Capítulo 76

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Despierto entre suaves sábanas y palabras aún más suaves.

-Mi cosa bonita, mi pequeño Ty -ronronea Ángel en mi nuca, dejando perezosos besos y restregando su cara en ella cual gatito. Sus manos me rodean la cintura, manteniéndome cerca de su cuerpo grande y cálido. -, tan hermoso de buena mañana -canturrea, despeinándome con la mano juguetonamente antes de seguir besuqueándome, ahora trazando un camino de la nuca a los hombros. Me muerde el derecho.

-¡Ay!

-No he podido evitarlo, mi cosa dulce -murmura, mientas atrapa mi piel en sus dientes otra vez. Un escalofrío me recorre, pero la sensación es agradable. -, deja que lo solucione con unos besos. -y tan pronto lo dice, cumple su palabra: un camino hermoso de besos baja por mi columna y yo me relajo notando los tiernos y tórridos labios viajar por la hendidura de mi espalda.

Al llegar al extremo de mi ropa interior Ángel estira con sus dientes el elástico y lo suelta, dejando que azote mi piel. Doy un pequeño repullo a lo que él ríe. Después de eso se separa de mí y se queda sentado en el borde de la cama, pensativo.

Y yo también pienso. Pienso en la noche anterior y en esta hermosa mañana, es como si me hubiese despertado de una pesadilla, una real, de carne y hueso, que se descompone en el sótano. Pienso en mi infancia infeliz, en los años que se sumieron en una laguna y salen ahora a flote por mucho que desee hundirlos para siempre. Pienso en lo que he considerado mi vida desde la amnesia y hasta que fui secuestrado. Era tan vacía. Una calmada, sin grandes placeres, pero tampoco preocupaciones. Añoro un poco esa ignorancia, pero no la soledad. No quiero volver, incluso su pudiese revertir el tiempo creo que no cambiaría el día en que Ángel me arrancó de mi mundo. Aunque sí que cambiaría el día en yo arruiné el suyo.

Y una parte mala y egoísta de mí se alegra de que el pasado no pueda cambiar, porque el Ángel de ahora me hace feliz. Y lo hace de una forma casi mágica, como un pedazo roto que, milagrosamente, encaja con otro cual piezas de puzle; con él me siento entero.

Definitivamente lo pienso, que él ha sido hecho para mí. Irónicamente, ha sido hecho por mí. Mis malas decisiones han moldeado un yo más fuerte, más agresivo, más valiente, para devolverme por mil el daño que he hecho. Incluso si él me ama, me destruye, y yo sé que no tengo derecho a pedir nada mejor. De todos modos, lo echaría a perder si lo tuviese. Vaya a donde vaya, sé que no existe para mí otro sitio que no sea entre sus brazos. Él es mi hogar, tiene todo lo que siempre aprendí que tenía uno: los golpes, las súplicas, los dulces tactos de consuelo y las manos que tocan más de lo que uno desea.

Y yo tengo, a cambio, una personalidad tan torturada que es dócil. Soy ideal para este castigo.

Él se voltea, mirándome con modorra y mucho cariño, y me da un beso tierno en los labios para luego frotar la punta de su nariz con la mía, como dos esquimales.

-Iré a hacer la comida, ya es el mediodía -indica, riendo un poco cuando alzo las cejas con sorpresa -Luego, por la noche, saldremos ala bosque. Hay que enterrar los cadáveres.

-¿Los? -pregunto, con más normalidad y menos sorpresa de la que debería -¿Entonces sí que mataste a tus padres?

-Claro. -responde, casi ofendido, como si fuese lo más obvio del mundo.

-¿Y por qué no enterraste sus cadáveres antes?

Él se voltea hacia mí con media sonrisa en su rostro y dice:

-No sabía cómo sacarlos sin asustarte.

Entonces recuerdo la puerta misteriosa del sótano, el extraño tufo que, junto al hedor a cerrado y humedad, no me dejaba dormir, y se me hielas los huesos. Todo este tiempo que me he sentido solo en la oscuridad de mi habitación especial, no estaba realmente solo. La idea de tener dos cadáveres en descomposición a solo unos pasos de mí, tras una puerta de madera, me perturba demasiado. Me pregunto ¿Estarían sus ojos fuera de las cuencas mientras yo lloraba? ¿Tendrían los oídos taponados por larvas y gusanos mientras gritaba?

De pronto me siento nauseoso, imaginando como la piel descompuesta se resbalaba fuera del hueso mientras yo, a pocos metros, lamía del suelo la comida que Ángel me arrojaba.

Noto un beso en la mejilla.

-Vamos, me muero de hambre. -bromea Ángel antes de darme un pequeño mordisco en el hombro.

Y yo hago lo que siempre aprendí: trago esta amargura, como una pastilla que me asquea y me ahoga, y sigo adelante. Sonrío, porque el sótano estará lleno de cadáveres, pero mientras siga fingiendo que todo está bien aquí arriba, puedo seguir en la vida feliz que siempre soñé.

**Cap super cortito porque en nada subo el siguiente:) ¿Qué os parece?
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