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Sentía en la lejanía el acompasado sonido de un crepitar repetitivo, mas no era molesto, era reconfortante. Escuchar aquello reafirmaba su presencia. Sonrió para si mismo. Le resultaba curioso el hecho de no sentir frío, calor o incomodidad alguna pese a la extraña posición en la que percibía, estaba colocado. ¿Iba sentado? ¿Estaban sus brazos atados? No podía moverlos, quizá no lo estaba intentando ¿era así?
Abrió los ojos y los cerró, solo para abrirlos nuevamente.
Iba en algo que se movía y se movía y se movía, nadando suavemente, vio un poco más abajo, comprobando que efectivamente se hallaba atado en cordel de cabellos dorados y enmarañado en ropas gruesas y mantos.
*por esto no me puedo mover, pero que es esto tan bonito*
El caballo seguía avanzado al mar de finos granitos que empezaban a tornarse gruesos y pesados solo para destrozarse y volverse en miles de granitos (nuevamente) que no podía contar bien así que abandonó la labor, que exhaustivo contarlos todos.
Intentado cerciorarse de no estar soñando, probó moverse de nuevo pero nuevamente su cuerpo no cedió, sin embargo, los cabellos no se hallaban ya, era algo invisible y sumamente pesado lo que lo aprisionaba en su lugar, intentó protestar, pero su lengua era una piedra y sus labios una tela de seda gruesa sin aperturas. No importaba. Ya después se preocuparía de eso. Ahora solo quiere deshacerse del repentino fuego en su cabeza. Mueve la cadera lo mas que puede, una o dos pulgadas y se siente deslizar por la derecha del animal, casi al instante un tacto frío se posa en su mejilla derecha, lo sujeta de caer y la sensación fría en contraste con su sofocante calor expande una ola tibia por su cuerpo entero, buscando instintivamente más de aquella textura, oye por fin su propia voz en un jadeo ahogado.
Abre los ojos otra vez, con dificultad y ve la figura frente a él, dice algo, pero no lo oye, la oscuridad abruma su mente y cede al peso de sus parpados mientras siente como es levantado sobre el caballo.

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Calor. Fuego. Sueña estar junto a la candela ardiente y su piel pica, se retuerce pero el fuego no lo abandona, ruega a Rah, clama a Osiris, llora sin lágrimas, es demasiado calor... Y de pronto... frio, un poco del alivio clamado a su interior, en su cabeza hay una hoguera y en su mente resuena un zumbido, pero el frio es un rio tranquilo que recorre sus venas poblando su cuerpo sediento y calmando su desconsuelo.
—Beck— susurra
Siente la hierba y el rocío a través de la fina tela de su vestido, el ligero viento del este que golpea sus brazos desnudos, el olor de la fértil tierra húmeda y las rocas mojadas despiertan su adormecido apetito. Siente la vida a su al rededor. Un oasis.
No a todos esos los extinguió el fuego de la ira de Seth.
La luz de Rah fulminaba a su placer, podía sentirlo calentando su piel, su luz penetraba sus parpados sin consideración, levantó la mano para cubrirse pero al parecer en la dirección equivocada y sin temor al resplandor, abrió los ojos, observando a su sorpresa la absoluta noche, sus manos de pronto estaban frías cual témpanos de hielo sus mejillas ardían y no sentía la nariz.
Al sentarse a ver al rededor, quitó ligeramente las cobijas que lo protegían del frío, posó las manos fuera de la tela, ahí en el pasto, frío y rasposo.
¿Qué hacía ahí? O mas importante ¿en donde del endemoniado mundo era "ahí"?
Se giró con rapidez a todas direcciones hasta que sus ojos encontraron lo que buscaba.

—oh, casi te confundo con una montaña— habló y se extrañó de lo sencillo que fue pese al indefinido tiempo de inconciencia, su garganta estaba seca, si, pero nada que no pueda solucionar expectorando.
Se levantó y eso sí fue un problema, sintió las piernas débiles y calló, invadiéndolo un profundo dolor proveniente de corte en su muslo, el dolor lo dejó sin aliento, vómito un poco y le faltó el aire, obligándose a caer para atrás, respiró hondo buscando calma y el viento le ofreció una molestia punzante en las cienes. Que esperaba.
Se levanto una vez más, ya con más fuerza en una pierna que en la otra y precaución, el mundo giró un par de veces antes de llegar a él. 

—...—solo lo observó a una distancia prudente y sin más se marchó a explorar este oasis.

Pasaron quizá 2 horas, ningún vestigio de Rah en lo alto. Bek volvió, Horus se había movido apenas,  vestía únicamente un manto de grabados delicados sobre su típica ropa de seda blanca, o por lo menos era blanca. El caballo reposaba junto a la laguna, visiblemente agotado, asique no lo molestó. Muy a pesar de ser un pequeño habitad natural, pudo notar que el mismo no emitía ningún ruido animal, solo el viento en las hojas, en los oídos y...

—Hhator..— un susurro.

—¿¿Horus??— se acercó a prisa, creyéndolo despierto.
Corrió a su izquierda, hacia donde se encontraba acostado. Él dormía, con una expresión cuya única definición reside en dolor, sus cejas curvadas he flexibles en una perpetua curva, sus labios entre abiertos dejaban oír su agonía tras el nombre del culpable y sus ojos...firmemente cerrados, evitando la realidad de su ausencia, liberaba su sufrimiento en un pequeño Nilo que se fundía en la hierba.
Recordó de pronto, las noches en vela en el palacio, cuando en su mente se infiltraba un pensamiento intruso. Se levantaba y caminaba tras pacillos a un paso lento hasta llegar al claustro real, donde siempre encontraba a su bella mujer llorando su lecho, sus ojos se encontraban y el cause dormía pasiva, esperando al siguiente ocaso.

—Horus, es un sueño despierta— zarandeó como pudo su cuerpo, tocó sus manos, grandes y duras, sus hombros, anchos y firmes, su pecho, fuerte y seguro, pero... Porque entonces aquel dios se veía tan mortal? Sentía cómo el extraño le arrebataba a su amigo y no lo iba a dejar.

—Horus— insistió —!!Horus¡¡¡ ah! —
Él despertó tomando a Bek por la muñeca con fuerza considerable. Haciéndolo a un lado con brusquedad, viendo a la nada con los ojos dilatados.

—¡Ey soy yo! Soy ¡¡Soy Bek!!— busco con prisa su mirada, que parecía imposible encontrar, intentó vanamente apartarse, sin embargo el agarre fue perdiendo fuerza con forme contemplaba su presencia y eso lo calmó un poco. Se quedó callado, moviéndose apenas, en los segundos que la mirada ajena recorría su cuerpo, subiendo a su rostro.

—Horus— le susurró ofreciéndole una sonrisa como tregua a su pequeño combate.
El abrió la boca pero no formuló palabra alguna, observaba el rostro del más joven reconociendo las facciones, buscando en su memoria un ancla y lo halló, tiró del brazo de Bek hacia sí, acercando a centímetros sus rostros, Horus bebió de su aliento.
Bek estuvo a punto de protestar, hasta que sintió tan repentinamente como la cercanía, el aroma de los granos de café y la madera de caoba húmeda, proveniente del cuerpo contrario, que lo enmudeció, aturdiendo cierta parte de sus sentidos.
—que...que estás...—
—Hhator...—
—...¿Que?—
Sin esperarlo, él lo besó. Tomando con sus dedos su mentón, apretando su cuerpo contra el suyo, aprisionándolo. Poco le costó tomar conciencia y tiró de la ropa del Dios para alejarlo, pero él no se movió una sola pulgada, logró girar un poco el rostro y tomar el aire que que su cuerpo exigía tras el asalto, pero casi de inmediato la misma mano se curvo en su mandíbula posicionándolo de frente y reclamando sus labios, estaba siendo devorado por una fiera carnívora.
El aroma se disperso en el aire y se perdió.

—¡Horus basta!— gritó cuando liberó sus brazos y cubrió la boca de hombre. Arqueando si espalda hacia atrás, evitando en lo posible el intercambio de temperatura de sus cuerpos.
—por favor...Mehurt..— *¿era ese uno de los nombres de la diosa?* 









Una actualización después de años... mínimo debe ser larga

Consuelo para su corazón (actualización lenta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora