para siempre / 002

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Anako pasó un tiempo en silencio junto a Draco hasta que, de manera inesperada, retiró su mano de la de él. Con un gesto serio, recogió su bolso y se alejó sin decir una palabra, dejando a Malfoy completamente atónito y desconcertado.

Después, Anako se apresuró emocionada hacia su sala común. La medianoche ya había llegado, y no solo por el preocupante hecho de que Hannah probablemente se encontraba inquieta por su ausencia, sino también por las estrictas normas del colegio que regían su comportamiento.

Ascendió las escaleras hacia su dormitorio con una sonrisa en el rostro. Hannah, como de costumbre, ya se había sumido en un profundo sueño, una conducta que Anako respetaba al máximo, aunque le preocupara profundamente su amiga.

La mañana siguiente se desplegó con Anako despertando en un mundo aún dormido. Sus hábitos matutinos comenzaron puntualmente a las 5:25 a. m., una rutina férrea. Tras un baño y un cepillado dental diligente, se preparó para abandonar su sala común y dirigirse a los Invernaderos. Allí, se entregó al cuidado meticuloso de las plantas, una labor que nunca pasaba por alto, antes de dirigirse a la biblioteca para sumergirse en libros seleccionados. A las 7:30 a. m., sin falta, se encaminó hacia el Gran Comedor para su desayuno matutino.

Anako era una maestra del tiempo, siempre contando cada segundo con precisión. Su lista meticulosa de lecturas diarias se ajustaba a un horario específico, y cuando completaba un conjunto de libros, inmediatamente iniciaba otro ciclo.

Caminando por los pasillos rumbo al Gran Comedor junto a Hannah, quien ya había estado despierta mucho antes, Anako sintió una mano posarse sobre la suya. Giró la cabeza para encontrarse con Draco. Anako sonrió ampliamente y entrelazó sus dedos, observando cómo Hannah se perdía entre otras amistades de Hufflepuff.

- H-hola, An-Nakamura... -, tartamudeó Draco, notablemente nervioso. Su mano temblaba como si hubiese recibido una descarga eléctrica, una sensación desconocida para él hasta aquella noche.

-¡Hola, Draco! No te preocupes, puedes llamarme Anako o Anakkie, como casi todos hacen -, concedió Anako, encantada de otorgarle tal intimidad.

- E-emm... ¿Qué estás haciendo? -, preguntó Draco, tratando de iniciar una conversación. Anako rió sutilmente, notando la evidente ansiedad del rubio.

- ¿Qué crees que estoy haciendo, Dray? -, preguntó con ironía. La respuesta era obvia: se dirigía al Gran Comedor para desayunar, como cada mañana a esa hora.

- Lo siento -, se disculpó Malfoy. Anako rió de nuevo, cubriéndose la boca delicadamente con la mano.

- No pasa nada, querido - , lo tranquilizó, observando cómo las mejillas de Draco se encendían hasta hacerle parecerse al cabello de Ron.

- B-bueno... amm... tenemos que ir a desayunar -, anunció Draco, separando sus manos cuando vio a unos compañeros acercarse al Gran Comedor.

Sin más palabras, Anako y Draco entraron en el Gran Comedor, tomando direcciones opuestas. Anako se sentó en su mesa, untando mermelada en sus tostadas mientras se servía un vaso de jugo de calabaza. Mientras desayunaba, su mente se sumergió en pensamientos profundos.

Anako Ametarasu Nakamura era una joven que no solía reflexionar con frecuencia. Simplemente dejaba que las circunstancias fluyeran, confiando en su habilidad innata para triunfar en todo lo que emprendía. Era la "niña perfecta", un modelo de belleza, delgadez, inteligencia, amabilidad, talento en Quidditch y más. Su personalidad estaba diseñada meticulosamente para complacer a los demás, siempre sonriendo y siendo extremadamente amable.

Sin embargo, esta perfección tenía un precio: Anako no podía expresar libremente sus pensamientos ni emociones. No se le permitía sentir estrés ni, mucho menos, enamorarse. Mantener esa sonrisa constante era agotador, pero no había alternativa; debía ser siempre alegre.

Mientras estaba inmersa en sus reflexiones, sus compañeras de casa la interrumpieron.

- ¿Anako? ¡Anako! -, exclamó una de ellas, Lottie. Anako levantó la mirada, enderezando la espalda y esbozando una sonrisa para sus compañeras.

- ¡Anakkie! Te estamos llamando. Nos tenemos que ir; es hora de Pociones con los Slytherins- , explicó Dulcinea. Anako se retorció internamente.

- No se preocupen, chicas. Solo estaba pensando en las cosas que debo hacer más tarde. Apenas son las 9:27 -, les aseguró, tomando su bolso y abandonando el Gran Comedor sin dejar que sus compañeras la alcanzaran.

De repente, Anako sintió un fuerte latido en el pecho, una sensación que no pudo ignorar. Corrió sin rumbo por los pasillos, lágrimas deslizándose por sus mejillas. No había llorado así en más de siete años; la última vez fue de felicidad por el nacimiento de su hermana, a quien adoraba.

Finalmente, se encontró en el baño de niñas del segundo piso, desconsolada. Sabía que tenía que detenerse y fingir que todo estaba bien; no podía permitirse ser vista de esa manera.

Pero su corazón anhelaba seguir llorando,

Para siempre.

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Espero que les haya gustado y gracias por leer. 

- soo ♡

Corregido : 17/4/2024

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