Capítulo XXV.

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La melodía llego a su fin. Ella se aparto de mi pecho y le guié hacia donde se hallaban Hazel y Ambón, reunidos con Noemia, Garb y... Lexuss.

Entre mi molestia con el Rey, la culpa y el desasosiego que me provocaban los hermanos, apenas logré centrar mi mente en el problema mas apremiante; Tyrone.

—Alteza. —Saludaron Lexuss y Garb, inclinándose ligeramente ante Macy.

Imbéciles.

Sus blancas mejillas se encendieron, y pude sentir como se tensaba, gracias a que mantuve mi mano en su espalda.

—No comiencen —gruñí.

—Felicitaciones, Macy. —Le dijo Noemia.

Le di una mirada a Hazel, pidiendo silenciosamente que ideara algo para distraer a Macy y alejarle de Tyrone. Tras asentir levemente, dedicándome una sonrisa, se acerco a ella y sujeto uno de sus brazos, apartándola de mi.

—Esta tonada es hermosa, ¿por qué no bailan un poco? —dijo, acercando a Macy hasta Garb.

Sin esperar que saliera de su sorpresa, Garb enlazo su brazo con el de ella, y obedeció la sutil orden llevándola de vuelta a la pista de baile.

Espere a que estuvieran fuera del alcance de mi voz, y le gruñí al rey;

—¿Has perdido la cabeza?

—Clim... —gimoteo Hazel.

—Oh, no le justifiques.

—Baja ese tono —Me gruño Noemia.

—¿Podrían hacerme el favor de guardar la compostura hasta estar en privado? —dijo lentamente Ambón, con los ojos puestos en Macy y una sonrisa bien fingida.

La misma sonrisa que Hazel mantenía, apenas superponiéndose a la incomodidad que para mi era tan obvia.

Maldición... El deseo de sacudir al Rey seguía ahí.

—Entiendo que esto les parezca una buena forma de mantenerle a salvo, pero ella esta asustada. Ha sido demasiado precipitado —dije, dando una mirada en su dirección. Sus curiosos ojos paseaban sobre el grupo—. Al menos podrían hacer algo con Tyrone.

—No es como si pudiéramos negarle la entrada a Palacio —dijo Hazel.

Fruncí el ceño, dirigiendo una mirada al Rey, sabiendo que en realidad sí podrían hacerlo... que fuese una medida mal vista por la población, es otra cosa.

—Como sea —gruñí.

Soltando un suspiró, me enfoque en Lexuss. Su fachada apacible no hacia nada por disminuir mi molestia.

Cais dos horas después, se dio por terminada la celebración.

Los días posteriores, se sintieron tan sofocantes como aquel. Debido a los preparativos para la boda y el posterior viaje que debíamos realizar, no tenía tiempo para intentar hablar con Lexuss, ni mucho menos con Macy. Así mismo, y por más que desease decirle la verdad... ¿cómo hacerlo? Apenas le había dirigido palabra alguna.

No he sido más que un idiota brusco con ella.

Entonces, esa tarde, Jair corrió hacia donde me hallaba, sentado en una banca a pocos pasos del Salón Amarillo en que Amace acompañaba a Noemia, Mara y Lorret. Las encargadas de trenzar el lazo de unión para Hazel y Ambón.

—General —dijo, deteniéndose jadeante a mi lado.

—¿Qué ocurre? —pregunté.

—Hay-hay un problema con los campesinos al norte de la ciudad —comenzó, tomando aire mientras se enderezaba—. Alegan que no se están respetando las limitaciones, y que algunos ni siquiera tienen los permisos correspondientes para comenzar a cultivar...

—¿No estaba Kai a cargo de ello? —inquirí medio gruñendo.

—S-si —balbuceo—, precisamente... el Mayor Kai me envió a decirle...

—¡Que se encargue! ¡No tengo tiempo para hacer su trabajo! —gruñí, despidiéndolo con una sacudida de mano.

—Pe-pero Gen-general —balbuceo.

—¡¿Qué?!

Encogiéndose un poco, como suelen hacer la mayoría de los Tenientes y Cadetes ante mi enfado, tomo aire y me explico tan rápido y claro como le fue posible.

—El Mayor Kai se estaba haciendo cargo de la situación, señor. Pero entonces algunos campesinos se volvieron violentos, y el Mayor... el Mayor salió lastimado en la trifulca, por lo que ahora los soldados del área delimitan el área en conflicto esperando ordenes.

Fregué mi nuca maldiciendo mentalmente, mientras meditaba un momento sobre a quién enviar al lugar, puesto que no podía simplemente ir y solucionar el conflicto. No sin llevar a Macy conmigo, y eso... no era opción.

Los nobles se dividían entre los disconformes por su nombramiento como virreina, y aquellos que intentaban acercarsele con evidentes intenciones de conseguir algún beneficio. Exponerla a las miradas de la población... Dioses.

Agh. Que tensión...

—Entiendo, sin embargo, no puedo encargarme de esto. Alcanza a Lex... Lesson en mi despacho y dile que acuda de inmediato. —Le dije, controlando el tono de mi voz cuanto me fue posible.

—Si, General.

Le vi correr lejos, justo cuando Gale aparecía desde esa misma dirección, con su habitual sonrisa forzándome a olvidar el enfado.

—General, el sanador que su majestad llamó a Palacio acaba de llegar. —Me informó—. Y acaba de solicitar examinar a Lady Amace esta misma tarde.

Estupendo. Encima de todo, el sanador que Ambón había llamado a Palacio para que viera a Macy, Kant, acababa de llegar.

Solté un suspiró, cansado. Tanto de estar irritado con el mundo como luchar contra el absurdo deseo de apartar a Macy de todo.

—Bien. Gale, ¿puedes traerme un poco del correo sobre mi escritorio? —Le pregunté finalmente.

—Enseguida, General —asintió, y fue a por ello.

Durante la hora siguiente y un poco mas, intenté concentrarme en la monotonía de los informes, pasando de pequeños conflictos surgidos en un rincón de Radwulf, a medidas tomadas por tal y cual. Cosas habituales y... aburridas. Empero, mi atención fue atraída a las puertas del Salón Amarillo.

¿Qué...?

Hazel se hallaba ahí, e ingreso reuniéndose con las demás. Una reunión de "mujeres" que me causaba gran curiosidad. Fui entonces hacia el salón del trono, encontrando al Rey charlando con Lord Meir. Me acerque, y pronto les contaba algunos de esos sucesos que acababa de leer en las misivas; Agresiones, violaciones y asesinatos sin conexiones aparentes. Asuntos más que desagradables y, sin duda, preocupantes.

—Dis-disculpen.

Jair, otra vez, se presento de improviso y agitado.

—¿Qué sucede? —Le pregunto Ambón.

—Esto, vera... —titubeó, dándome una mirada extraña—, el-el maestro...

—¿Qué ocurre con Lesson? —insistí, ocultando a medias mi impaciencia.

—El maestro todavía no se dirige al norte de la ciudad. Ni siquiera sé donde fue después de que le transmitiera su orden —dijo de golpe.

Tras un segundo de procesar sus palabras, fui incapaz de evitar que la temperatura de la habitación aumentase.

¡Grandísimo idiota!





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Fuego en mis venas © (Radwulf #2) [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora