Cap 2 °El Abrazo de la Noche°

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Mi corazón dio un vuelco cuando la figura femenina se abalanzó sobre mí, colocando su mano en mi garganta y levantándome del suelo. Mis ojos, ahora fijos en los suyos, se encontraron con un espectáculo deslumbrante. La pérdida de sangre, la adrenalina del momento y la inminente situación de vida o muerte nublaban mi visión, pero, aun así, podía apreciar la impresionante estatura de la mujer. Era la más alta que jamás hubiera visto, una presencia majestuosa que me envolvía en su dominio. Sus rasgos, a pesar de la palidez que los cubría, irradiaban una belleza impactante. La mirada penetrante de sus ojos amarillos perforaba mi alma mientras observaba su rostro. Su boca, teñida de un rojo intenso, estaba ligeramente curvada en una sonrisa que realzaba su elegancia. Leves arrugas marcaban sus rasgos, añadiendo una dimensión a su belleza que solo podía compararse con la eternidad.

"¿Qué haces en mi castillo, pequeña intrusa?" dijo con una voz tan melodiosa que parecía resonar en los confines de mi mente. Pensé que estaba muerta, escuchando la voz de los ángeles, pero ella estaba aquí, en carne y hueso, o quizás algo más. Intenté articular palabras, pero la conmoción y el asombro me dejaron sin habla. "Hueles a sangre, hueles a adrenalina...pero no a miedo", continuó, mientras una sonrisa juguetona bailaba en sus labios rojos. Fui arrojada al suelo con un quejido, y mi vista se volvió borrosa por un instante. La mujer observó mi reacción con curiosidad, como si estuviera desentrañando los misterios de mi alma. "¿Qué buscas en mi castillo, pequeña ratita?" preguntó con un tono desafiante, mientras intentaba reunir mis palabras. Si me había soltado, era para que hablara, y lo sabía, si hubiese querido acabar conmigo ya lo hubiese hecho, pero no me soltó.

Inspiré profundamente antes de responder, mi voz apenas un susurro tembloroso. "¿Esto es un sueño? ¿Estoy muerta?" pregunté, mis ojos intentando fijarse en la figura ante mí. Era tan hermosa que la idea de estar frente a un ángel que venía a llevarme al más allá parecía plausible.

La mujer se río, una risa cristalina que resonó en la sala del castillo. "No, pequeña humana, no estás muerta", dijo con una serenidad que parecía contradecir la situación. Como si hubiera considerado por un momento la posibilidad de mi muerte y luego se hubiera retractado de esa idea. Mis ojos, aún nublados por la confusión y la pérdida de sangre, la observaron con una mezcla de inseguridad y curiosidad.

"Si no estoy muerta, entonces estoy alucinando", murmuré, mi voz apenas un susurro. Miré su estatura imponente mientras mis ojos la recorrían por completo, sintiendo la debilidad que se apoderaba de mí por la pérdida de sangre.

"Pequeña ratita, hueles demasiado a sangre. Creo que eso está afectando tu percepción", dijo la mujer, con un tono que revelaba cierto deleite por la ironía de la situación. "Pero, aun así, es de mala educación mirarme de esa forma", añadió con una sonrisa juguetona que danzaba en sus labios.

"Lo lamento... no pensé que fuera de mala educación", respondí, sintiendo cómo la debilidad me envolvía. ¿Acaso ella era una reina o algo similar en este extraño castillo? La pregunta escapó de mis labios con la esperanza de obtener alguna respuesta que aclarara mi situación. La mujer río nuevamente, como si disfrutara de mi desconcierto, mientras me miraba fijamente con esos ojos amarillos que parecían penetrar mi alma.

"Creo...que no te dejaré morir...Eres interesante, y tu sangre huele exquisita", dijo, y la perspectiva de ser considerada "interesante" por esta enigmática mujer no lograba disipar completamente el manto de temor que me envolvía. Sentí cómo mi mirada se nublaba, la debilidad física y mental amenazando con llevarme a un estado de inconsciencia.

Sentí cómo mi cuerpo se deslizaba hacia la oscuridad, el dolor reverberando en cada rincón de mi ser. Solo podía escuchar la risa de la mujer resonando en la distancia mientras unas manos firmes se envolvían a mi alrededor, levantándome del suelo. La risa se desvaneció gradualmente, y solo quedó el eco de su respiración, un susurro inquietante que me envolvía en la penumbra. Mi conciencia se desvaneció lentamente, como las sombras que se deslizaban por las paredes del castillo y llevándome a un sueño profundo mientras mi mente solo pensaba que aquel ángel había aparecido en mis sueños.

°Fotografía Carmesí° Lady Dimitrescu x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora