Prueba de fuego VI

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Asediado por sus reflexiones, daba vueltas en el suelo mientras el día se iba volviendo cada vez más sofocante. Le disgustaba el hecho de que ya casi se hubiera acostumbrado a la ausencia de Teresa. Por si fuera poco, tenía la sensación de que la había traicionado al hacerse amigo de Brenda y estar tan cerca de ella.

Ironías de la vida: su primer instinto fue despertar a Brenda y hablar con ella acerca de sus inquietudes. ¿Estaba mal? Se sintió tan estúpido y frustrado que le dieron ganas de gritar.

[...]

Brenda, que había tenido un sueño bastante intranquilo, por fin se incorporó con un gran bostezo.

—Buen día. O buenas noches. Como sea.

—Otro día más vivos —respondió Thomas, y luego se dio cuenta de que era probable que Newt no supiera quién era Brenda. Ignoraba totalmente lo que había pasado con el grupo desde que le habían disparado—. Estoy dando por sentado que ustedes ya se conocen. Si no es así, Brenda, este es Newt. Newt, Brenda.

—Sí, ya nos conocemos —Newt se estiró y le dio la mano en un gesto burlón—. Pero gracias de nuevo por cuidar que no mataran a este maldito marica mientras andaban de fiesta.

Una leve sonrisa se insinuó en el rostro de Brenda.

—Sí, de fiesta. La parte que más disfruté fue cuando esa gente trataba de cortarnos la nariz —afirmó, con una expresión entre avergonzada y desesperada—. Supongo que no falta mucho para que yo sea uno de esos psicópatas.

A Thomas no se le ocurrió la forma de responder a ese comentario.

—Nosotros tampoco debemos estar muy lejos de eso. Recuerda que…

Brenda no lo dejó terminar.

—Sí, ya sé. Ustedes me van a llevar hasta la cura mágica —exclamó. Entonces se levantó, dando por terminada la conversación.

Thomas le echó una mirada a Newt, quien se encogió de hombros. Después, mientras se ponía de rodillas, Newt se inclinó y le susurró al oído:

—¿Es tu nueva novia? Le voy a contar a Teresa —sonrió con disimulo y desapareció.

Abrumado por toda la situación, Thomas permaneció sentado unos instantes. Teresa, Brenda, sus amigos. La advertencia que había recibido. La Llamarada. El hecho de que solo tuvieran unos pocos días para cruzar esas montañas. CRUEL. Lo que les esperaba en el refugio y en el futuro.

Demasiado. Todo era demasiado.

[...]

Durante la marcha no se escuchaban muchas conversaciones. Brenda se mantenía cerca, pero en silencio. Ni siquiera hablaba con Jorge. Thomas odiaba cómo estaban las cosas en ese momento. De pronto todo se había vuelto extraño e incómodo entre ellos. Le gustaba Brenda, tal vez más que nadie, aparte de Newt y Minho. Y de Teresa, por supuesto.

[...]

Las piernas de Thomas estaban un poco cansadas, pero se sentía vigoroso. Las montañas se hallaban cada vez más cerca. El aire había refrescado considerablemente y resultaba muy agradable. Brenda se mantenía callada y distante.

Y continuaron el viaje.

Cuando los primeros indicios del amanecer pintaron el cielo de azul profundo y las estrellas comenzaron a apagarse, Thomas finalmente reunió valor para acercarse a Brenda y hablar de algo. Cualquier cosa. Ya se distinguían los acantilados a lo lejos; los árboles muertos y los trozos de rocas desparramadas se volvían más nítidos. Estaba seguro de que, en el momento en que el sol brotara en el horizonte, habrían llegado al pie de las montañas.

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