Capitulo 5

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DISCULPEN LA TARDANZA, CHICAS :') 

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Capítulo 5

María se despierta en el suelo de su antigua habitación. Está confundida y desconfiada. No sabe cómo llegó allí. La puerta principal estaba abierta. Se pregunta dónde estaba Esteban y cómo la dejó salir de la otra habitación, más aún después de garantizarle que estaría a salvo. Con cierta destreza se levantó, pero al volverse se dio cuenta de que la estrecha puerta que conectaba su habitación con la de Esteban había desaparecido. No tenía ningún sentido. De repente, cuando mira hacia la puerta principal, ve una figura caminando por el pasillo. Estaba bastante oscuro y por eso no fue posible identificar a la persona. Tal vez fuese Esteban, entonces ella va tras él. El individuo acelera el paso y baja las escaleras. María se mueve rápidamente para intentar alcanzarlo, pero él entra al comedor. Ella lo sigue y se encuentra con un espectáculo inusual. Había gente en la mesa. Se parecían a su familia, pero no podía verles la cara. De repente, está sentada a la cabecera de la larga mesa. María se asustó mientras todos reían entre ellos. Eran ocho personas, parecían Esteban, Bruno, Fabiola, Daniela, Carmela, Servando, Alba y Demétrio. ¡Imposible! _ Ella pensó. De repente la risa cesa y todos vuelven sus cabezas sin rostro hacia ella. Se escucha una voz que viene desde su izquierda _ No sé quién te invitó a cenar y no me importa. Si quieres quedarte, puedes hacerlo, solo que el lugar que ocupas es mío, así que levántate y siéntate en otro sitio_ María conocía esas palabras, se dio vuelta y era Montserrat. Estaba muy viva, era humana y le hablaba. María queda paralizada y entonces aparecen dos voces más _ ¡Fuera de ahí! Este lugar pertenece a nuestra madre. ¡Estás ocupando un lugar que no te pertenece! _ Eran Estrella y Héctor. Tenían caras, pero ninguna expresión, ni siquiera la miraban, tenían la mirada vacía y perdida. _ ¡Esteban! _ Dijo María con voz temblorosa _ Estevão no tiene nada que ver en esto. Levántate o te levanto. _ Dijeron todas las personas en la mesa, haciendo que el eco se repitiera por toda la sala. María se tapó los oídos con las manos y cerró los ojos. _¡María! _ Dijo Montserrat repitiendo su nombre hasta que despertó de la pesadilla, fue Esteban quien repitió su nombre. Estaba tirada en el suelo de la habitación, pero era la habitación de Alba. Estaba agachado junto a ella y tenía una expresión de miedo en su rostro.

Esteban: María, ¿qué haces aquí? ¿Y en el suelo?

María (se sienta. Está confundida): No lo sé. Ni siquiera sé cómo llegué aquí.

Esteban (la ayuda a levantarse): Debes haber estado sonámbula.

María: Es tu culpa por tirar la medicina. ¿Entiendes por qué los necesito?

Esteban: No necesitas medicamentos, necesitas ayuda profesional. Busquemos un psicólogo. (Le toma la mano).

María (lo suelta): En realidad no. Esta es una mala etapa, sólo necesito dormir bien.

Esteban: Volviste a tener pesadillas, ¿no?

María: Soñé con la mujer del retrato. Ella quería mi lugar.

Esteban: ¿Otra vez la mujer del retrato? Desde ayer no paras de hablar de ella y todavía no entiendo por qué ya que no me has contado nada.

María (Prefiere no decir lo que sabe y oculta): Yo tampoco lo sé. Empecé a recordarla a ella y al pasado.

Esteban: No. Usted caviló sobre el pasado. Esto es diferente. Volviste para quejarte de todas las cosas por las que pasaste hace dieciocho años.

María: Perdóname. Usted tiene razón. Creo que todo este asunto del dolor me trastornó la cabeza y terminé desquitándome contigo.

Esteban: Está bien, pero de todos modos insisto en que consultes a un profesional.

María: No lo necesito y no lo quiero. Tomaré más pastillas y después de unas diez noches de sueño volveré a la normalidad. ¡Confía en mí!

San Roman - EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora