Prueba de fuego I

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-Muy bien. Este es el trato. Tenemos que llevarlos a los once de tu grupo hasta el refugio. Para eso, solo me va a acompañar una persona más: se llama Brenda y es un genio. Necesitamos su cerebro. Y si lo logramos y resulta que no hay cura para nosotros, no tengo que aclararte cuáles serán las consecuencias.

-Vamos -dijo Thomas con sarcasmo-. Yo creí que éramos amigos.

-En fin. No somos amigos, cuate. Somos socios. Yo te llevo hasta CRUEL y tú me consigues la cura. Ese es el trato, o correrá mucha sangre.

[...]

-Primero, tenemos que buscar comida para esta gente. Yo sé que resulta una locura compartir con un puñado de extraños la papa que tanto trabajo nos costó conseguir, pero creo que su ayuda puede venirnos bien. Denles el cerdo y los frijoles. De todos modos, ya estoy harto de esa porquería -comentó. Uno de los Cranks se rio disimuladamente. Era un diminuto alfeñique, cuyos ojos se movían como flechas de un lado a otro-. Segundo, dado que soy un caballero y un santo varón, he decidido que no voy a matar al cretino que me atacó.

Thomas escuchó algunos quejidos de decepción y se preguntó cuánto tiempo haría que esa gente tenía la Llamarada. Pero una chica, una hermosa adolescente un poco mayor, de pelo largo asombrosamente limpio, puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza como si pensara que todo ese ruido era una estupidez. Thomas se descubrió deseando que fuera la tal Brenda que iba a ir con ellos.

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En cambio, Minho reaccionó de diferente forma. Apenas Jorge reveló cuál sería el castigo, se puso de pie y se habría arrojado encima del jefe si la chica hermosa no se hubiera acercado al instante y le hubiera colocado un cuchillo bajo el mentón. Brotó una gota de sangre roja que brilló bajo la luz del sol que se filtraba por las puertas ruinosas. Minho no podía ni hablar, pues corría el riesgo de recibir una herida grave.

-Este es el plan -dijo Jorge pausadamente-. Brenda y yo vamos a acompañar a estos parásitos al depósito para que coman algo. Luego nos reuniremos todos en la Torre, digamos, en una hora a partir de este momento -miró su reloj-. A las doce en punto. Traeremos la comida para el resto de ustedes.

-¿Por qué solo tú y Brenda? -preguntó alguien. Al principio, Thomas no pudo ver de quién se trataba, pero después descubrió que había sido un hombre. Era tal vez la persona de más edad en la habitación-. ¿Qué pasa si te atacan? Son once contra dos.

Jorge entrecerró los ojos con una expresión burlona.

-Barkley, muchas gracias por la lección de matemáticas. La próxima vez que no recuerde cuántos dedos tengo en los pies, voy a recurrir a ti para que me ayudes a contar. Por el momento, cierra tu bocota y conduce a todos a la Torre. Si alguno de estos cretinos intenta algo, Brenda cortará al señor Minho en pedacitos mientras yo me encargo de los demás. Están tan débiles que apenas pueden mantenerse en pie. ¡Vayan de una vez!

[...]

Barkley lanzó una carcajada como para salvar la dignidad y luego se dirigió hacia el mismo pasillo que Thomas y Jorge habían tomado. Agitó la mano para que lo siguieran, y pronto hasta el último Crank se arrastraba detrás de él, excepto Jorge y la hermosa chica de larga cabellera castaña. Ella todavía mantenía el cuchillo en el cuello de Minho, pero lo bueno era que se trataba de Brenda.

Una vez que el grupo de gente infectada por la Llamarada dejó la habitación, Jorge le echó a Thomas una mirada casi de alivio; pero después sacudió la cabeza sutilmente, como si los otros todavía pudieran oírlos.

Thomas percibió un movimiento de Brenda. Al volverse a mirarla, comprobó que retiraba el arma del cuello de Minho y daba un paso hacia atrás, mientras secaba distraídamente la marca de sangre en sus pantalones.

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