La cura mortal VI

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—Es importante que hable con él —lo que Thomas realmente quería era encontrar a Minho y a Brenda. Con Brazo Derecho o sin él, sabía lo que tenían que hacer: ir al Laberinto, sacar a todos y conducirlos a la Trans-Plana.

[...]

—¿Dónde están Brenda, Minho y todos los demás? —preguntó.

Gally apuntó con la cabeza hacia el cuarto de al lado.

—Están todos allí adentro; dijeron que no harían nada hasta que tú regresaras.

[...]

Thomas no esperó la reacción de Vince. Sujetó a Gally del brazo y se alejaron juntos con rapidez. Después corrieron hacia la oficina y se escabulleron en el interior.

Minho fue el primero que se acercó a Thomas y lo envolvió en un abrazo de oso, ante la mirada incómoda de Gally. Luego llegaron los demás. Brenda, Jorge, Teresa, hasta Aris. Thomas se sintió mareado entre el vértigo de tantos saludos e intercambios de palabras de aliento y bienvenida. Estaba especialmente emocionado de ver a Brenda y el abrazo de ella fue más largo que el de los demás. Pero por más agradable que fuera, sabía que no tenían tiempo para eso y se apartó.

—No puedo explicarles todo ahora. Tenemos que ir a buscar a los Inmunes que CRUEL secuestró, y después debemos encontrar una puerta trasera que me enteré que existe; es una Trans-Plana. Hay que hacer todo esto deprisa, antes de que el Brazo Derecho derribe el complejo.

—¿Dónde están los Inmunes? —preguntó Brenda.

—Sí. ¿Y de qué te enteraste? —añadió Minho.

Thomas nunca pensó que pronunciaría las palabras que dijo a continuación:

—Tenemos que regresar al Laberinto.

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Brenda examinó el mapa de Thomas y dijo que sabía exactamente cómo llegar allí. Luego le entregó un cuchillo, que él sujetó con fuerza en su mano derecha, al tiempo que se preguntaba si su supervivencia dependería de esa simple hoja delgada. Se deslizaron fuera de la oficina y se encaminaron a la puerta doble, ante los gritos de Vince y de los demás, que les advertían que estaban locos y que terminarían muertos en pocos segundos. Thomas ignoró cada una de sus palabras.

[...]

Con Brenda como guía, doblaron un recodo y bajaron un tramo de escalones. Tomaron un atajo a través de un viejo depósito y anduvieron por otro largo pasillo. Descendieron más peldaños. Hacia la derecha y luego hacia la izquierda. Thomas mantenía un ritmo veloz, sin dejar de estar atento ante algún peligro. Nunca se detuvo, jamás hizo una pausa para recuperar el aliento ni dudó de las indicaciones de Brenda. Una vez más, era un Corredor y, a pesar de todo, la sensación le resultó agradable.

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—Ya están todos —anunció y se enderezó con un resoplido—. Bueno, los que sobrevivieron. Supongo que ahora entendemos por qué nos dejaron entrar tan fácilmente: los mierteros Penitentes se encargarían de rebanarnos para que no lográramos salir. Chicos, tienen que ir al frente para ayudar a Brenda.

—¿Entonces ella está bien? —preguntó Thomas mientras una inmensa paz se apoderaba de él.

—Sí. Ya está adelante.

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Zigzagueó entre hombres, mujeres y niños hasta que por fin divisó a Brenda. Ella se abrió camino hasta él, lo envolvió en un abrazo y le dio un beso en la mejilla. Thomas deseó con todas sus fuerzas que la lucha acabara ahí mismo, que estuvieran seguros sin tener que dar un paso más.

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