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La tarde caía sobre la ciudad, tiñendo el cielo con tonos cálidos y dorados

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La tarde caía sobre la ciudad, tiñendo el cielo con tonos cálidos y dorados. Gon y Killua, después de un día lleno de aventuras y risas, se encontraban descansando en un tranquilo parque. Sentados en un banco, disfrutaban del suave murmullo del viento y el sonido lejano de los niños jugando.

Killua, en un intento por ocultar sus sentimientos, se esforzaba en mantener la compostura. No quería que Gon descubriera lo que había estado guardando en su corazón. Sin embargo, la inocencia de Gon parecía empeñada en desentrañar sus secretos más profundos.

Gon, siempre lleno de energía, señaló hacia el cielo.

—. Mira, Killua, ¿no es hermoso el atardecer? —. Con una gran sonrisa le comentó al albino que estaba más allá que acá.

Killua asintió con una sonrisa, intentando concentrarse en el cielo en lugar de en la cercanía de Gon.

—. Sí, es bonito. —. Quisó agilizar un poco su corazón, llevando su atención hacia otro lugar.

Gon, ajeno a la lucha interna de su amigo, decidió cambiar de tema.

—. ¿Sabes qué me gusta más del atardecer? El sol parece un gran fuego naranja antes de esconderse.

Killua se sintió aliviado por el cambio de conversación, pero Gon no tardó en añadir con entusiasmo: —. Es como si el cielo estuviera ardiendo de felicidad. ¿No crees, Killua?

Killua asintió nuevamente, tratando de mantener la calma.

—. Sí, Gon, definitivamente tiene un aire especial. —. No pudo evitar pensar en su amigo, en lo bonito que era, en el aire que desprendia. Gon era su luz.

Gon se inclinó hacia Killua, señalando un grupo de pájaros que volaba en formación.

—. ¡Y mira esos pájaros! ¿Crees que van hacia algún lugar mágico?

Killua se encontró mirando más a Gon que a los pájaros, y su corazón latió con fuerza.

—. Gon, ¿por qué siempre encuentras magia en las cosas más simples?

Gon le lanzó una mirada curiosa.

—. ¿No es emocionante descubrir magia en lo ordinario? Como nuestros días juntos, Killua.

Killua sintió cómo sus mejillas adquirían un sutil tono rosado, pero trató de disimularlo.

—. No sé de qué estás hablando, Gon. Solo estamos pasando el rato. —. Se rascó la nuca y aclaró su garganta, queriendo evadir el comentario.

Gon sonrió, ajeno a las emociones más profundas de Killua.

—. ¡Exacto! Pasar el rato, disfrutar de las pequeñas cosas. Eso es lo que hace que la vida sea especial.

Mientras hablaban, Gon notó la tensión en Killua, pero pensó que era solo el cansancio. Decidió animar el ambiente de otra manera.

—. ¿Qué tal si jugamos a las adivinanzas, Killua?

Killua levantó una ceja, intrigado por el cambio repentino.

—. ¿Adivinanzas? ¿En serio, Gon?

Gon asintió con entusiasmo.

—. ¡Sí! Es divertido. Te diré algo y tienes que adivinar de qué se trata.

Killua se encogió de hombros, dispuesto a seguir el juego de Gon.

—. Está bien, adelante.

Gon pensó por un momento y luego dijo con una expresión intrigante: —. Tu sonrisa es mi tesoro favorito, pero no sé cómo decírtelo.

Killua se quedó en silencio por un momento, procesando las palabras de Gon. Cuando finalmente comprendió la adivinanza, sus mejillas se tiñeron de un tono más intenso.

—. Gon, eso no es una adivinanza.

Gon lo miró con inocencia.

—. ¿No lo es? ¿Entonces cómo debería ser?

Killua suspiró, resignado ante la inocencia inadvertida de Gon.

—. No importa, olvídalo. —. No quería seguir más con el tema o se iba a morir de la vergüenza.

Gon, sin darse cuenta de la incomodidad que había causado, continuó con entusiasmo.

—. ¡Vamos, Killua, hazme una adivinanza ahora!

Killua, decidido a cambiar el tono de la conversación, pensó rápidamente.

—. Bien, aquí va: "Tienes el poder de hacer que mi corazón lata más rápido, pero no te das cuenta de ello."

Gon frunció el ceño, tratando de descifrar la adivinanza.

—. Hmm, ¿el sol?

Killua rió, sintiendo un alivio momentáneo.

—. No, Gon, no es el sol.

Gon pensó un poco más y luego se iluminó con una sonrisa.

—. ¡Ah, ya sé! ¿Es una sorpresa emocionante?

Killua suspiró, sintiendo que la inocencia de Gon era una barrera impenetrable.

—. No, Gon. No es una sorpresa. Mejor dejemos las adivinanzas, ¿vale?

Gon asintió con una sonrisa despreocupada.

—. Está bien, Killua. Pero aún así, me gusta pensar que cada día es una pequeña sorpresa cuando estoy contigo.

Killua, incapaz de resistirse a la sinceridad de Gon, sonrió a pesar de sus esfuerzos por ocultar sus sentimientos. Mientras el sol se ocultaba en el horizonte, los dos amigos continuaron compartiendo momentos, cada uno ajeno a las emociones que yacían debajo de la superficie.

¡Los sonrojos de Killua! [KilluGon] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora