Daniel Miller:
Llegó el martes, uno de los días más cansados. Habíamos pasado el lunes perdidos en el bosque, pero valió la pena; gracias a ello, tenía una reliquia histórica.
Nuestros compañeros de clase comenzaron a tratarnos de mejor manera. La gran mayoría era sociable y atenta. La primera clase fue de Filología Clásica. El profesor explicaba sobre la lingüística y la cultura grecolatina. Las siguientes dos clases fueron de matemáticas, las cuales no se me daban muy bien, por lo que terminé durmiendo, no sin antes posar mi mirada en mi hermana, quien movía el lápiz a la misma velocidad que la profesora escribía con la tiza. ¡Por fin! era hora del almuerzo. La cafetería contaba con un comedor poblado de mesas enormemente alargadas y sillas blancas. Tomamos asiento al lado de una vidriera que daba vista al patio, donde el equipo de fútbol americano practicaba, mientras las animadoras recitaban sus rimas de ánimo. Mirando tal paisaje deportivo, recordé que tenía práctica con el equipo de baloncesto esa tarde.
El entrenamiento inició con un sol abrasador que derretía y calcinaba incluso las piedras. Gotas de sudor bajaban por mi frente y mojaban el uniforme del equipo de baloncesto. Daniela, atenta desde las gradas, de vez en cuando me hacía gestos de apoyo. Un compañero me realizó un pase diagonal de rango corto. Me dirigí a la canasta y, ¡claro!, la metí exitosamente. El primer entrenamiento fue todo un éxito.
—Ese es mi hermano —se escuchó a mi hermana gritar desde la tribuna con ahínco.
El entrenador me ofreció una botella de agua. Apretadamente tomé un sorbo debido a la sensación de sofoco y calor. Me dirigí a los vestidores, recogí mi mochila y uniforme para cambiarme a ropa casual, ya que no podía ensuciar el uniforme escolar.
El camino a casa fue un poco aburrido. Daniela no cambiaba su sonrisa de atención al cliente, pero yo, en lo profundo, sabía que tenía mucho que ver con un cierto pelirrojo.
Subí a la segunda planta, me di una pequeña ducha, coloqué la toalla sobre mi cabello para secarlo y procedí a sentarme en la cama.
La tentación de leer el diario aumentaba, así que aproveché la oportunidad de que Daniela no estaba en casa, ya que unos minutos atrás había dicho que iría a un café con Yana y regresaría en tres horas.
Anotación 1:
16/9/1935La construcción del pueblo que tanto había soñado acababa de ser aprobada por el gobierno. La maquinaria empezó a demoler y aplanar el lugar, donde caminos, calles, edificaciones, bancos y farolas se asentarían. Varias personas habían decidido incluso empezar a mudarse.
Anotación 2:
27/12/1935La construcción de una cuarta parte del pueblo estaba casi finalizada. Ya contaba con alrededor de 100 ciudadanos. Las calles huelen a asfalto recién vertido y algunas farolas iluminan las aceras.
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Misterio Bajo el Abedul ©
Mystery / ThrillerDaniela y Daniel tras la muerte de sus padres, van a vivir con sus abuelos a Miller un pueblo a las afueras de la ciudad, donde en la casa cuyo patio da al bosque de robles y pinos, se encuentra un gran abedul solitario. ¿Cual será el misterio que s...