Capítulo XLVIII.

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Me vi asaltado por un grupo de mujeres que, extremadamente curiosas, me preguntaban sobre "el heroico acto de proteger a la Virreina". Una exageración que no supe manejar con otra cosa que... la verdad. Aunque ellas parecían completamente inmunes a los hechos, no dejaban de exclamar y ensalzar mi valiente actuar. Lo que sea que signifique eso.

Divise a Hazel al otro lado del pasillo y me apresure a soltar excusas e ir a su encuentro. Ella reía mientras la escoltaba hacia un salón cercano.

—No me digas que no disfrutas la fama...

—¡Sabes perfectamente...!

—Ya, ya. Todo estará bien —dijo, mientras se alzaba de puntillas para palmear mi cabeza.

Sintiendo un tic en mi mejilla derecha, abrí las puertas y la jale al interior. Ella continuó riendo mientras iba hasta el sofá, y río mucho más con las manos sobre su vientre mientras me veía de pie junto a las puertas que cerré con fuerza. Cuando logró calmarse lo suficiente, me dijo;

—No frunzas el ceño, ven —palmeó el lugar a su lado, e hizo a un lado sus faldas.

A regañadientes, le obedecí. Ella subió sus piernas y volteo, enfrentándome con repentina seriedad.

—Clim... —me estremecí ante su tono—, somos amigos, ¿verdad?

—Uh...

—Y como amigos, nos contamos todo, ¿cierto? No dejamos que el otro sea el último en enterarse de nuestra relación amorosa, después que todos los demás en este palacio, ¿no?

Entre la molestia que se filtró en sus apresuradas palabras, solo una cosa logre resaltar.

¿"Relación amorosa"?

Aquello era tan, pero tan ridículo, que preguntar al respecto me hacia sentir idiota.

—¿A qué te refieres? —inquirí.

—¡Todo el palacio habla de tu romance con Lady Amace!

Sus palabras dieron vueltas por mi cabeza, en un eco constante y... desconcertante.

—¿Qué?

Su ceño fruncido fue desvaneciendo mientras me observaba detenidamente.

—¿No es verdad? —preguntó, ya calmada.

—¡Por supuesto que es falso! —exclamé—. ¿Por qué creerían algo así? Es una locura, ¡un completo malentendido!

—Ya veo —murmuró, relajándose sobre el sofá.

Una posición para nada propia de una dama.

—¿Te creíste semejante disparate...?

—No me puedes regañar por eso —gruñó—. Estas enamorado de ella, es totalmente válido esperar que actúes acorde a ello y comiencen una relación.

Mi rostro ardió con fuerza, mientras sentía los latidos de mi corazón por todo el cuerpo y saltaba fuera del sofá. Balbucee, buscando una excusa, buscando aquellas palabras que pudiesen superar la verdad sin ser mentiras.

Frustrado, di vueltas por la habitación durante largos segundos, hasta que Haz dijo;

—Creo que... es el mejor momento para que se lo confieses.

—Estás loca —negué—. Ni muerto.

—¡Oh, por todos los Dioses, no seas tonto! —gruñó—. ¡Te arrepentirás si no lo haces!

—Hazel, baja la voz —Le pedí, suspirando.

—Bueno, pero... —insistió—, recuerda lo que me dijiste.

Fuego en mis venas © (Radwulf #2) [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora