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Daniela Miller:

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Daniela Miller:

Mi hermano cada día está peor. Espero que me diga que todo es una broma y que en esta casa no hay un fantasma tóxico que nos quiere matar. Solo falta que me diga «viste a ese vampiro bronceándose en la azotea» o algo así como que «un hombre lobo le dio la pata». Todo es muy difuso y aunque yo no logre ver a nadie (que siendo sincera tampoco querría), sí he sentido rara mi estadía desde que llegué aquí. Mis abuelos se han estado comportando raro últimamente. Además, Daniel no se asusta por cualquier cosa y unos días atrás lo he visto salir de casa pitando, casi no se le veían los pies. Por otro lado, sé que no es falso lo que este me dice porque he escuchado toques en la puerta y los objetos voladores a cada rato, no son fáciles de ignorar. Ese diario también es muy perturbador.

«no tendré una vista sobrenatural, pero no soy ciega ni sorda».

—Hola, tierra llamando a Daniela —interrumpió mi hermano sacándome de mis pensamientos—. Hay alguien ahí dentro.

—Lo único vacío que hay aquí es tu cerebro —expresé un poco fastidiada porque el sin neuronas de Daniel se atrevía a perturbar mis viajes astrales a los universos más profundos y recónditos de mi mente—. Déjame tranquila, tonto. Al parecer, no escarmientas. ¿Acaso eres masoquista?

—No, debo admitir que me gusta molestarte, pero siempre me la devuelves dos veces peor. ¿Eres Satanás?

—¿Cómo lo supiste? Bueno, si necesitas algo urgente, puedes llamarme al 666 y te responderé sin problema. Ahora desaparece de mi vista antes de que te lance una chancla. Recuerda que tengo la misma puntería que solía tener madre.

—Ay, no, qué miedo. Mejor me largo de aquí —el sarcasmo se le salía descaradamente por los poros—. Al parecer, alguien cayó con su periodo. —Daniel cerró la puerta al salir de la habitación.

Me levanté de la cama de un tirón y me puse unas pantuflas. El resonar de mis pies con la madera al bajar cada escalón de la escalera es prácticamente distrayente. La casa está en un silencio total. Al parecer, no están mis abuelos y mi hermano desapareció al ver que estoy de mal humor.

Cuando llegué a la cocina, até mi cabello en una coleta. El calor era sofocante, así que abrí el refrigerador para sacar un cartón de leche. Viertí el líquido en una jarra cuyo estampado era llamativo y colorido, le añadí un poco de azúcar.

«Con esto todo listo».

Caminé hacia la sala y me dejé caer en el sofá. Un pequeño crujido se escuchó  y no me quedo mas remedio que pasear mi vista a ver que había sido. Mis ojos recorrieron la habitación, buscando algo fuera de lugar. De repente, vi una rosa blanca frente al retrato de nuestros padres, está tenía unos pétalos rojos lo cual se me hizo inusual. Algo me atrajo hacia ella, un impulso irresistible.

Tomé la rosa entre mis manos y la examiné más de cerca. Era perfecta, como si hubiera sido pintada. Pero cuando la toqué, sentí un pinchazo agudo. Una pequeña gota de sangre brotó de mi dedo.

Dejé caer la rosa, que quedó manchada de sangre sobre la mesa. En ese momento, oí un ruido sordo proveniente de la cocina. Me sobresalté y miré hacia la puerta.

Pero no logré ver nada desde ahí.

Caminé lentamente hacia la cocina. El ruido había cesado, pero sentí una extraña presencia en el aire.

Pasé por la puerta de la cocina con cuidado. La habitación que antes había estado iluminada ahora estaba a oscuras. De repente, vi algo moverse en la esquina de la habitación.

Me quedé paralizada, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. La figura se movió de nuevo, esta vez más cerca. Pude ver que era una sombra oscura, pequeña y delgada.

Rápidamente prendí las luces, pero para mi total desconcierto, no había nada.

«Es solo mi imaginación», me dije a mí misma, intentando calmarme. «No hay nada aquí».

Salí corriendo de la cocina y volví a la sala de estar. Me senté en el sofá y traté de calmarme. Pero no podía dejar de pensar en lo que había visto.

No tuve tiempo de pensar en esas pequeñeces ya que de pronto recordé la herida en mi dedo al sentir una pequeña punzada, la lavé bien y coloqué una vendita alrededor de mi dedo lastimado. Volví a la sala a limpiar algunas gotas de sangre que habían caído sobre el piso. Acto seguido, un pequeño bostezo se escapó de mi. Estaba acostumbrada a dormir el mediodía sin falta y sin mi hermano y mis abuelos en casa, no hay quien me lo impida. Vuelvo a la segunda planta y me recuesto en la cama. Pero cuando estoy a punto de iniciar mi sueño, me estremezco en mi lugar.

—Hola, es un gusto conocerte, me llamo Lana —una voz risueña y algo baja hizo presencia en la habitación.

No supe cómo reaccionar y rápidamente comencé a escanear la habitación. En la esquina, justo en la otra punta de la habitación, se encontraba ella, la misma niña que me había mostrado Daniel en aquella vieja foto de un recuerdo familiar. Allí estaba delante de mí, tan campante y sonriente.

—¿Qué quieres de nosotros? —mi voz salió temblorosa.

No hubo ninguna respuesta de su parte y sin más preámbulos, así sin más y delante de mis ojos, desapareció como si de magia se tratara.

«Genial, ahora podía ver al fantasma de la niña que había muerto en la casa de mis abuelos».

«Genial, ahora podía ver al fantasma de la niña que había muerto en la casa de mis abuelos»

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⏰ Última actualización: May 10 ⏰

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Misterio Bajo el Abedul ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora