The arrival

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Rose Fairhell

Tan delicada como una Rosa, incluso su nombre y apariencia lo recalcaban

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Tan delicada como una Rosa, incluso su nombre y apariencia lo recalcaban.

Una joven de tan solo 17 años, la cual ya tenía todo su futuro previsto.
El cual cambio tras el regreso de su "amigo" Coriolanus.

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Con el regreso de Coriolanus Snow al capitolio, en donde al fin logro hacerle honor a su apellido así mismo obteniendo el poder y riquezas que tanto anhelaba.

Pero algo faltaba, en sus momentos de planificación observándose así mismo como el futuro presidente de Panem.

Le hacía falta alguien, la futura primera dama.

Y la primera persona que apareció en su mente fue Rose.
Ella era tan delicada y vulnerable desde el momento que se habían conocido en su niñez.

Ella no podría manipularlo o hacerlo vulnerable como Lucy Gray lo habia hecho.

Ella simplemente era perfecta, todo aquel que conocía a Rose tenia claro que ella solo era un objeto bonito que todo mundo halagaba pero que nadie tomaba en serio.

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Al llegar a la residencia de los Fairhell; Un penthouse demasiado lujoso y elegante al igual que la mayoría de las viviendas en el Capitolio.

Fue recibido por una de las sirvientas y guiado en dirección a la oficina de Windsor Fairhell.
El padre de Rose, y uno de los amigos más íntimos de su difunto padre.


Esa era una de las razones por la cual ambos jóvenes se conocían desde su niñez.

Pero durante la guerra ambas familias se distanciaron despues de que los Fairhell cayeran en la bancarrota al igual que la mayoría de las familias que ahora, igual que ellos volvieron a ser poderosos y llenas de riquezas.

Coriolanus suspiro y toco la puerta, dándole tres suaves golpes a esta. Se acomodo su saco azul oscuro y escucho las siguientes palabras; Adelante, Dijo el señor Fairhell.

Al entrar a la oficina, observo cada detalle y lo refinada que se veía. El señor Fairhell se levanto de su asiento y camino hacia Coriolanus.

-Como has crecido, Coriolanus.- Dijo el señor Fairhell frente a el y posó su mano en su hombro.

-Gusto en volver a verlo, Señor Fairhell.- Dijo el joven de forma amable, y ambos estrecharon sus manos. - Lo mucho que alguien puede cambiar en un año. - Respondió y Windsor se hizo un gesto para que tomara asiento frente a el ambos separados por el escritorio.

-Dime, Coriolanus...¿Por qué has venido? - Dijo en un tono serio pero con una leve sonrisa burlona en su rostro. - Dudo que hayas venido a visitarme sin razón alguna.

-Eh venido a hablar sobre...Rose - Respondió el joven y se formó una pequeña sonrisa en los labios. Mientras que el señor Fairhell solo asintió interesado.
-Con mi futuro ascenso a la presidencia. - Hizo una pausa y continuo - Rose seria perfecta como la primera dama, no cree?

El señor Windsor, estorbo una sonrisa en sus labios y rió.

-¿Sabes, Coriolanus? - Cruzo sus manos y lo miro escéptico. -Yo una vez hablé de esto con tu padre, en el nacimiento de Rose ambos bromeamos sobre comprometerlos. - Continuo. - Veo que ahora las cosas se estás volviendo realidad. - Finalizó.

-Entonces...si tengo su permiso para pedir la mano de Rose?- Pregunto con una sonrisa que reflejaban arrogancia y ambición en sus ojos. -Es a los que mis padres y a su esposa le hubieran gustado. - Bingo, pensó Coriolanus.

El señor Fairhell, suspiro y asintió.

-Mira, Coriolanus...tienes mi permiso -Hizo una pausa y sonrió. - Pero, Rose no se debe de enterar de esto -Dijo en un tono serio.

-¿Por qué no? Le va a alegrar volver a verme despues de un año - Insistió.

-Si, estoy seguro que se va a alegrar - Respondió en un tono sarcástico. -Pero después de tu pájaro cantor... - Hizo una pausa y dejo las palabras en el aire. - No queremos que ella se sienta como la segunda opción y se niegue, verdad? - Continuo usando sutilmente un tono de manipulación. - Y más después de lo triste que se puso cuando se enteró de ello.

Coriolanus simplemente asintió con la cabeza y pensó por unos segundos lo triste que tuvo que haber sido para ella y el último beso que tuvieron.

-Tiene razón - Finalmente respondió y se levanto de su asiento al igual que el mayor. - Gracias Señor, cuento con usted para esto - Ambos se estrecharon de las manos.

-¿Por qué no te quedas? Rose no tarda en terminar sus clases de ballet. - ¿Aún sigue con su patético pasatiempo del ballet? Pensó Coriolanus.

-Claro, gracias - Asintió y ambos fueron a tomar una taza de café en una de las múltiples salas de la casa.




Deal; Coriolanus SnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora