Daniel Miller:
Hicimos una pequeña pausa en la sala de estar antes de ir al patio a ver a nuestro abuelo. Observé la habitación, el piso estaba constituido por baldosas de mármol negro y blanco estilo tablero de ajedrez, también estaba elegantemente decorada con un par de sofás y cuadros pintorescos. Mi mirada recayó en lo que parecía ser un retrato de una familia feliz.
Tomé en mis manos la fotografía que descansaba ensima de la mesita auxiliar. En la imagen, aparecían dos niños de sexos opuestos, con cabellos rubios ondulados, ojos azules que irradiaban alegría y de rostros muy tiernos. Detrás de ellos estaban sus padres: un hombre alto, probablemente media alrededor de un metro noventa, de cabello marrón oscuro, ojos pardos, su nariz completamente perfecta y su semblante daba un aire que inspiraba felicidad; junto a él, una mujer de baja estatura con la misma tonalidad de cabello que los niños, por otro lado sus ojos verdes esmeralda daban a expresar seguridad y confianza.
Aquella era nuestra familia antes de la gran tragedia.
Observé la foto con detenimiento, sintiendo un poco de nostalgia.
Me sobresalté al ver que en la esquina de la foto la presencia de alguien mirándonos desde detrás del espeso bosque que rodeaba el patio. Nos observaba fijamente mientras nos fotografiaban. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral al ver la silueta que parecía no tener rostro pero si una sonrisa ensanchada de oreja a oreja, su cabello caía sobre su clavícula descubierta. Su piel era tan pálida y escuálida como el papel, tenía una estatura pequeña, llevaba puesto un vestido negro desaliñado, y sostenía un osito de peluche en su brazo.
—Daniela, ven a ver esto. —le llamé en voz baja.
Ella miró el retrato que le mostré con detenimiento, frunció un poco el ceño, mostrando confusión, esperando que le dijera algo específico.
—¿Qué se supone que debo ver, Dan? —rebatió con duda.
—Mira tú conoces a la persona que nos observa detrás de esos árboles.
—le señalé la parte donde estaba la extraña silueta inmersa en la oscuridad del bosque.Daniela mostró una expresión de susto, como si hubiera visto al mismísimo diablo, y pareció tensarse en un instante.
—Dan, no conozco a esa persona y tampoco la he visto antes. —expresó cautelosa.
—Pero, ¿deberíamos contarles a los abuelos, aunque hayan pasado ya 9 años desde que se tomó la foto?——Creo que no deberíamos molestarlos por algo tan insignificante. —respondí, relajando mi tono de voz.
—Tienes razón. —hablo ella, pareciendo más tranquila.
Volteé la fotografía para ver si tenía alguna dedicatoria o información en específico, pero al parecer no decía nada.
Dejé el retrato en su lugar y comenzamos a caminar hacia el pasillo que llevaba al patio, Daniela se me adelantó y empujó la puerta de hierro y cristal. La luz brillante del sol me golpeó en la cara y rápidamente por reflejo me cubrí los ojos con la mano para protegerlos de los deslumbrantes rayos solares.
El patio era extenso, con una gran mesa para reuniones familiares, una alberca que a su alrededor tenía varias sombrillas y tumbonas e había incluso un área para hacer barbacoas. Lo más importante y lo que más mi atención atraía era el denso bosque de robles y pinos que rodeaba el patio, este parecía no tener fin debido a que las ramas y troncos que bloqueaban la visibilidad.
Vimos al abuelo sentado en la mesa de reuniones, nos vio acercarnos y de inmediato se puso de pie para saludarnos.
—Bienvenidos, cadete Dan y sargento Niela. —dijo mientras nos plantaba un beso en las mejillas.
Esos apodos me recordaron cuando éramos niños y jugábamos a los espías secretos, mientras la abuela preparaba galletas con chispas de chocolate.
—Hola abuelo, ¿o debería decir comandante Robert Miller? —bromeé.
—Tomad asiento, os van a salir raíces si seguís ahí parados.—
Arrastramos las sillas del lado opuesto al abuelo de forma que quedáramos frente a frente para poder conversar en calma.
Robert tomó una jarra de zumo de naranja que estaba reposando sobre la mesa, vertió el líquido en dos vasos y nos los ofreció.
Nuestro abuelo era una persona muy atenta y divertida. Era tataranieto de Tomas Miller, el fundador del pequeño pueblo. A veces, cuando éramos pequeños, nos contaba historias de su época y cómo había sido su infancia.
Mientras ese hombre de ojos verdes y cabello blanco se recostaba en la silla, dejó escapar un suspiro.
—Daniela, Dan, ya los inscribí en el Instituto "WhiteHills".—
—¡Tan rápido! Escuché que incluso los hijos de las personas de más alto rango en el pueblo tardan meses en ser aceptados. —me apresuré a decir.
—Mhm, digamos que soy un viejo amigo del director. —Robert esbozó una sonrisa sin separar los labios.
—¿No te parece genial, Dan? Logramos entrar en el instituto más prestigioso de todo el pueblo.—
—Tampoco es que hubiera otro. —dije en tono burlón mientras el refrescante zumo de naranja bajaba por mi garganta.
—Bueno, empiezan mañana a las 8 am. No se olviden. Los uniformes deben llegar esta noche. Ahora entremos. Su abuela debe estar preparando la cena. Pueden esperar en su habitación mientras ella termina. —el anciano se levantó de su silla y echó a andar asía el interior de la casa.
Yo también me levanté y eché una última mirada al patio, especialmente donde habían tomado la foto, pero no había rastro de lo que fuera esa silueta.
Me dirigí hacia la puerta para entrar de nuevo e intenté ignorar lo que había visto en la foto.
En ese preciso momento Robert sacó la cabeza por la ventana que comunicaba la cocina con el patio y dijo advirtiendo.
—¡Ah, casi se me olvida lo más importante! —
—Si van a explorar el bosque, recuerden no ir más allá de la cabaña y mucho menos acercarse al viejo abedul.——Ok... —dije mientras colocaba un pie dentro del umbral.
Hola buenos días,noches o madrugada.Espero que el capítulo les allá gustado.El siguiente debe ser publicado la semana que viene.
Un 💋 grande att: Addriel 08
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Misterio Bajo el Abedul ©
Misterio / SuspensoDaniela y Daniel tras la muerte de sus padres, van a vivir con sus abuelos a Miller un pueblo a las afueras de la ciudad, donde en la casa cuyo patio da al bosque de robles y pinos, se encuentra un gran abedul solitario. ¿Cual será el misterio que s...