Capítulo X.

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Con mi cabeza tratando de no perder el hilo de los documentos que leía, tardé un momento en comprender la repentina sensación; Amace estaba despierta, moviéndose al otro lado de la pared.

Mi mirada vagó hacia la ventana, descubriendo sin emoción que el sol brillaba alzándose por el cielo. Un buen momento para comenzar el día ejercitándome, aunque tenía mucho papeleo y no podía apartarme demasiado de Amace.

Fue entonces, pensando en los días que iba a perder, que note la diferencia en la fuerza de Amace. Había algo, una especie de calma que hasta ese momento no había tenido importancia. Y luego, ella estaba alejándose. Medio aturdido y sorprendido, tarde un poco en saltar de la silla, volcandola, y salir tras los pasos de la fugitiva.

¿Dónde va?

La seguí apresurando mi paso lo suficiente como para no perderla de vista, con la curiosidad haciéndose cargo. Dio algunas vueltas, hasta que se topó con tres soldados. Sin dudarlo, los tres alzaron sus espadas impidiéndole el paso.

¡Maldición! ¡¿No escucharon a Noemia?!

—¿Dónde crees que vas? —coloque mis manos en sus hombros desde atrás, apenas cubiertos por la delgada tela de una camisa.

—¿General?...

—Yo me encargo. —Les gruñía los soldados, frunciendo el ceño.

¡Grandísimos idiotas!

La voltee sin mucha delicadeza, y sujetándola de un codo comencé a llevarle de vuelta.

—Esp... espera... y-ya me siento mejor... —gimoteo. Su voz erizando mis cabellos.

—¡Que bien! —gruñí.

Pero no estaba enfadado con ella, estaba enfadado conmigo, con ese trió de idiotas y Noemia. ¿Castigarles? ¡por supuesto! Solo necesitaba que Amace se desplazara por Palacio a su antojo.

—¡Suéltame, Clim! —gritó Amace. Justo cuando Noemia aparecía en el camino, deteniéndome de golpe.

Me tense, sabiendo la imagen que Noemia tenía de la situación. Su expresión no podía ser más clara.

—¿Dónde quedó nuestra conversación, Clim? —Su enfado destacó en el "Clim".

—No me vengas con tu mierda, Noem... —Ella alzó una mano silenciándome con un golpe de su fuerza, sin siquiera tocarme un cabello.

—Te lo advertí.

Caí de espaldas a un par de metros, maldiciendo por lo bajo. Afortunadamente solté a Macy, y no me hizo falta mirar, para saber que la llevaba lejos de mi.

Me repuse con cierta dificultad. Nunca, nunca hay que meterse con Noemia. Y yo lo hice, sin querer, pero lo hice.

Soltando mil maldiciones, como de costumbre, estiré mis músculos doloridos mientras las seguía perdiendo el camino en más de una oportunidad. La costumbre de Noemia de moverse por los pasillos y recovecos ocultos, no era algo que me agradará por obvias razones, siendo la principal la incertidumbre de dónde cuándo aparecerá.

Ello casi aparta a Amace del rango en que mi fuerza podía alcanzarle sin esfuerzo.

Aun así, cuando me percate de la dirección que habían tomado, trate de acelerar mi paso por los largos pasillos hasta que finalmente llegue a las grandes puertas que se abrían al salón del trono.

Un hombre caía de espaldas sobre la alfombra azul plata, y gruñó soltando groserías, mientras Noemia volteaba hacia Amace. Ella se veía algo asustada y confundida junto al trono.

—Tío Márkoh, usted mismo lo habéis dicho una vez. Un Rey debe tomar decisiones difíciles, aunque estas no apetezcan al pueblo —dijo Ambón al hombre, que resultó ser el hermano menor del antiguo Rey Amilcar. Un tarado insatisfecho de su vida fácil.

—¡Pero esto es una insensatez! ¡Estáis asediado por estos engendros! —Sus palabras encendieron mi odio con facilidad.

Observe su figura dejando que mi calor le envolviera, ignorando la agitación de Amace y la atención que su majestad y Noemia ponían en mi.

—Mis disculpas la interrupción, majestad. —Me incline levemente sin sentir el menor arrepentimiento, y comencé a acercarme al trono.

Ambón asintió una vez, para luego dirigir su atención a su tío. El maldito cobarde que corrió sin mirar atrás hacia los túneles, olvidando por completo a su esposa e hijos. Ni siquiera una muestra de arrepentimiento con el muchacho que vio morir a cientos de personas, que precisamente le odia, incluso más que yo.

—Queridísimo Lord Márkoh, le recuerdo que la ley no le protege en caso de provocación a un Bletsun... —Le dijo Ambón. Su mirada viajando entre Noemia y yo—; o dos.

Márkoh se agito empuñando sus manos en el aire.

—¡Pertenezco a la familia Real de Radwulf, no podéis tocarme sucios...! —Noemia se encargó de cerrar su boca con un solo pensamiento.

Si en algo coincidimos abiertamente, es en el odio a tan repugnante ser.

—Clim, llevad a Lady Amace hacia el atrio y que Lesson se encargue de su adiestramiento. —Me ordenó el Rey, a lo que no pude evitar fruncir el ceño.

¿Seguro?

—Majestad...

—Es una orden, General Clim. —Me atajó, con su extraña firmeza haciéndose presente.

—Sí, majestad —dije, inclinándome en una reverencia.

—No olvidéis desayunar luego, Lady Amace —dijo Noemia a Amace, sin quitar su mirada del maldito silenciado.

—S-si. —Le respondió titubeante—. Con vuestro permiso.

Tras una inclinación respetuosa hacia su majestad, Amace paso junto Márkoh, quien la siguió con su sucia mirada acrecentando mi odio. ¿Quién habría imaginado que sería posible?

—Majestad.

Me despedí con una rápida inclinación, para dar media vuelta y adelantarme a Macy.

Caminamos por los pasillos interiores hacia el exterior, vislumbrando en pocos minutos la gran estructura del atrio principal. Los pilares de piedra tallada coronados por velas azul violáceo, con el nuevo escudo de Radwulf grabado en medio.

Llegamos a los escalones del pórtico más cercano, escuchando ya el murmullo de los soldados y doncellas, solo acallados por el fuerte replicar del metal. Me apresure a ingresar y buscar con la mirada a Lesson. Él será muy feliz.

Lo divise enseguida, destacando entre los soldados presentes por su cabello rubio y vestimentas nada lujosas. Era un simple hijo de campesinos hace diez años, sin saber que se convertiría en mi mano derecha y uno de los más hábiles espadachines del reino. Fui hacia él, cruzando entre las contiendas esparcidas por el lugar, evitando observar sobre mi hombro para confirmar la presencia con mis ojos, ya confirmada por mi otro sentido.

—Lesson. —Le llamé a pocos metros, recibiendo su atención rápidamente.

—¿General? —Me observo y frunció el ceño aún molesto.

—Su majestad ha ordenado que le deis adiestramiento —gruñí, señalando con una mano a Amace tras de mi.

—Claro —dijo con voz fría, en lo que Amace daba los últimos pasos que la alejaban de nosotros—. Buen día, Lady Amace, ¿ya os sentís mejor? —Le hablo con gentileza. No pude evitar el gruñido que su cálida actitud provocó.

Lesson ni siquiera se inmuto, me ignoró. El muy... me ignoró. Maldiciendo por lo bajo me aleje hacia una de las mesas.

¡Estúpido Lesson!




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Fuego en mis venas © (Radwulf #2) [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora