Capítulo XLIII.

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Cyna me interceptó al día siguiente, alegando que tratar con secretismo el traslado no era algo justo para su excelencia. Cosa cierta, no obstante, le recordé que todavía podía suceder algo que retrasara nuestra partida o fuese motivo para cancelarla. Con eso la deje pensando en medio del pasillo.

El revuelo de los consiguientes días a decisión estaba cargado de alegría para todos. Excepto para mí. Fueron días llenos de tensión, trabajo y quejas.

No fue hasta que deje secar la tinta del último informe que iba a enviar a Real, derretí la cera y presione sobre esta el sello de Comandante General de las fuerzas armadas de Radwulf, que me permití pensar en cómo informarle a Macy... Por más vueltas que le di, no me atreví a ser quien le diera la noticia. Aunque faltaba su declaración de traslado de actividades, ya era un hecho que sólo un grave suceso podía detener.

Esa noche, tras una nueva cena en solitario, regresé a mis habitaciones un tanto molesto. Alcance a quitarme los zapatos antes de que Nana Nicole llamara a mi puerta.

—¿Nana...?

—Aquí están los pedidos de los ciudadanos —dijo, tendiéndome una pila de cartas.

Las recibí a regañadientes, previendo que aquello era una mera excusa. Di media vuelta, dejé todo sobre la mesa al fondo, y la enfrenté sin saber qué esperar. Siendo tan cercana a Hazel, fue testigo de algún que otro vergonzoso error que antaño cometí.

—Su excelencia ya está al tanto —dijo, tomándome desprevenido.

Tarde un minuto en soltar un escueto;

—Que bien...

—A mi entender, General, su excelencia ya no es una niña —espetó con severidad—. Mantenerla al margen para evitar que pueda decepcionarse, es una actitud paternalista que ella no necesita.

—Yo no...

—Sus buenas intenciones no pueden sobrepasar sus deberes como General —continuó, frunciendo el ceño—. A pesar de que su excelencia no presente una queja al respecto, recuerde que en Real hay ojos y oídos esperando una excusa para pedir la destitución de ambos.

—Lo sé —dije, apartando la mirada.

Una buena parte de la vieja nobleza todavía no aceptaba que los Bletsun recibiesen título nobiliario, mucho menos que precisamente una Bletsun sometida a juicio por traición, aunque absuelta de los cargos, llegase a ser nombrada Virreina. Primera Virreina de la historia del reino, y primer Bletsun en ser nombrada con un cargo tan alto. Solo Noemia había marcado un hito anterior, siendo la primera Bletsun en conseguir el título noble no heredado.

—Tendré más cuidado, Nana Nicole —asentí, aceptando su regaño y advertencia como una verdad ineludible.

—Bien, buenas noches General.

—Buenas noches.

Se despidió con una ligera inclinación de cabeza, y llegó a las puertas justo cuando sentí a Macy en el pasillo.

Repentinamente nervioso, dirigí mi atención a las cartas intentando calmar el latir de mi corazón. Petitorios diversos que debía entregar al rey, y que ella también, como virreina, recibiría antes de partir. Tome asiento cuando las puertas volvieron a abrirse, y la sentí entrar.

Pretendí ignorarla por una fracción de segundo, queriendo estar molesto con ella por razones que ya no tenían sentido.

—¿Qué ocurre? —Le pregunté.

—Yo...

—¿Tu? —insistí al notar su titubeo.

Voltee temiendo aquello que pudiese encontrar en su mirada, pero tan solo noté cierta... tristeza.

Fuego en mis venas © (Radwulf #2) [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora