Capítulo 11: No Lo Sé...

63 2 0
                                    

–A pesar del golpe en su cabeza no le dolía, no lo sentía... Se levante cuidadosa pero rápidamente y se mira al espejo en busca de alguna señal de un posible golpe o algo por el estilo, ya que sabe que fue bastante fuerte el golpe,,, lo suficientemente fuerte como para dejar marca, pero no encuentra nada, solo algún que otro moretón pequeño por lo de anoche, por lo que se despreocupa y dale del baño. Busca su uniforme para cambiarse y poder empezar el trabajo del día.–

...

–Decide ponerse medias negras con bordes rojos largas a juego con el uniforme para ocultar los moretones y marca de sus piernas para que no las vieran los demás. Se mira al espejo de su cuarto... sintiéndose muy rara,,, distante. Como si no fuera real. Se tocaba los hombros, bajando las manos por los brazos, sintiéndose fuera de si. Despues de unos minutos alguien toca su puerta con cuidado.–

–Adelante, está abierto.

–Se cubre los brazos con unas mangas largas sueltas, a juego con sus medias y su uniforme y se acerca a la puerta cuando la abren, era Brunnhilde quien la venía a buscar para empezar a trabajar. Brunnhilde notó una leve palidez en la tez de Stella, lo que la hizo detenerse por un segundo y mirarla con curiosidad–

Brunnhilde: ¿Estás bien? Te ves algo pálida.

–Dijo con algo que parecía preocupación. Stella levantó la vista y se encontró con la mirada atenta de Brunnhilde. Intentó sonreír, pero la expresión que logró mostrar fue débil y tambaleante, una sombra de lo que solía ser su confianza. La sonrisa que intentaba forzar parecía más una mueca de esfuerzo que un signo auténtico de bienestar, y su mirada revelaba el cansancio y la angustia que trataba de ocultar. A pesar de su intento por aparentar normalidad, el agotamiento y la preocupación eran evidentes en cada línea de su rostro.–

Stella: Estoy bien –mintió en voz baja, evitando cualquier mayor escrutinio por parte de Brunnhilde, que miraba fijamente sus rasgos. Sintiéndose un poco incómodos después de su breve encuentro, ambas caminaron hacia las instalaciones principales, donde se encontraban las cosas de limpieza, en silencio, cada uno absorto en sus pensamientos hasta que llegaron al lugar.–

–El ambiente se sentía raro, como solía ser cada vez que estaba allí, pero en esta ocasión la sensación era mucho más intensa. El entorno parecía aún más distante y áspero de lo habitual, cargado de una hostilidad que resultaba evidente. Era un lugar desabrido, frío y desagradable, una atmósfera marcada por una indiferencia palpable y un frio desinterés casi tangible que hacía el entorno aún más incómodo y displacentemente opresivo.–

–En el interior, las intensas llamas de la lavadora y el aroma químico se entrelazaban, creando una sensación abrumadora que golpeaba los sentidos de Stella con fuerza. La combinación de calor y el olor penetrante la envolvía, haciéndola sentir desconectada del entorno. Brunnhilde, al notar la distracción de Stella, se separó con la intención de asignarle una lista de tareas. Sin embargo, la joven parecía perdida en sus propios pensamientos, su mente vagando lejos de la realidad inmediata. No fue sino hasta que escuchó la voz de Brunnhilde llamándola que Stella volvió lentamente al presente, su atención finalmente capturada por la situación que tenía frente a ella.–

–“(Entiendo)” –murmuró, sin dar mayor importancia a las palabras de Brunnhilde. Se acercó a la máquina, su mente aún vagando, y comenzó a preparar su trabajo con un gesto automático. La rutina parecía ser un respiro necesario en medio de su confusión y el caos que la envolvía.–

–Después de unas dos horas que se sintieron como una eternidad, casi como si hubieran sido diez, Stella finalmente terminó su trabajo de limpieza en el lavadero. Acomoda todo meticulosamente y sale dispuesta a continuar con sus tareas. Se dirige hacia la zona de las habitaciones para comenzar a limpiarlas, pero en el camino nota algo extraño. El ambiente estaba inusualmente tranquilo y silencioso. No había nadie cerca; el lugar estaba desierto y sereno, sin combates ni discusiones que perturbaran el silencio. No se escuchaban juegos ni el más mínimo ruido, ni siquiera el canto de un grillo. Solo se oían sus propios pasos resonando von un inquietante eco en el silencio abrumador, acentuando la sensación de vacío y calma inquietante que la rodeaba.–

La Esclava Del Olimpo - El Juego De CazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora