XV | Sistema ordenado de caos

601 64 9
                                    

La mañana cayó más rápido sobre ellos, más rápido de lo esperado, de lo deseado. Charles despertó con un peso extra en la cintura, siempre durmiendo boca arriba, una presión a través de la cintura y el estómago no lo dejaba girar para huir de la subida del sol.

Entraba la luz por la rendija de un par de persianas mal cerradas, subió toda la mañana hasta las 9:30 cuando finalmente empezó a trepar por la cama y hallaba un lugar donde descansar: el rostro de Charles; una gloria de pestañas largas, labios ligeramente abiertos y un ceño qué se frunce cada tanto por el sol y la necesidad de darse la vuelta en la cama y no poder hacerlo. Al abrir los ojos finalmente encuentra que no es un gato sobre su estómago, es una pierna estirada sobre él, además de la molesta mano en puño qué empuja su mejilla. Descubre que Oscar duerme como una estrella en la cama.

La irritación es algo a lo que se ha acostumbrado, incluso a horas tan tempranas. Se quita a Oscar de encima sin cuidado y el muchacho refunfuña mientras se pone de costado y abraza la almohada bajo su cabeza. Charles piensa que no puede ser cómodo para él dormir toda la noche en jeans, pero tampoco es que le importe lo suficiente para llegar a sentirse mal, sigue de mal humor por ser despertado por el odioso sol y sin pensar absolutamente en nada, camina a la ventana y cierra la persiana correctamente para que Oscar duerma un poco más.

Luego del aseo matutino general, Charles se mete a la cocina para hacer café. El recuerdo de la noche anterior, que sigue fresco en la memoria, le obliga a hacerle mala cara a la botella de vodka qué descansa en la encimera de la cocina y lo esconde debajo del fregadero. Se toma el tiempo de regañarse mentalmente por haber ingerido tanto alcohol, incluso si solo fue cerveza, el azúcar en su sangre afecta la tensión arterial y Charles tiene una línea de familia un poquito delicada en ese aspecto, incluso si sus hermanos y él están bien ahí, su madre fue declarada hipertensa el año pasado. Charles se dice, entre cabeceos, que él no es el sol, no se puede destruir a si mismo.

Mientras Oscar sigue durmiendo en su cuarto, él toma el trabajo de recoger las latas de cerveza en la sala y en la azotea, además de llamar a un restaurante cercano para pedir un desayuno qué su entrenador personal catalogaria como óptimo y aceptable. En el lapso de espera se sienta en la azotea con el libro que el día anterior guardó en su bolso. Apenas abrirlo le cae la postal de Saalbach en las piernas y Charles se distrae pensando en esa foto y suspira.

El triste Saalbach con sus vacas esponjosas y verdes praderas, o el cielo vacacional con montañas de nieve y velocidad extrema.

Una notificación entra al teléfono, ver el remitente le hace pensar en eso de las situaciones predestinadas, o algo por el estilo.

<<¿Podemos vernos?>>. Charles suspira en voz alta, mira la postal en su mano y el chat de Max en la otra. Sabe que la respuesta es negativa, solo quiere pensar en lo bueno que sería decir otra cosa.

Escribe un simple «No» y envía el mensaje.

<<Charles, por favor, realmente quiero verte>>

Y él piensa en que no quiere ser políticamente correcto, en que no quiere pensar absolutamente nada acerca de como haga sentir eso a Max cuando le responde: >>Me importa muy poco lo que quieras<<. Pero un látigo de ansiedad le golpea el pecho y se apresura a escribir otro mensaje. >>De todas formas, no podría de querer<<.

Y se muerde la lengua con molestia, porque, a Max no le tiene que dar explicaciones de nada y alargar la charla o decirle algo que lo aplaque, es hacer exactamente todo lo contrario. Max le pregunta, le pide más información, Charles ignora el mensaje. Max no insiste y Charles no sabe como sentirse al respecto.

Probabilidad de caos | LestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora