trasfiguración / 009

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El bullicio del día escolar había dado paso a la tranquilidad de la hora del almuerzo en Hogwarts. Anako y sus compañeros charlaban animadamente mientras se dirigían hacia la clase de Transfiguración, que aguardaba en la tarde como una especie de desafío para Anako. Desde hacía tiempo, esta asignatura le causaba cierto resentimiento porque, a pesar de sus esfuerzos, nunca había logrado destacar en ella. Era frustrante para una estudiante ambiciosa como ella ver cómo otros compañeros sobresalían con facilidad en la materia.

En ese grupo de estudiantes destacaba una figura que despertaba una mezcla de admiración y envidia en Anako: Hermione Granger. Esta joven Gryffindor era conocida en todo el colegio por su brillantez académica y su capacidad para resolver los problemas más difíciles con facilidad. Para Anako, Hermione personificaba la excelencia y todo lo que ella anhelaba ser.

Los recuerdos se agolpaban en la mente de Anako mientras caminaba por los pasillos de Hogwarts. Recordaba vívidamente el día en que su madre le había hablado por primera vez de Harry Potter y la fama que lo rodeaba, así como de su amiga Hermione. Anako, que apenas tenía once años en ese entonces, se sentía intrigada pero también un poco molesta por toda la atención que recibían unos niños que nunca había conocido.

La figura de Hermione continuaba ejerciendo una influencia poderosa sobre Anako. Para ella, Hermione era la encarnación de la perfección académica. Había escuchado rumores sobre la capacidad de Hermione para devorar libros como si fueran golosinas, algo que Anako admiraba pero también envidiaba en secreto. ¿Cómo hacía para absorber tantísima información y mantenerse al día con todas las materias?

Pero no solo se trataba de intelecto. Anako también era consciente de la belleza natural de Hermione: esos ojos color miel oscuro, su cabello ondulado que parecía caer con gracia sobre sus hombros. Hermione poseía una elegancia natural que contrastaba con la inseguridad de Anako respecto a su propia apariencia.

Las amigas cercanas de Anako, Belle y Emma, notaron su mirada intensa hacia Hermione y Malfoy. Sin embargo, fue Clarissa, una compañera de casa con la que Anako había tenido roces previos, quien empeoró las cosas con sus comentarios burlones. Clarissa siempre parecía disfrutar sembrando discordia y esparciendo rumores en la escuela, lo cual irritaba profundamente a Anako.

Mientras Anako se esforzaba por controlar sus emociones, las palabras mordaces de Clarissa resonaban en su mente. Anako sabía que tenía que abordar sus sentimientos de envidia hacia Hermione antes de que la consumieran por completo. No quería ser solo una sombra pálida de la perfección que veía en otros. Necesitaba encontrar una manera de canalizar esa envidia en algo constructivo y motivador.

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—¿Estás lista para Transfiguración, Anako? —preguntó Belle con una sonrisa tranquilizadora.

Anako suspiró, jugando con una hebra de cabello que se había escapado de su coleta.

—No sé si alguna vez estaré lista para esta clase —respondió con una mezcla de frustración y resignación—. Siempre me cuesta tanto seguir el ritmo.

—No te preocupes tanto, Anako —intervino Emma con un tono alentador—. Todos tenemos nuestras fortalezas y debilidades. Seguro que hay algo en lo que eres genial y solo necesitas descubrirlo.

Anako asintió, agradeciendo el apoyo de sus amigas. Sin embargo, en el fondo de su mente, seguía resonando el eco del nombre de Hermione Granger. La chica prodigio de Gryffindor, cuya inteligencia y habilidades parecían eclipsar a todos los demás. Anako la admiraba, pero también sentía una pizca de envidia por su éxito constante.

Mientras tanto, en otro rincón del castillo, Hermione Granger se encontraba revisando una pila de libros en la biblioteca, su refugio personal entre clases. La luz dorada de las lámparas iluminaba sus rasgos concentrados mientras buscaba información adicional sobre un hechizo complicado que estaban aprendiendo en Transfiguración.

De repente, una sombra se interpuso entre Hermione y sus libros. Era su amigo fiel, Harry Potter, con su característica cicatriz en la frente y una sonrisa amistosa.

—Hola, Hermione. ¿Cómo va todo?

Hermione apartó la vista de los pergaminos y devolvió la sonrisa.

—Hola, Harry. Estoy intentando desentrañar este hechizo. Es bastante complejo, ¿sabes?

Harry asitió con comprensión.

—Bueno, si alguien puede dominarlo, definitivamente eres tú. Eres la mejor en todo esto.

Hermione sonrió timidamente, agradeciendo el elogio de su amigo. Sin embargo, en su interior, también sentía cierta presión por mantener esa reputación de excelencia.

Mientras tanto, en el ajetreado Gran Comedor, Anako y sus amigas se sumergieron en una animada conversación sobre las últimas noticias del colegio. La voz de Clarissa Collins, una compañera de casa que siempre parecía estar en el centro de los rumores, se alzó por encima del bullicio.

—¿Han visto a Hermione Granger últimamente? —preguntó Clarissa con una mirada astuta—. Dicen que está trabajando en un hechizo tan complicado que hasta el profesor Flitwick está impresionado.

Anako apretó los puños con disimulo, sintiendo cómo la envidia se intensificaba dentro de ella. La mención constante del nombre de Hermione la hacía sentir aún más insegura sobre sus propias habilidades.

—Déjalo ya, Clarissa —respondió Emma con firmeza—. No todos pueden ser como Hermione. Cada uno tiene sus propios talentos.

Belle asintió en acuerdo, pero Anako permaneció en silencio, perdida en sus pensamientos. Sabía que necesitaba encontrar una manera de superar su envidia y concentrarse en descubrir sus propios dones.

La clase de Transfiguración comenzó con el habitual repique de campanas. El aula estaba llena de estudiantes concentrados mientras el profesor McGonagall explicaba los principios básicos de la transfiguración.

Anako tomó asiento en su lugar habitual, junto a la ventana, y se esforzó por prestar atención. Sin embargo, su mente divagaba una vez más hacia Hermione Granger, preguntándose cómo era posible que alguien pudiera ser tan talentoso en todo lo que hacía.

En un rincón de la sala, Hermione levantó la mano con confianza cuando el profesor hizo una pregunta sobre transformaciones avanzadas.

—¡Yo sé la respuesta! —exclamó Hermione con entusiasmo.

La voz de Hermione resonó en el aula, haciendo eco en la mente de Anako. Sentía una mezcla de admiración y frustración cada vez que Hermione demostraba su destreza.

Mientras tanto, la tarde se desvanecía lentamente en el castillo de Hogwarts. La luz dorada de las lámparas iluminaba los rostros de los estudiantes mientras seguían inmersos en sus estudios. Anako sabía que debía encontrar una manera de abordar sus sentimientos de envidia y convertirlos en una fuente de motivación.

—Chicas, creo que necesito hacer algo al respecto —dijo Anako repentinamente, interrumpiendo la tranquila atmósfera de la sala común de Hufflepuff.

Belle y Emma la miraron con curiosidad.

—¿Qué tienes en mente, Anako? —preguntó Belle con interés.

Anako se mordió el labio inferior, reflexionando sobre sus palabras.

—Necesito encontrar mi propio camino hacia el éxito, en lugar de compararme constantemente con los demás. Hermione es increíble, pero yo también tengo mis propios talentos que debo descubrir.

Las palabras resonaron en la sala común, llenando el espacio con una sensación de determinación. Anako sabía que el camino hacia la superación personal no sería fácil, pero estaba decidida a encontrar una manera de brillar con luz propia en Hogwarts.

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Holaaa, espero les guste mis chikistrikis <33 

- soo ♡ 

Corregido : 17/4/2024

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