seis

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Había pasado una semana. Y Juanjo ya se había encontrado con tres tíos diferentes en su cocina. Decir que estaba al borde del colapso sería rebajar bastante cómo se sentía.
Una de esas veces también se había encontrado con Martin en la cocina, mientras su ligue en cuestión le preparaba el desayuno. Había sido el momento más incómodo de su vida: salía de su habitación ya vestido (gracias a Dios), cuando frenó en seco viendo a Martin sentado en la barra de la cocina; cabe decir que no lo había visto desde que hablaron varios días atrás. Martin ni siquiera se giró a saludarlo, dio por hecho que quien había aparecido era Juanjo y no era merecedor ni de una mirada. Había sido su ligue el que le había sonreído y le había dado los buenos días. Al menos este era majo. Juanjo se limitó a coger una manzana y salir del piso lo antes posible, sin pararse a mirar si en algún momento Martin se había dignado a levantar la mirada de la pantalla de su teléfono.
Por suerte, las otras dos veces habían sido más parecidas a la primera, con Juanjo levantándose y encontrándose a algún tío sin camiseta al que saludaba e ignoraba todo lo que podía hasta que volvía a la seguridad de su habitación.
Las veces que se había encontrado con Martin en el transcurso de esos días habían sido incómodas y frías. Exactamente igual que al principio, solo que ahora era consciente de que Martin estaba enfadado y sí que tenía razones para estarlo.
Debería estar sintiéndose culpable, pero se veía incapaz, porque algo dentro de él seguía molesto cada vez que se levantaba y descubría que, otra vez, Martin había salido y había encontrado a alguien con quien pasar la noche.

Ya había barajado todas las hipótesis posibles, buscando desesperadamente la causa de su rabia. Primero creyó que podía ser envidia; siendo sincero, él no había tenido una noche de esas desde el verano. Pero dudaba que fuese envidia, si lo que Martin llevaba a casa eran todo chicos y ni uno solo le había llamado la atención. De hecho, se resignaba a mirarlos más de una fracción de segundo.
Acabó descartando la idea rápido y pasó a la siguiente: miedo. Miedo a muchísimas cosas. A quedarse sin compañero de piso y tener que pasar por el suplicio de buscar otro si Martin se iba a vivir con un supuesto novio, a los gérmenes que muy posiblemente estaba dejando alrededor de la casa, y, el mayor de todos, a despertarse alguna noche y escuchar algo. Esta era una hipótesis recurrente, pero volvía a acordarse de cuando Naiara y él compartían piso cuando llegó a Madrid: ella era de todo menos Santa y, aunque se llevaban muy bien, tuvieron más de una discusión por ruiditos nocturnos. Ella en ese momento tenía novio y Juanjo creyó que, de esa experiencia, ya había salido curado de espanto.
Lo que le dejaba con la última hipótesis y la que estaba empezando a creer casi al noventa por ciento: era homófobo. Era una idea que le rondaba la cabeza desde que se le ocurrió estando con Bea en la cafetería. Siempre había sentido ese rechazo hacia Martin y, ahora que había descubierto su identidad sexual, se había multiplicado por mil. Estaba casi convencido de que con chicas no se sentiría tan incómodo al salir por las mañanas de su habitación, no temería encontrarse a una de sus ligues en el pasillo. Si todo su problema venía porque Martin estaba acostándose con chicos, la respuesta estaba más que clara.
Bea ya se había reído de él cuando lo dijo, pero ahora necesitaba hablarlo seriamente.

Tú:
chicos, tenemos que hablar
en mi casa a las 8?
Visto 12:37

alvarico:
juanjo no es por nada pero estoy hasta la polla del martin
Visto 12:39

Juanjo bufó al leer el mensaje, a veces odiaba que sus amigos lo conociesen tan bien.

Tú:
no es sobre él pesao
Visto 12:39
a ver es algo de lo que me he dado cuenta gracias a él pero no es nada bueno, es serio
Visto 12:40

am i homophobic? - juantin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora