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26 de diciembre 2022

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26 de diciembre 2022

—Cuando tenías diecisiete quemabas hasta el agua.

—Linda forma de hablar de tu esposa, Maxwell Densmore —Entrecierro mis ojos mientras recargo la espalda en la pared lateral de la cocina observándolo.

Se acerca y me entrega la taza blanca con chocolate caliente y un montón de pequeños malvaviscos, lo cual solo hace más firme mi idea de que no fue coincidencia que la despensa estuviera llena porque ¿Qué ama de llaves compraría malvaviscos solo porque sí?

—¿Pero es verdad o mentira? —desafía arqueando una de sus cejas mientras me observa de cerca, levanto un hombro tomando la taza de entre sus manos.

—He mejorado —resuelvo encaminándome hacia la sala, muérdago viene hacia mí recargando su cabeza en mis muslos cuando me siento, acaricio su cuello con mi mano libre —. ¿Y tú cómo estás? ¿Muy frío? —mi mascota hace un sonido agudo cerrando los ojos mientras continúo acariciandolo.

Maxwell viene a sentarse a mi lado trayendo su propia taza con chocolate y ambos observamos el fuego de la fogata reflejarse en la ventana de la izquierda.

Al final decidimos solo saludar a sus hermanos y no unirnos a la reunión frente al fuego, para ser honesta no tengo tantas ganas de socializar, mucho menos en el frío.

Tampoco es como que Maggie y Cole Densmore sean mis personas favoritas de esa familia.

Nunca me han agradado, ni siquiera los padres de Maxwell, afortunadamente no porque tengan algo contra mí, en general puedo convivir con ellos unas horas, sino por su comportamiento con mi esposo.

La presión que suelen poner sobre sus hombros no es normal para mí y, aunque él no parezca tener problemas con ello, sé que a veces la pasa mal.

Maxwell acaricia a muérdago entre las orejas y se inclina para murmurarle algo que no entiendo, pero yo lo observo a él.

Su cabello rubio está desordenado, los irises grises enmarcados por pequeñas líneas rojizas en sus ojos como si no estuviera durmiendo.

Él siempre llega tarde a casa, si realmente ha estado en la oficina todo el tiempo no puedo entender como hace para levantarse temprano al mismo tiempo.

—Max...

—¿Sí?

—¿Puedes...llegar más temprano a casa? —Su rostro se levanta hacia el mío y se encoge de hombros.

—Seguro.

—Quiero que cenemos juntos al menos un par de veces a la semana.

—Lo haremos todos los días, no te preocupes —Muerdo mi labio inferior mientras lo observo todavía acariciando a mi mascota.

—Y quiero que tengamos citas —comento sintiendo mis mejillas calentarse.

—Lo haremos, mi vida —finalmente se endereza en su lugar antes de estirarse hacia mí y presionar sus labios sobre los míos —. Tendremos todas las citas que podamos, viajaremos a donde quieras y haremos todo lo que se supone que deberíamos haber hecho estos meses.

El muérdago que nos unió ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora