El sol apenas comenzaba a filtrarse a través de las cortinas, tiñendo mi habitación con tonos cálidos y anticipando el viaje que estaba a punto de comenzar. La emoción palpitaba en mi pecho mientras me levantaba de la cama con un vigor renovado. La idea de escapar del invierno estadounidense para sumergirme en el radiante verano australiano me llenaba de una sensación indescriptible. Mis manos se deslizaron sobre la suave tela de mi vestido corto, elegido con esmero para la ocasión. Era ligero, de un color morado casi lila que resonaban con la promesa de días soleados mientras sus vuelos se pegaban a mis caderas y la falta de mangas me daba la esperanza de tomar un poco el sol cuando llegara a mi destino. Y a pesar de la ilusión térmica, decidí agregar capas de precaución solo para mi traslado de mi hogar al aeropuerto pantis, guantes, calcetines y una chaqueta. Imaginé el momento en que aterrizara en Australia, liberándome de esas capas adicionales y dejando que mi piel sintiera la caricia del sol sin obstáculos.
La maleta se desplegó ante mí como un arcoíris de opciones. Vestidos vaporosos, atuendos veraniegos y conjuntos elegantes se acomodaban en su interior, listos para ser desplegados en mi nueva aventura. La ropa no era lo único que empacaba; mi equipo de cámaras se acomodaba en una maleta aparte, guardando cuidadosamente cada lente y accesorio. Mi cámara favorita, aquella que había capturado momentos inolvidables a lo largo de mis viajes, encontró su lugar de honor en mi bolso de mano, era mi cámara regalona y me gustaba tenerla conmigo todo el tiempo.
Cerré la puerta de mi departamento con un suspiro, sabiendo que mi hogar era un refugio temporal entre destinos, después de todo casi no podía llamarlo hogar casi no pasaba tiempo allí solo era un refugio ocasional. Un taxi me esperaba en la calle, y mientras las luces de la ciudad se deslizaban en el horizonte, me sumí en la contemplación de las aventuras que me aguardaban. En el aeropuerto, seguí la rutina familiar. Despacho de maletas, revisión de documentos y pasillos interminables que me llevaban hacia la puerta de embarque. El zumbido de las conversaciones y el murmullo constante de la terminal creaban una sinfonía de anticipación. Siguiendo la señalización, llegué a mi puerta de embarque, donde el avión grande estaba quieto esperando que todos nos subiéramos para comenzar el vuelo.
Me embarqué en el avión, mi número de asiento marcando el inicio de mi nueva odisea. Acomodándome en mi asiento junto a la ventana, mis ojos se perdieron en el paisaje del aeropuerto y los pasajeros de otros aviones subiéndose.
Mi mirada se perdía en el horizonte que se extendía más allá de la ventana del avión, un vasto lienzo de nubes y cielo infinito. Mientras me acomodaba en mi asiento, saqué mi celular y me sumergí en la música, colocando con delicadeza unos audífonos que aislaban mi mundo del bullicio de la cabina. La idea de un vuelo prolongado de 20 a 25 horas no me inquietaba; más bien, la perspectiva de tener tiempo para descansar y sumergirme en mis pensamientos era reconfortante. El avión comenzó a llenarse con la marea de pasajeros que buscaban sus asientos. Voces murmuraban en diferentes idiomas, risas y conversaciones animadas creaban un telón sonoro que acompañaría el viaje. Niños pequeños reían y jugaban, ajenos al tiempo y la distancia que aún debíamos recorrer, sin embargo, yo estaba inmersa en mi propio mundo, donde la música que fluía a través de mis audífonos.
Con un suave estremecimiento, el avión inició su ascenso hacia el cielo. Las primeras horas de vuelo transcurrieron en una calma apacible, con el murmullo constante de la vida a bordo. Me sumergí en mis pensamientos y, gradualmente, el sueño se apoderó de mí. Mis ojos se cerraron mientras las luces de la cabina se atenuaban, y me dejé llevar por la promesa de descanso reparador. El inconfundible anuncio de las turbulencias interrumpió mi sueño tranquilo, de un momento a otro, mis ojos se abrieron de golpe, y una voz serena resonó en la cabina, "Queridos pasajeros, estamos experimentando turbulencias. Por favor, abrochen sus cinturones." Aunque el inesperado sobresalto me hizo centrar mi atención, no experimenté un nerviosismo desmedido, las turbulencias eran parte del vuelo era algo normal.
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°Fotografía Carmesí° Lady Dimitrescu x Lectora
Fiksi PenggemarUn accidente aéreo que cambió mi vida por completo,una mujer casi irreal que cambio mi vida por completo. Me encontré inmersa en un mundo desconocido, donde las sombras del castillo escondían misterios y secretos. Con mi cámara como única luz en la...