Natsuki y Yuuko han tenido una relación de perros y gatos, algo a lo que se acostumbraron con el paso de los años y ambas disfrutan. Al entrar en la universidad, creyeron que, al estar en diferentes carreras y actividades, su tiempo juntas se reduci...
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Tras el satisfactorio campamento de verano del club de música ligera, Yuuko y Miyuki retomaron sus labores en Torihara Snack con renovada energía, para sorpresa del señor Yamazaki. Pese a no haber tenido un descanso en el sentido estricto de la palabra, el cambio de ambiente sentó bien a ambas cajeras. Y vaya que necesitaron esa energía. La afluencia de clientes era bastante más alta que de costumbre, llevando a las dos a sus límites.
Sus empleos no fueron lo único que regresó a la normalidad. En vista de tener algún material audiovisual para compartir, Ao no Danjon se refugió en Make Some Noice para ensayar, con la idea de grabar algunos demos. Fue en una de esas sesiones de ensayo que Miyuki se animó a hacer una sugerencia.
—Sé que es algo pronto, pero quisiera que comencemos a preparar también nuestra participación en el festival universitario.
Mientras que Natsuki y Yuuko asintieron con una sonrisa, Hibuki se acomodó sus lentes, dando una mirada seria.
—Estás pensando en pedir que toquemos una canción, ¿verdad?
—Pues... —La bajista miró a lado y lado, como si buscara ayuda—. Quizás sea algo rudo que la chica que abandonó la banda por varias semanas pida que toquemos algo, pero...
Mientras Miyuki hablaba, Hibuki se levantó de la batería, caminó junto a su amiga y palmeó su hombro con suavidad.
—Ya lo hemos hablado, Miyuki.
—Lo sé. Por eso quiero que toquemos la canción que quiero pedir. Necesito cerrar ese ciclo y siento que es la indicada para eso.
La bajista tenía un tono de súplica desesperada, acompañada de una mirada como de perrito callejero rogando por alimento. Yuuko observaba aquello con el ceño fruncido.
—Yamazaki —intervino la rubia—, tú fuiste el primero en recibir de vuelta a Miyuki con los brazos abiertos y perdonarla por dejar temporalmente la banda. ¿Por qué ahora te muestras tan renuente a cumplir su petición?
—Miyuki suele pedir que toquemos canciones con acordes raros, métricas irregulares y cosas con una dificultad técnica enorme —aclaró el baterista—. No quisiera cargarles a ustedes dos ese peso.
—Ah, no, la canción que quiero pedirles no tiene nada de eso —aseguró Miyuki, adoptando una posición corporal más relajada y segura—. Es una canción de rock alternativo de los 2000 llamada Second Chance, de la banda Shinedown. Cuatro cuartos puro, mayoritariamente power chords, nada del otro mundo. La descubrí hace poco y me sentí identificada con la letra.
Hibuki pasó un brazo rodeando el cuello de su mejor amiga, sonriendo.
—Siendo así, trabajemos en ella.
Las tres chicas exclamaron un "yai" jubiloso. Miyuki compartió el enlace de la canción con sus compañeros de banda para que pudieran escucharla. Con tan solo un vistazo a la letra, Hibuki, Natsuki y Yuuko supieron por qué su compañera se había sentido identificada. La temática de que, hagas lo que hagas, nunca parece ser suficiente para tus padres, el hartazgo de esa situación y decir "adiós" como sinónimo de una nueva oportunidad en la vida, encajaban con la historia de la bajista, haciendo sentir afortunados al baterista y en especial a las guitarristas de tener una buena relación con sus respectivos padres.