"Ascenso" 005

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Los días previos a las clases se fueron volando. Phoenix y yo nos aseguramos de estar completamente preparadas. Revisamos manuales, estudiamos las características del F-16 y nos aseguramos de conocer cada detalle del avión. La ansiedad crecía cada día que pasaba.

Finalmente llegó el primer día de clases. Nos dirigimos a la base con una mezcla de emoción con nerviosismo. Al llegar nos encontramos con el resto del escuadrón, incluyendo a Rooster, Hangman y Coyote.

Las clases comenzaron con una introducción del F-16. El instructor,  un experimentado piloto de combate, nos guió a través de las especificaciones técnicas, los sistemas de armamento y las maniobras básicas. A medida que avanzaba la clase, la emoción se apoderaba de nosotros. Pronto estaríamos volando ese increíble avión.

Después de la teoría, nos llevaron al simulador de vuelo. Era la primera vez que experimentaríamos la sensación de pilotar un F-16. Uno a un, fuimos tomando los controles y realizando maniobras bajo la atenta mirada del instructor. La adrenalina fluía a medida que nos sumergíamos en la simulación.

Hangman demostró ser hábil desde el principio, realizando maniobras impresionantes. Coyote, también mostró destrezas notables. Rooster, siempre en ese papel de misterio, sorprendió a todos con su habilidad natural.

Llegó mi turno, y aunque estaba nerviosa, recordé todas las horas de estudio y visualización. Guíe el F-16 con confianza, ejecutando maniobras precisas. La sensación de control y velocidad era increíble. Al finalizar mi turno, el instructor elogió mi desempeño, lo cual me llenó de orgullo.

La semana siguiente continuó con intensas sesiones de entrenamiento. Aprendimos tácticas de combate, estrategias de vuelo en formación y practicamos aterrizajes y despegues. Cada día nos acercábamos más a la realidad de ser pilotos de combate.

La relación en el escuadrón se fortaleció. Compartimos risas, experiencias y desafíos. El compañerismo entre Phoenix, Rooster, Hangman y yo creció aún más. Aunque la sombra de la competencia estaba presente, reinaba el espíritu de apoyo mutuo.

La primera vez que subimos a en F-16 de verdad, fue un momento inolvidable. Sentir el rugir del motor, la aceleración en el despegue y la libertad en el cielo fue una experiencia única. La realidad superó cualquier simulación o sueño que hubiéramos tenido.

La última semana antes de la asignación oficial de misiones se caracterizó por una intensidad creciente. Las prácticas eran más realistas, las tácticas más complejas. Las expectativas y la tensión llenaban el aire.

Llegó el día de conocer nuestras misiones asignadas. Nos reunimos en la sala de operaciones con los demás pilotos. El comandante anunció las asignaciones uno por uno. Cuando mencionaron mi nombre y mi misión,  sentí  una mezcla de emoción y responsabilidad. Estaba lista para enfrentar los desafíos que se avecinaban.

En ese momento, miré a Phoenix, Hangman, Rooster y Coyote. Estábamos juntos en una nueva aventura, cada uno con su misión única. El camino que se extendía ante nosotros estaba lleno de incertidumbre, pero también de oportunidades.

Con el rugir de los motores y la visita del cielo abierto, nos dispusimos a abrazar nuestro destino como pilotos de combate de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. La próxima fase de nuestras vidas estaba a punto e desplegarse en un vasto horizonte de desafíos y emociones.

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