Capítulo XXX.

102 13 0
                                    

Corrí a su lado, ignorando la escarcha que se extendía desde su cuerpo, ignorando la repentina hostilidad de una buena parte de los soldados.

—¡Amace! —Le llamé, pero ella continuó retorciéndose y jadeando—. ¡Macy!

—¡No! —El pánico en su voz cortó a través de mi pecho—. ¡Ahh!

La sostuve contra mi, tratando de rebasar la barrera de su sueño. Algo le ocurría, y el hielo solo era parte de ello.

Queriendo detener un poco el caos, para centrarme en ella, encendí al segundo y tercer Monstruo, dejando que los demás se encargaran del resto.

—¡Clim!... ¡No!

—¡Macy, despierta por favor! —La sacudí un poco, pero sus ojos continuaron cerrados.

—Clim...

El débil gimoteo que escapo entre sus labios, retorció mi estómago. Ella me necesita... Fue entonces que force mi calor dentro de su cuerpo, observando su rostro en espera de que abriera sus preciosos ojos. Por favor.

—¡Anda, Amace! ¡Despierta! —Le urgí una vez más.

Sus parpados se agitaron abiertos, el brillo en lo profundo de sus claros ojos tintineando. La cálida luz de la hoguera a pocos pasos, iluminaba su blanca piel con tonos rojos y dorados, luchando por mantenerse contra la escarcha.

Pestañeó y dio una mirada a nuestro alrededor, estremeciéndose. El hielo intento luchar contra mi calor.

—¡Hey! ¡Concéntrate en mi, Macy! ¡Sólo en mi! —Le insté, jalando su atención a mi—. Respira. Concéntrate en mi y respira.

Podía ver el pánico en sus ojos, mientras inhalaba y exhalaba obedeciéndome.

—¡¿Lady Amace?! —Le llamó Cyna, pero Lexuss no le permitió a ninguna abandonar el carruaje.

—Amace —murmuré—, te tengo. Deja que el hielo vuelva a ti, ya no hay peligro.

Cerró los ojos y le sentí, retrayendo el frío, desvaneciendo poco a poco la escarcha que cubría nuestro alrededor y su cuerpo.

Durante largos minutos que bien pudieron ser una eternidad, la sostuve contra mi pecho, contra mi agitado corazón, ignorando el hecho de que una buena parte del medio centenar de soldados se hallaban alterados. No necesitaba mirarlos para saber que sus posturas defensivas no solo eran dirigidas a los Monstruos.

Cuando volvió a abrir sus claros ojos, le ayude a ponerse de pie. Pero se tambaleó, no cayendo gracias a que mantuve mis manos en su cintura y espalda. El pánico y la confusión reflejada en su rostro, me instaron a explicarle;

—Tres criaturas del Abismo surgieron de la nada. Tuvimos que movernos rápido, pero por alguna razón no despertaste, a pesar del alboroto y movimiento del suelo. —Se enderezo un poco, y posé las manos sobre sus hombros esperando no volviese a perder el equilibrio—. Y repentinamente comenzaste a gritar, mientras el hielo apareciera tratando de cubrir todo.

—Dioses —murmuró, tan bajo que casi no lo escuche.

Una mirada a cada idiota que osó dirigir su hostilidad a ella, y se centraron en otra cosa.

Ella apenas terminaba de digerir la situación, todavía inquieta, cuando sus Doncella lograron llegar a su lado, abrazándola con palabras tranquilizadoras. Aunque bien podía ver la frustración de Lyssa, me sorprendió que no intentase enfrentar a alguno de esos Monstruos.

Todavía podía verle blandiendo su espada contra los Monstruos, enfrentándose a Lexuss con una ferocidad comparable a la de mis Comandantes. Si tan solo el maestro no hubiera...

Fuego en mis venas © (Radwulf #2) [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora