Capitulo 22 (Penúltimo)

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Capítulo 22 (Penúltimo)

María va a toda velocidad hasta pasar una entrada donde el GPS indica que es el destino. Era una puerta de hierro oxidada. Se detuvo, respiró hondo y trató de dejar de temblar. Necesitaba un plan. Se dio cuenta de que se había olvidado de traer un arma, pero eso no la detendría. Luego sale del auto y entra por la puerta que aún no había sido cerrada. Probablemente acabarían de llegar. Había un camino de tierra rodeado de árboles. Esto facilitaría el acceso, además ya estaba oscuro. Desde lejos ve a los hombres sacar a sus hijos del coche. Tenían la cabeza cubierta con bolsas. María sintió la necesidad de correr hasta allí, pero se apoyó en un árbol para recuperarse. Su corazón latía aceleradamente y su respiración era dificultosa. Los hombres entraron en una casa antigua de arquitectura clásica y fachada de piedra. Me recordó al estilo británico. Una casa muy cálida para ese lugar. María se acerca sigilosamente hasta acercarse a la entrada. Había otros dos hombres parados en la puerta. Portaban armas de alto calibre. Sintió que se le daba un vuelco el estómago, pero necesitaba seguir adelante. En la esquina inferior izquierda había una pequeña ventana con luz. Daba al sótano de la casa. María puede llegar hasta ella si la ven. Cuando se agachó para abrir la ventana, pudo ver a sus hijos atrapados tras las rejas. Estaban inconscientes y eso la desesperó. María espera a que los hombres salgan del sótano, abre la ventana y, con dificultad, entra en la habitación, cayendo al suelo. Siente dolor en las rodillas y en el codo derecho, pero se levanta para soltar a sus hijos. Era un sótano viejo, lleno de telarañas y polvo. Las paredes interiores y el suelo eran completamente de piedra. En algún lugar de un clavo había una llave pequeña y oxidada. María corre, la levanta y va a abrir la reja.

Estrella (Abre los ojos lentamente y susurra): ¿Mamá...?

María: ¡Xiu! Estoy en camino, querida.

Estrella: Mamá... ¡ten cuidado!

Y de repente María es golpeada y cae directamente al suelo. Intenta alejarse arrastrándose, pero no tiene fuerzas. Lo levanta un hombre y frente a él había seis más. _ ¡Bien bien! ¡Mirad, muchachos, ved quién nos ha concedido el honor de su presencia! Es la propia María Fernandes Acuña de San Román. Nuestra mayor celebridad. _ Dijo el hombre parado frente a ella. No era muy mayor, de hecho parecía unos años más joven que ella. Su apariencia recordaba un poco a la de Esteban. Él le sonrió.

María (Asustada y herida en la frente): ¿Quién eres?

Líder: Puedes llamarme "líder". Esto es todo lo que necesitas saber. Estos son mis Eliphas. (Se acerca a ella y le toma la cara) He esperado tanto por este momento. (Tenía una sonrisa aterradora) ¡Vamos! Tú y yo tenemos mucho de qué hablar.

María intenta liberarse, pero es en vano. La llevan a una habitación sin ventana ni ventilación, solo había una puerta. La sientan en una silla vieja y tapizada. No la sujetan con cuerdas ni esposas, sólo la sujetan por los hombros y los brazos y ella se queda ahí, bajo esa luz amarilla, sintiendo el riesgo de que la sangre le corra por la frente.

Líder (se inclina hacia los ojos de María): ¡Guau! Tu eres linda. (Sonrisa). Es realmente un honor tenerte aquí. Un honor para todos nosotros.

María (confundida): ¿Por qué?

Líder: Eres una leyenda, María. Entre todos los miembros de la Orden, de todas las generaciones, todos conocen la historia de la mujer que hizo justicia, que restableció la verdad y, al hacerlo, salvó a más de una vida inocente. Pocas personas se enfrentan a una Elipha adulta y viven para contarlo, pero tú no sólo lo enfrentaste, lo derrotaste y aquí estás, solo, arriesgando tu propia vida para salvar a tus hijos. No tuvo miedo ni por un instante. ¡Tienes el respeto de la Orden!

María (Mirándolo a los ojos): Entonces deja ir a mis hijos. Soy yo a quien quieres.

Líder (risas): ¿Tú? ¡No! Antes si. Antes eras mi objeto de deseo, mi sueño. Eu queria tanto ter você na Ordem..., mas agora eu quero outra coisa, algo muito mais valioso, algo que eu pensei que você tinha tirado de mim há quase quarenta anos, mas eu me enganei e você também, então me diga, ¿Dónde está ella?

San Roman - EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora