uno

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A Juanjo no le caía bien Martin.
Llevaban más de un año conviviendo pero para él parecían décadas. O eso le decía a sus amigos mientras se tomaban unas cervezas en un bar al lado de su facultad.

–No lo entendéis es que estoy harto.– Estiró el brazo buscando el mechero que Álvaro había dejado encima de la mesa. –Llega al piso y a veces ni me saluda, ¿dónde se ha quedado lo majo que era cuando hablamos por Instagram?

Álvaro se subió las gafas de sol y le dio una calada a su cigarro antes de hablar.

–Dale una oportunidad, amor.– Juanjo bufó. –Es verdad, las veces que he ido a tu piso y me lo he encontrado ha sido majo conmigo. Vamos, no me jodas, fuimos en época de exámenes con Paul y Bea a jugar al MarioKart y no se quejó de la que teníamos montada.– Bea asintió, a lo que él solo pudo rodar los ojos. –Ya solo por eso se merece el cielo.

–Álvaro tiene razón, y esto es una obsesión que tiene que parar. Sabemos más del Martin este que de tus padres, Juanjo.

–¡Porque me molesta!– Se sentía un niño pequeño y sabía que Bea lo estaba mirando, deseando que dejase de quejarse, pero sus amigos eran su única vía de escape ahora que vivía lejos de casa. –Aparte que si no me quejo a vosotros, ¿a quién coño me voy a quejar? Las paredes son más finas que un puto papel de fumar, si llamase por teléfono a mi madre él lo escucharía todo. –Hizo una pausa para inhalar el humo y luego continuó, –además, con lo friki que es, seguro que pega la oreja a la pared para escuchar lo que hago.

Sus ocurrencias despertaron una risa en Álvaro, que había empezado a recoger sus cosas y coger su mochila del suelo.

–Bueno, yo me voy que he quedado con Paul para hacer el trabajo. Mañana nos vemos amores, y, Juanjo, cariño, deja de ser tan cascarrabias que vives con un vasco mono. ¿Tú sabes lo que yo daría por poder recrearme la vista así todas las mañanas?– Lanzó un beso al aire y Bea le dedicó una sonrisa mientras que Juanjo, por su parte, le enseñó su dedo corazón.

–Que te den, Álvaro.

–Ojalá.

–¡Deja de aliarte con el enemigo!– Le gritó mientras se alejaba.

Volvió su atención a Bea, que ya lo estaba mirando guiñada por el sol. Le tocó la mano y le sonrió.

–Yo estoy por irme también que tengo que hacer mil cosas.– Juanjo echó la cabeza hacia atrás en un gesto exagerado.

–¡Bea, no! Me has prometido que ibas a quedarte hasta las seis mínimo.

–Juanjo...,– lo llamó para enseñarle como 18:07 brillaba en la pantalla de su móvil sobre una foto de ellos tres.

–Te lo suplico, te hago yo todo lo que tengas que hacer, por favor. Martin los jueves llega antes a casa, y como sabe que a mí se me suele hacer más tarde, siempre se pone en el sofá a ver la tele.– Su amiga le miró con una ceja levantada, sin entender muy bien el problema. –Vamos a ver, Bea, para llegar a mi habitación, tengo que pasar por el salón. Martin va a estar en el salón. Voy a tener que hacer la charleta incómoda porque quiero ser majo. ¿Ya o no?

–Juanjo, lo que tienes que hacer es hablar con él.– Se rio sarcástico. –¡Es verdad! No tienes ni idea de por qué actúa así contigo-

–¡Porque es un borde! Que yo entiendo que hace mucho frío en sus tierras pero chico...

–No me interrumpas,– le regañó. –A lo mejor le molesta algo de ti y no tiene la confianza suficiente para decírtelo. Cuando hablabais por Instagram porque quería alquilar la otra habitación estabas súper contento. Sigue siendo el mismo, habla con él y ya. No es tan difícil.

–Dios, Bea, odio que siempre parezcas nuestra mesías.– Su amiga le guiñó el ojo mientras se levantaba.

–Mi trabajo a tiempo completo. Me voy a graduar en ingeniería y problemas de gays.

–¿Tía?

–Problemas de mi gay y nuestro heterito adoptado.– Se levantó para abrazarla y ella lo miró extrañado. –¿No te vienes y cogemos el metro?

–Qué va, voy a acabarme la caña y el piti, así hago tiempo.– Bea se encogió de hombros y se despidió con la mano.

El sol de invierno le parecía una mierda. Le parecía lo mejor del invierno, pero duraba tan poco que le seguía pareciendo una mierda. Acabó bebiéndose lo que le quedaba de la cerveza de un trago solo para que le diese tiempo a llegar a la boca del metro antes de que anocheciera.
Hizo una nota mental de llamar a su madre en el trayecto hasta su casa, porque ante todo era paranoico y no quería que sus conversaciones fuesen escuchadas si la llamaba en el piso.

Recordó lo contento que estaba cuando encontró un compañero de piso tan rápido. Cuando se mudó a Madrid en su primer año, además de encontrar piso, lo más difícil fue encontrar a alguien de quien su madre se fiase lo suficiente como para dejarle convivir con su hijo. Acabó siendo una chica que conocía de su pueblo, aunque para este año ella había decidido mudarse con las amigas que había hecho en la universidad. Él deseaba llegar a compartir piso con sus amigos, pero Bea ya vivía con sus padres y Álvaro había optado desde el principio por una residencia. Es por eso que Twitter e Instagram fueron sus únicas opciones cuando su anuncio fue rechazado por todos los amigos de Facebook de sus padres.
Al final un chico un año menor le había hablado, y después de revisar su perfil cien mil veces, se decantó por él porque no es que tuviese demasiadas ofertas más.
Entendía que el piso era algo caro, que había puesto los anuncios demasiado tarde como para tener un amplio catálogo, pero cuando Martin le habló estaba tan contento que pensó que por fin podrían ampliar su grupo de amigos.
Si pudiera ahora se daría un tortazo. Había sido tan ingenuo, pensando que se llevarían bien. Además que nada de la tensión que se respiraba en el piso era por su culpa. ¡Él no había hecho nada! Cuando se vieron por primera vez, se dieron la mano, Juanjo le enseñó el camino hasta su habitación y Martin solo fue capaz de murmurarle un "gracias", y acto seguido cerrarle la puerta a un palmo de la cara.
El primer mes estaba desesperado, acostumbrado a contárselo todo con su antigua compañera no soportaba el nuevo silencio. Es por eso que las veces que las amigas de Martin, o sus amigos, se pasaban por casa, era como si los visitase un ángel. Martin parecía otro, también. Era tan agradable con todos los demás, tan atento incluso con Álvaro y Bea, que Juanjo tenía que hacer respiraciones profundas para no explotar en el sitio. No entendía sus actitudes, pero era demasiado orgulloso como para preguntar y parecer afectado.

Le colgó a su madre cuando estuvo enfrente de la puerta de su edificio.

–Ya he llegado, mamá.

–Muy bien, cariño. Hazte algo caliente para cenar, que hoy hace mucho frío.– Juanjo sonrió pensando en que lo único que tenía en su nevera eran congelados.

Se estremeció mientras subía las escaleras. Era consciente de lo que iba a ver: Martin sentado en el sofá, con una taza de café o de té y una peli con subtítulos puesta en cualquier idioma. No se había dejado ni uno por probar, las había visto en inglés, francés, japonés y una vez hasta creyó que era sueco. Giró la llave mentalizándose, pero lo que encontró fue muy diferente. Las persianas aún subidas, las luces apagadas y el piso helado y sumido en silencio. Martin ni siquiera había llegado.







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un poco de introo, para que conozcáis un poco a quienes van saliendo
yo amo el grupito de bea, juanjo y álvaro necesito formar parte urgente
tb decidme si queréis otro shippeo secundario porque no tengo nada pensado!!
un besitoo

am i homophobic? - juantin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora