trece

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Se quedó paralizado. Incapaz de moverse, incapaz de sentir cualquier cosa que no fuese el fantasma de los labios de Martin sobre los suyos. Antes de que se diera cuenta el vasco ya había salido corriendo del aseo, y ya se había ido de la discoteca.
Lo buscó con la mirada, salió a la calle y preguntó a la gente que había fumando allí. No había ni rastro de él.
Decidió rendirse después de varios minutos y buscar a Bea y a Álvaro, un último intento en el que esperó que, por arte de magia, Martin estuviese aún con Chiara y Ruslana. La cabeza le daba vueltas. Se sentía culpable. Se sentía mal consigo mismo. Ya habían tenido la conversación sobre que el menor estaba harto de cómo lo trataban los chicos; de que había ido demasiado rápido con el beso anterior y había desestabilizado a Martin por completo. Pero, si de verdad no lo quería, ¿por qué se había pasado toda la noche buscándolo? No podía pensar en otra cosa. Lo que le había dicho mientras Álvaro y Ruslana bailaban. Las miradas en cada esquina de la discoteca. El beso. Le había seguido el beso. Quería creer que ambos lo habían disfrutado. Que había sido completamente consensuado. Pensar que Martin se hubiese sentido forzado o se arrepintiera de algo lo hizo querer vomitar.

–Hijo, vaya cara llevas.– Álvaro lo rodeó con su brazo, poniéndose a su lado como una aparición divina. También le empezaron a picar los ojos y supo que si no salían pronto de la discoteca a lo mejor se ponía a llorar. Su amigo debió notarlo.– ¿Quieres que salgamos? ¿Necesitas aire?– Juanjo asintió, notando al sevillano avanzar llevándoselo consigo.– Voy a escribirle a Bea.– Lo escuchó murmurar, apoyando la cabeza en su hombro mientras salían.

El aire, que no había notado cuando había salido en búsqueda de Martin, lo golpeó en la cara, eliminando cualquier rastro de alcohol que quedase en su organismo, dejándole sólo el cansancio y las ganas de volver a casa. Casa. Quería escribir a Martin. Preguntarle dónde iba a dormir. Si a la mañana siguiente desayunaban juntos en la cafetería de abajo. Su estómago rugió ante la idea de la comida. Estaba siendo un desastre de noche.

–Juanjo, ven, siéntate.– Álvaro lo ayudó a sentarse en un portal mientras le hacía caricias en el pelo. Quiso mirar hacia arriba para sonreírle pero su cuerpo no respondía. Estaba agotado. Todo lo que había bebido le estaba pasando factura. Notaba una presión en la sien y la cabeza le daba vueltas, aunque no tenía muy claro si era por el alcohol o porque la voz de su consciencia no dejaba de molestarlo. Gruñó escondiendo la cabeza entre sus rodillas.– ¿Qué te pasa? ¿Quieres hablar?– Negó a su amigo sin levantar la vista. Agradecía que lo conociese tan bien que no lo obligase a hablar si no le apetecía.

Bea apareció poco después, con Chiara y Ruslana tras ella. Miró a ambos preocupada, acercándose antes de que cualquiera de los dos pudiese decir algo.

–¿Qué ha pasado?– Álvaro se encogió de hombros. Juanjo apartó la mirada, aún sentado.

–¿Dónde está Martin?– El tono de Ruslana era claramente molesto, la pelirroja mirando a Juanjo de una forma que lo hizo pensar que podría succionarle el alma si quisiera.

–Se ha ido.– Fue capaz de soltar con un hilo de voz.

–¿Adónde? ¿Qué le has hecho?

–Ruslana, él no le ha hecho nada. Mira cómo está,– Álvaro lo señaló con una mano, como si verlo fuese suficiente motivo para explicarse.– No puede hablar casi, va muy pasado.

–Martin no se iría así como así, y menos sin decir nada.– Su tono de voz endureció a la vez que su entrecejo formaba una mueca de enfado.

–¡Yo qué sé! Escríbele o algo, joder. Juanjo no ha tenido nada que ver.– Juanjo quiso reírse. Su amigo lo estaba defendiendo y su mente sólo lo hacía sentirse aún más culpable. Él también quería escribir a Martin. Ruslana bufó.

am i homophobic? - juantin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora