10. Me gusta todo...

523 55 35
                                    


Terminó de enviar aquel mensaje indicando a Opera el lugar exacto, y ahora solo quedaba esperar. Kalego Naberius aguardaba en una antigua tienda botánica, la cual parecía más un jardín por su gran extensión. Aunque su expresión parecía calmada y sus manos exploraban delicadamente las hojas y pétalos, Kalego estaba más nervioso de lo que quería admitir.

¿Por qué había accedido a esto? ¿Qué esperaba descubrir? No tenía respuestas, pero algo lo había impulsado a seguir adelante. Aunque la idea de explorar este terreno lo ponía nervioso, también sentía una extraña atracción hacia la posibilidad de entender, de resolver el enigma que era Opera. No se habían visto casi por dos semanas, es decir, el sirviente de Sullivan realmente había guardado distancia... y eso le había dado algo de tiempo para pensar.

Balam, días antes, había señalado la posibilidad de que Kalego estuviera "teniendo sentimientos por la persona con la que tendría una cita", una idea que había rechazado con vehemencia. Sin embargo, a medida que reflexionaba, se daba cuenta de que sus propias acciones y emociones contradecían su postura.

Opera, en su percepción, tenía aspectos que no podía pasar por alto. La elegancia en cada uno de sus movimientos, su confianza desbordante, su agudo ingenio y, por encima de todo, una habilidad sobresaliente en, prácticamente, todas las áreas. Kalego se obligaba a reconocer la superioridad de Opera, no solo como demonio sino como ser completo. Era irritante y, al mismo tiempo, cautivador. Cada encuentro dejaba a Kalego sintiendo que estaba un paso por detrás, y era uno de los motivos por los que lo detestaba... pero al mismo tiempo, ese motivo lo hacía admirarlo.

Kalego nunca había permitido que emociones de ese tipo tomaran el control, pero la mera idea de que tuviera sentimientos hacia Opera era un territorio desconocido y aterrador. ¿Por qué Opera tenía ese efecto en él? ¿Por qué la idea de "sentir algo" lo incomodaba tanto? Quizás Balam tenía razón. Quizás, contra su voluntad, sus emociones estaban tomando las riendas y llevándolo por un camino desconocido.

Kalego cerró los ojos por un momento, intentando encontrar una respuesta en el susurro de las hojas y el aroma de las flores. La dualidad de sus sentimientos lo mantenía en un estado de conflicto, pero una cosa era clara: esta cita con Opera sería un punto de inflexión... le gustara o no, él había planeado esto, él había elegido esto... él debía vivir con esta decisión.

Escuchó unos pasos suaves acercándose a él, y ni siquiera tuvo que abrir los ojos para saber quién era..

— Llegas tarde... sempai — Kalego indicó en forma de saludo.

— ¿Cómo supiste que era yo? — preguntó Opera, no solo llevaba un traje diferente, también tenía una gafas mágicas para evitar que lo reconocieran.

Kalego sonrió ligeramente ahora mirándolo — Te conozco demasiado bien. Tu manera de caminar, de hablar, incluso tu olor ya me es familiar — Kalego quería golpearse por decir lo último, seguramente se podría malinterpretar conociendo a Opera.

— ...¿Mi olor?... — Opera sonrió al decir esto, de forma burlona.

Sin embargo, Kalego desvió la mirada, sintiendo una mezcla de incomodidad y vergüenza — Lo aprendí para evitarte! Después de tantos años, simplemente llegué a conocerte bien — dijo intentando quitarle importancia a sus propias palabras.

— Aunque lo hayas hecho por otras razones, suena a que me conoces profundamente... suena un poco excesivo — comentó burlonamente — Yo te reconocí por tu espalda, incluso con las gafas, no dude ni un segundo que fueras tu.

— ¿Espalda? — preguntó Kalego, desconcertado.

— Sí, tu manera de caminar, la forma en que mantienes la espalda erguida y ese aire elegante — Opera explicó con una expresión divertida — Incluso si intentaras ocultarte en medio de una multitud, te reconocería al instante.

Todo lo que me gusta de ti...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora