviendo a ver la película que está puesta en la tele.

Qué descarado.

Voy a la cocina donde está Franck picando unas frutas raras, me siento en el taburete de madera y veo lo que hace atentamente.

—Tengo hambre. —digo maliciosamente.

En realidad no tengo, pero hoy amanecí con ganas de molestar y esta es la oportunidad y el momento perfecto.

—Alan, ¿sabes que hora son verdad?

Niego con la cabeza.

—Son las 3 de la tarde y te acabas de levantar y eso es lo primero que dices, no sabes decir ni unos buenos días o buenas tardes ni nada. Yo creo que Nick está haciendo que te patine el coco.

Me río a carcajadas por la última palabra.

—No vayas a empezar.

—¿Antenoche, saliste o algo? Escuche que alguien estaba entrando por la puerta.

Ay, yo creía que no había escuchado nada, este hombre sí es bien chismoso.

—No, yo no salí a ningún lado, seguro fue el perro.

Me mira raro como que si hubiera dicho la mayor estupidez.

—Aja, el perro. Que raro porque en la madrugada entre a tu habitación y te vi muy comodito con Nick.

—Ay, seguro que viste visiones o algo, es que ya estás viejito, ¿no? Ya es hora de que te cheques la vista, ya estás teniendo problemas.

—Mira, ¿por qué mejor no te pones ayudarme a picar estas remolachas?

—¿Remolachas? Ay no, yo pensaba que era fruta. No puedo picar eso, soy una persona muy fina.

Lo miro sonriendo y salgo de la casa antes de que me arranque la cabeza.

Toco el timbre de la casa de Nick y su padre me recibe con una gran sonrisa como que si fuera lo mejor que ha visto hasta hora.

—Alan, que maravilloso verte por aquí, Nick está adentro, esta como loca, yo creo que será mejor que entres y que la ayudes o algo, no sé tú sabrás. —Habla con tanta rapidez que me cuesta entender lo que me trata de decir.

Alan & NickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora