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✧  A 10 meses del final

Isaza

La mañana siguiente después de aquel beso, al despertar Villa ya no estaba en la cama. Podía escucharlo en la ducha. Fue un momento tenso, no sabía si debía quedarme o irme mientras él no estaba. Honestamente iba a marcharme pero cuando me senté para ponerme los zapatos, él salió de la ducha completamente vestido y con una toalla al cuello.

—  Ya está listo el café. No olvide tomar una taza antes de irse —me dijo con seriedad, mientras se acercaba al espejo y peinaba su cabello. Lo hacía con esa destreza y gracia que yo siempre había admirado en él.

— ¿No desayunarás? —pregunté torpemente mientras luchaba con el cordón de mi zapato.

— Tengo que irme —respondió, manteniéndose concentrado en el espejo y sin mirarme de ninguna manera—. Nos vemos en clase.

Y se fue.

Yo me quedé ahí en su habitación. Me sentía como un verdadero idiota confundido. No sabía qué es lo que pasaba por la mente de Villa.

Cuando lo besé, se sintió cálido, dulce, perfecto. Él no fue ajeno a ello, sus labios tibios correspondieron a las caricias de los míos. Me niego a creer que fue simple imaginación mía, la forma en que él suspiró, la manera en que sus manos apretaron mi camiseta como si lo hubieran esperado por mucho tiempo… eso es algo que no puede mal interpretarse. Villa quería que yo lo besara tanto como yo quería hacerlo.

Pero luego se apartó, me dio la espalda y no supe que pasaba por su mente. Me formulé cien preguntas, treinta hipótesis e imaginé cincuenta escenarios fatales. Pero al final de cuentas todo era especulación. El único que sabía lo que Villa pensaba era Villa.

Nos vimos en clase  pero él se concentró en su proyecto con Marto y por ende hice lo mismo. Me dediqué por completo a mi trabajo con Simón. Supongo que inevitable que mi compañero de percatara de que algo en mí era diferente ese día, quizá reía menos, quizá transpiraba esa desilusión porque justo cuando la clase terminó, Simón dejó el bajo en el estuche, se acomodó el cabello y se acercó a mí posando las manos sobre sus caderas.

— No quiero ser entrometido ni nada de eso pero, Isaza ¿Te pasa algo? Hoy estás más… distraído de lo normal.

Es curioso que él dijera eso cuando mi mirada ni siquiera podía  centrarse en él. Solo veía sobre su hombro a Villa saliendo del aula en compañía de Martín, sin mirar atrás.  Sin mirarme a mí.

— No… no me pasa nada —respondí.

— A ver, no me mienta. Todo esto es por su madre ¿Cierto? Porque no ha podido saber de ella, ni sabe si está consiguiendo la insulina que necesita.

Claro, esa debería ser mi principal preocupación. De hecho,  hasta el día anterior era mi única preocupación hasta esta situación que ahora me abrumaba ,y como un fantasma, se robaba mis pensamientos sensatos y dejaba solo aquellos que tuvieran que ver con el verde de los ojos de Villa.

Miré a Simón frente a mí. Los anteojos no disminuían en absoluto la profundidad de su mirada.

— No es todo, Monchito.  Tengo la sensación… de que cometí un error pero extrañamente al mismo tiempo siento que no pude haber hecho otra cosa y encima creo que mientras más lo analizo, más me convenzo de que mi decisión fue la correcta entonces ¿Por qué el resultado ha sido tan…?

— ¿Desastroso? —terminó de decir Simón por mí y yo simplemente asentí—. Tal vez no estás siendo objetivo. Tal vez estás convencido de que hiciste lo que debías hacer pero solo era lo que querías hacer. Las situaciones son distintas.

Antes de que amanezca || ISAMILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora