De Bandas y Olor a Mortecina

2 0 0
                                    


5 de mayo / Pasado

Necesitaba volver a mis cabales. Debía de permitir que el hombre racional e inteligente tomaran el poder. A día de hoy sigo sufriendo las consecuencias de haberlo ocultado en mi juventud. Si quería encontrar una solución a este nuevo problema, o siquiera a encararlo con valentía, lo último que debía de hacer era ponerme la careta de la víctima. Serlo nunca me había traído resultados.

Muy a mi pesar dejé que mi cabeza volara en todas direcciones. Aquel día cuatro de mayo continuó y terminó como cualquier otro, pero en mi mente no; en ella se formaban ideas, explosiones de pensamientos que terminaban en nada o en todo. Siempre que me ocurría esto, los primeros días muy poco podía discernir. El revuelto a duras penas creaba palabras coherentes, mucho menos planes estructurados. Pero yo sabía que era cuestión de tener paciencia. Había aprendido desde pequeño a esperar; de aquel torbellino al final siempre se conseguían resultados.

Así pues, me dejé llevar. Al verme compuesto, nadie me volvió a preguntar nada, aunque de vez en cuando me lanzaban miradas extrañadas. Quizás mis movimientos se habían automatizado demasiado, pero no lo sé con certeza. Del resto de ese día no me acuerdo gran cosa. Cuando intento recordarlo, solo escucho un zumbido en mi cabeza, veo una interferencia ocasionada por los pensamientos atropellados. Hay una cosa de la que sí puedo hablar con certeza: una palabra se había impreso entre el desorden mental, tan inamovible como una etiqueta bien puesta. Banda. Esa era la palabra. ¿Qué significaba? Por más lógico que me había puesto, no era capaz de relacionarla con nada. Banda. ¿Banda criminal? Estaba claro que de eso se trataba. Sin embargo, el ruido no me dejaba formar el significado. Lo único que pude hacer fue agarrarla con fuerza para que no se pudiese escapar. Así, cuando me relajara, la podría analizar mejor. 

No puedo decir nada acerca de la noche del cuatro de mayo, pero sí puedo decir que, al otro día, las cosas habían tomado forma. Sí, la banda criminal, la que en su día me prestó el dinero para comprar la casa y montar la carnicería. Jamás tuve la valentía de investigar sobre ella. En mi desesperación, acepté los tratos que me habían impuesto sin rechistar y me dediqué a lo mío sin prestarle la debida atención al tema. No me juzguen. Estoy seguro que cualquiera habría hecho lo mismo en mi lugar. Las personas se vuelven locas cuando de dinero se trata, sobre todo cuando sus sueños se ven implicados. Las cosas son así. La cuestión es simple, y es que intenté ignorar mis problemas. ¿Entienden ese sentimiento de inminente catástrofe que a veces golpea sin razón aparente? No me refiero a la ansiedad, ni mucho menos. Se trata de algo diferente, algo más mundano y profundo. No se trata de un químico del cerebro que se haya desajustado o cualquier otra cosa. Es esa sensación de catástrofe que nace por culpa, quizás, del balance natural entre lo malo y lo bueno del universo. Ya sé, parece estúpido, pero realmente lo siento así. De la calma viene la tormenta. Me entienden, ¿verdad?

Pues bien, ese sentimiento fue creciendo en mi interior con el paso del tiempo desde que conseguí cumplir mi sueño. Las cosas no podían ser así de buenas para siempre. Esos tratos con la banda criminal se encargaban de recordármelo.

Ignoré la inminente llegada del problema, así que cuando se plantó ante mí, quedé aturdido. Nada nuevo en mí. Pero ya no era un jovencito inexperto, incapaz de reaccionar con rapidez a los golpes de la vida. Aunque todavía no sabía qué tipo de hombre inteligente era, dejé que tomara el control en la mañana del 5 de mayo.

Madrugué a la misma hora de siempre, solo que esta vez decidí no organizar el trabajo del día, si no investigar por internet. Sí, tenía que hacer lo que no pude hacer mucho antes. ¿Con qué banda criminal me había inmiscuido? No sabía su nombre, pero sí sabía los barrios de mi ciudad que tenía en su poder.

Me llevé el portátil del cuarto donde todavía dormía mi esposa. Todavía no amanecía y no quería molestarla, así que me senté en el comedor, justo frente al depósito. De vez en cuando le echaba miradas, como si esperara ver... cualquier cosa. Aún lograba sentir en el aire el olor rancio del gato muerto, pero no sabía si era mi imaginación o no.

Daba igual. Me concentré en el computador.

Abrí el navegador y escribí con dedos temblorosos: "Bandas criminales en la ciudad de Cali, Colombia". No fue una búsqueda muy específica, y era consiente de ello, pero el miedo todavía me atenazaba. Si quería saciar mi curiosidad y mi necesidad de encontrar información, no había más que escribir unas cuantas preguntas concretas en internet y listo, objetivo logrado. Pero no, eso era todavía muy rápido.

Me limité a saltar de página en página; leía artículos o noticias aquí y allá sobre más bandas callejeras de lo que me gustaría admitir. He vivido en barrios bajos desde que tengo memoria, y he experimentado en carne propia la riña y la convivencia de estos grupos. Es inevitable. Tarde o temprano terminas escuchando, o en ocasiones viendo, ciertos sucesos que hielan la sangre. Peleas, tiroteos, fronteras invisibles... te acostumbras a ello. No te queda más que crecer duro como una roca si quieres sobrevivir física o mentalmente.

Pero en esa madrugada, mientras deslizaba la rueda del ratón y el tenaz brillo de la pantalla me escocía los ojos, quedé sorprendido ante la cantidad de estos grupos que existen en mi ciudad. Toda mi vida había pensado que solamente existían dos o tres, pero los que encontré fueron alarmantemente altos. Más de cien. Más de cien que eran compuestas cada una por más de treinta personas, las cuales perpetraban actos violentos día a día como si de un trabajo de rutina se tratase.

Después de una hora por fin me decidí a buscar lo que quería: "Bandas criminales en la Galería". Aquí lo que encontré en esa mañana:

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 24, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

SANGRE AL ROJO VIVODonde viven las historias. Descúbrelo ahora