4: Curiosidad.

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Lo movimientos de su cuerpo sobre el suelo de la sala de danza son tan milimétricos y precisos que simplemente es obvio que sabe bailar, y que cada musculo suyo también. Ya había visto algunas clases de Eric de lejos y sin prestar mucha atención, mientras me cercioraba de que todos estuviesen haciendo sus actividades a la hora; sin embargo, no tiene comparación a tenerlo bailando en una sala donde solo estábamos él y yo. En el video, que grabé hace apenas un par de horas, el chico llevaba puesto una camiseta blanca sin mangas y un mono negro, prendas cómodas para bailar y que le sentaban de maravilla. En cada segundo del metraje el chico tiene la presencia de alguien que ya es famoso, es increíble.

—¿Quieres una servilleta? Para la baba, digo —bromea Lucas, sentándose a mi lado en el sillón del sótano. Lleva puesta su siempre confiable ropa negra que me hace preguntarme cómo se verá su armario.

—Qué chistoso, ¿me vas a decir que esto no es cautivante? —pregunto, mostrándole la pantalla del teléfono que aun reproduce al chico moviéndose al son de una canción que desconozco.

Lucas toma el teléfono, observa unos segundos con seriedad, luego se muerde el labio y acaba por ponerse una mano sobre la cara, apartando la pantalla.

—Basta, no puedo con tanta seducción... —suspira.

Tomo el teléfono entre risas y suspendo la pantalla, echándome en el sillón como si me desinflara.

—Te ves linda, ¿a dónde irán? —indaga, cruzando los brazos.

—Al museo, aunque antes comeremos algo —contesto—. Me suelo vestir así cuando salgo, de todos modos. No lo hice porque fuese a salir con él —aclaro.

—No dije lo contrario, eso te hace sonar sospechosa —me mira, con una sonrisa burlona.

A diferencia de Eric, a Lucas no le va eso de mostrar mucho la piel. Aparte de sus manos, su cuello y su cara, lo demás está debajo de capas oscuras de tela que se ven bastante cómodas. Su siempre fiel gorro negro termina de encerrarlo. Cuando lo usa así, cubriéndole hasta las orejas, se ve algo divertido.

Yo por mi parte llevo una blusa blanca de botones dentro de una falda larga beige, con unas sandalias blancas de plataforma. Mamá dice que me hace lucir más vieja, pero papá dice que luzco adorable.

Y Lucas piensa que me veo linda.

—Por la charla de la otra vez pensé que eso estarías cuestionando —alzo la ceja.

—Más bien me preocupa lo que él esté maquinando detrás de esas miradas y frases cliché, pero si dices que solo es un juego, entonces solo es un juego —se encoje de hombros.

El rey de roma entra a la sala con el cabello aún húmedo, vistiendo como lo haría el tipo rico de una serie romántica, si ser demasiado exagerado: camisa beige que le queda ligeramente holgada y pantalones blancos. De una forma escalofriante terminamos combinando, aunque el beige de mi falda sea más oscuro y el lleve zapatos negros. Yo vine así desde la mañana, él tuvo que traer ese conjunto, por lo que no hay espacio para la confabulación. El destino me hizo combinar con Eric.

—Te veías tan bonita hace rato que hasta olvide decirte que pareceríamos una pareja hoy —dice, acercándose a nosotros con una sonrisa victoriosa, antes de mirar a Lucas—. ¿Por qué me ves así, jefecito? ¿Algo que quieras comentar?

Volteo a ver a Lucas, quien tiene una expresión seria hacia el chico.

—Lo siento, me estaba imaginando una vida contigo —sonríe, de forma algo hipócrita diría yo—. Lexi me mostró tu video bailando y creo que debo ir a revisar que no me hayas embarazado con tu mirada, guapo —guiña el ojo, para entonces levantarse y caminar un par de pasos para estar frente a él.

Esas canciones que nunca te mostréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora