nueve

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El piso estaba en total silencio. Las persianas bajadas. No sabía si prefería encontrarse a un ladrón o a un Martin enfadado. Menos aún si la causa de ese enfado era él.
Tomó aire varias veces, sintiendo su pecho llenarse mientras que se acercaba a la puerta cerrada de la habitación del vasco. Pegó el oído a la madera. No se oía nada. Parecía que no hubiese nadie.
Su estómago se revolvió al pensar que cabía la posibilidad de que no estuviera en casa. Que hubiera salido de fiesta igual que la semana en la que se encontró a tantos chicos. Que habían vuelto a lo de antes. Le debería dar igual. Martin podía hacer lo que quisiera. Realmente, ni siquiera sabía si los encuentros habían llegado a su fin, pero al menos desde antes de que Juanjo decidiese mandarlo todo a la mierda con el beso, no había vuelto a ver a nadie ajeno en el piso.
Se armó de valor. Decidió tocar la puerta con los nudillos. Quería auto convencerse de que su compañero no estaba, y que su golpe sería recibido por el silencio de la habitación.
En su lugar, escuchó una voz, y un débil "¿qué?". Se le encogió el corazón.

–Soy Juanjo. ¿Podemos hablar?

Escuchó ruido dentro de la habitación, para luego escuchar los pasos del menor tras la puerta. No la abrió del todo, pero la ranura fue suficiente para que Juanjo viese su expresión triste y cansada.

–Dime.– Le dijo casi en un susurro.

–¿Puedo pasar?– Juanjo bajó su tono. Sentía que murmurar era necesario, que si no lo hacía podía hacer que Martin se arrepintiese de estar cerca de él. Que podía asustarlo. Lo vio asentir y separarse de la puerta, abriéndola por completo. Fue entonces que se dio cuenta de que nunca había estado en la habitación de Martin, dispuesto a hablar con él. Había entrado alguna vez a dejarle algo, un paquete, algo del correo. Pero nunca había estado en su habitación como tal. Con él al lado.

Lo sentía por todas partes. Las paredes cubiertas de pósters de películas. Las plantas. Su ropa expuesta en un perchero en un lado de la pared. El olor a su colonia. Se pasó la mano por el pelo en un intento de relajarse y se giró a mirarlo. Parecía tan frágil. Aún iba con el pijama con el que se lo había encontrado por la mañana y tenía los ojos hinchados.

–Tú dirás.– Dijo el menor, irrumpiendo en el silencio. Juanjo tragó saliva audiblemente. Se encogió de hombros.

–Ruslana me ha mandado un mensaje pidiéndome que mire si estás bien.– Martin rodó los ojos.

–Siempre actuando como si fuese mi madre, joder.– Murmuró.– Pues sí, estoy bien.– Juanjo era consciente de que le acababa de soltar la mayor mentira de su vida.

–Martin...

–Como si te importase qué tal estoy.

–¿Cómo no me va a importar?

–Ayer cuando me dejaste ahí tirado no lo parecía mucho.– El vasco apartó la mirada pero el otro era incapaz de hacerlo, incrédulo ante lo que le había dicho. Empezó a plantearse que tal vez era él mismo la causa del malestar de su compañero. Siempre estando en el lugar del crimen. Siempre teniendo la culpa de todo.

–Yo-

–Estoy pasando unas semanas de puta mierda.– Lo interrumpió.– Me ha pasado lo de mi colega, que ya no es mi colega– aclaró dejando escapar una carcajada agridulce.– La mayoría de tíos con los que me he visto me quieren para follar y ya. Y como si eso no fuera suficiente, he decidido pillarme de un chaval que parece que no está disponible emocionalmente. Vamos, que estoy en la mierda.– La respiración de Juanjo se entrecortó al entender que a Martin le gustaba alguien más. Que era muy probable que, si le recriminaba el beso, era porque le había incomodado. Se avergonzó de sus actos. De no haber buscado señales antes de abalanzarse sobre él.– Así que, lo siento, pero no me he visto con fuerzas para ir a clase. Puedes trasladarle el mensaje a Ruslana, ahora que sois tan amigos.

–Martin, lo siento mucho. Por lo de tu amigo y por todo lo demás. Entiende a Ruslana, no le habías contestado y ha decidido preguntarme. Pero ya tenía que estar en situación desesperada para contactarme a mí.– Vio el atisbo de una sonrisa en la cara de Martin. Dio un paso al frente, permitiéndose el lujo de acercarse más a él.– Siento mucho haberte besado.– Le dijo, creyendo que ese era el mayor problema. La cara del vasco cambió por completo y Juanjo se sintió aún más incómodo si cabía. La había cagado tanto.– No sé por qué lo hice,– continuó, aunque lo sabía perfectamente.– Fue un impulso, quise consolarte y no lo hice bien. Si tú te arrepientes, yo me arrepiento. No quiero dejar de llevarme bien contigo por haberlo jodido todo así, lo mejor es olvidarlo. Aparte, me gusta el ambiente que tenemos en el piso.– Martin asintió, y Juanjo se atrevió a estirar el brazo para acariciar su hombro. Una caricia amistosa, se dijo, pero no podía evitar rememorar el beso y querer hacerlo otra vez. Reprimió las ganas. Le acababa de confirmar que a él le gustaba otro, y lo último que el mayor quería era empeorar la situación aún más. Martin conectó sus miradas, sonriéndole con una sonrisa que no llegó a sus ojos. Fue entonces que Juanjo se atrevió a darle un abrazo. Rodeando su espalda con sus brazos e inhalando su perfume. El vasco lo correspondió al segundo.

–Lo siento.– Su tono de voz mató al mayor. Era igual que al principio, como un niño cuando sabe que ha hecho algo mal.

–No tienes que disculparte por nada, Martin.– Le dijo, apoyando la cabeza en su hombro.– Tendría que disculparme yo, en todo caso. De verdad, que si te he incomodado o algo-

–Qué va.– Le interrumpió.– Lo había estado casi esperando.– Añadió. Fue un susurro apenas perceptible pero, por su cercanía, Juanjo fue capaz de entenderlo. ¿Tanto se le notaba que le gustaba Martin? ¿Tanto que hasta el propio Martin se había dado cuenta? Se moría de la vergüenza.

Se separaron, Martin aún con una sonrisa que no alcanzaba toda su cara y Juanjo con la sangre subida a sus mejillas. Odiaba ponerse rojo. Y más cuando la razón era tan evidente. Se sentía tan tonto. Su atracción por Martin había sido obvia para todos -hasta para el propio Martin- menos para él. ¿De verdad se conocía tan poco a sí mismo?

–Bueno, te dejo que descanses.– Murmuró en el silencio que se había formado. Martin asintió, dedicándole una débil sonrisa.– Y, mañana, ve a clase. No quiero que Ruslana me busque para dejarme sin huevos.

Martin le volvió a sonreír, una sonrisa falsa que, mientras salía de su habitación para volver a la suya, se instaló en su cabeza, haciéndole preguntarse durante toda la noche si su monologuito había servido de algo. Si Martin, después de haber hablado con él, se sentía algo mejor. Si cabía la posibilidad de que se besasen de nuevo.






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dos en el finde para compensar que he subido súper poco por los exámenes esta semana:((
importante! mi idea era hacer un fic cortito, de 10-12 capítulos como mucho, por lo que ya nos estaríamos acercando al final
q no cunda el pánico porque tengo otro muy chulo que ya he empezado a escribir y que quería subir justo después de este, pero no sé, vosotras decidme si preferís alargar este o que haga lo que tengo pensado desde un principio (el otro va a ser más larguito y si queréis os puedo subir el primer capítulo o algo)
muakkkk gracias x leer!!

am i homophobic? - juantin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora