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26 de diciembre 2022

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26 de diciembre 2022

—¿Nos vamos?

Miro a Max mientras salgo de la casa, me aseguro de cerrar la puerta acomodando la correa de mi bolso en mi hombro y me acerco a donde él mantiene la puerta del auto abierta para mí.

—¿Crees que Rocco esté en la clínica? Es temprano.

—Ya lo llamé, estará ahí para que podamos llevarnos a muérdago —Asiento y Maxwell extiende sus manos hacia mi cara, acomoda mi gorro de lana negro sobre mi frente antes de señalar el auto.

—¿Realmente no tienes nada qué hacer aquí?

—Nada —Paso mi peso de un pie al otro llevando mis manos a los bolsillos de mi abrigo.

—¿De verdad?

—Chloe, mi vida ¿Qué estás pensando? —Contengo la manera en que la comisura de mis labios quiere alzarse cuando me llama así —. No voy a dejar nuestras vacaciones a la mitad por trabajo ¿eso es lo que te inquieta?

—El trabajo es importante.

—Tú eres mi esposa, mucho más importante —Vuelve a señalar el auto —. Y no deberías estar congelándote el lindo trasero, entra al auto para que podamos irnos.

Me deslizo en mi lugar y él cierra la puerta antes de rodear el auto para ocupar su lugar tras el volante.

Anoche no hicimos nada fuera de lo normal, acomodamos nuestras maletas, hablamos un poco sobre el tiempo de nuestro compromiso y las cosas que hicimos separados y luego fuimos a dormir.

—¿Realmente no quieres nada como regalo de navidad? —Frunzo el ceño estirando mi cinturón.

—No, y ya conseguiste que atendieran a muérdago, asume que eso funciona como regalo —resuelvo encogiéndome de hombros, dejando mi bolso entre mis pies —. Además, tampoco te estoy consiguiendo un regalo.

—¿Crees que merezco uno?

—¿Por qué no? —cuestiono tomando mi propio cabello entre mis dedos, él me mira antes de girar la llave haciendo que el motor cobre vida —. ¿Cuándo regresamos? ¿Deberíamos pasar por el supermercado?

—¿Cuándo quieres regresar?

—Debemos pensar en el trabajo, el día dos está bien, supongo —Lo miro expectante, pero él solo se encoge de hombros —. ¿Por qué pasas tanto tiempo en la oficina?

—Siempre hay trabajo qué hacer.

—¿Siempre? —Hace un sonido de afirmación y yo muerdo mi labio inferior antes de cuestionar—. ¿Y ahora? ¿Por qué no estás allá?

—Porque ya tienes suficiente mala imagen sobre mí —Levanto las cejas —. Y porque ya no siento la necesidad de evitarte.

Algo se aprieta en mi estómago y la piel de mi cuello se siente incómodamente irritada.

El muérdago que nos unió ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora