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25 de diciembre 2022

Cuando despierto Maxwell ya está deambulando por la casa.

No lo escuché dormirse a mi lado, pero su lugar está deshecho en la cama así que debe haber estado allí al menos un rato.

Me aseo y bajo hacia la cocina siguiendo el sonido de su voz y el aroma del chocolate caliente que siempre he disfrutado tomar.

Él está de pie en la cocina, con pantalones de chándal y una camiseta oscura, no recuerdo haberlo visto tan cómodo desde que nos casamos, a excepción de algún domingo en que regresé temprano de la casa de mis padres.

Recargo mi hombro en el marco de la puerta para mirarlo moverse, toma el cuchillo grande y comienza a cortar una cebolla hábilmente, luego puerro y un par de tomates; coloca una sartén sobre la estufa y la enciende para girarse a hacer otra cosa, entonces me ve.

—Buenos días ¿Cómo dormiste? —saluda llevando una mano a su oreja, retira el auricular y lo deja sobre la barra.

Mi nuevo enemigo a partir de ahora.

—Bien —murmuro frunciendo los labios, él lava sus manos mientras yo me acerco para sentarme frente a él en uno de los banquillos —. ¿Rocco no ha llamado?

—Le envié un mensaje hace unos minutos, dijo que estaba esperando a su asistente para que trabajaran con muérdago lo antes posible —Asiento torciendo los labios.

—Gracias —murmuro en respuesta viéndolo moverse, toma una de mis tazas estampadas de corazones y luego vierte el líquido marrón en ella.

De ahí el aroma del chocolate, vierte un poco de leche y lo mezcla con una cucharilla, mientras hace esto recuerdo nuestra conversación anoche en el camino y al llegar aquí, entonces humedezco mis labios antes de preguntar:

—Quiero que seas honesto conmigo... —Me mira de reojo —. ¿Has conocido a alguien? —Maxwell frunce el ceño sin entender mi pregunta mientras vierte tres malvaviscos grandes dentro de mi chocolate caliente, también deja caer dos trozos de chocolate blanco y raya un tercero sobre los malvaviscos antes de colocar la taza frente a mí en la barra.

—¿A qué te refieres? —cuestiona, pero yo sigo mirando la taza que ha dejado frente a mí.

El chocolate con leche es mi favorito, el único paso que se ha saltado es la crema batida que suelo poner sobre este al terminar, pero incluso ha recordado que prefiero agregarle trozos de chocolate blanco en lugar del negro.

—Si no has estado conmigo...

—No, Chloe —Tuerzo los labios y muerdo mi lengua para evitar decir lo que pienso —. No me mires de esa forma, no te he sido infiel.

—Casi siempre estás fuera de casa, no eres un santo —replico y él se encoge de hombros.

—Siempre estoy en la oficina, puedes contratar un detective si quieres —musita despreocupado —. Aunque probablemente encuentre que lo hice en los años de nuestro compromiso.

El muérdago que nos unió ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora