13: declaraciones y contradicciones

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Lucas.

Desde que soy pequeño he tenido una cosa bastante clara, y eso es que mi meta en la vida es tener momentos felices todas las veces que pueda. Un día llegué a la conclusión de que cada vez que siento felicidad, significa que estoy haciendo lo que más me gusta. Así suelo guiarme para hacer o no hacer algo, para tomar o no decisiones.

Cada vez que estoy con Lexi, o al menos la gran mayoría de las veces, me siento feliz.

Esa no es la razón de que esté enamorado de ella, pero cuando estás enamorado de alguien y, además, estar con esa persona te hace feliz, la mezcla de sentimientos es algo adictiva. Mi dosis diaria se fue a las nubes luego de ir al supermercado, así que me siento un poco eufórico.

Dejando eso de lado, la razón por la que vine a verla no fue para jugar a la casita, sino para poner las cartas sobre la mesa y, de una vez por todas, ser directos el uno con el otro.

Pero no puedo hacer eso con el estómago vacío, y ella cocina muy bien, así que aquí me ven, comiendo legumbres con trozos de carne y verduras. Una comida poco glamurosa pero nutritiva y deliciosa. Mi madre solía hacer un plato parecido para mí cuando iba de visita, aunque siempre le faltaba cocción.

No hablamos mucho durante la comida, más bien, ella se concentra en alimentar a su hermana y yo en disfrutar lo que me resta de la fantasía de tenerla solo para mí en un contexto hogareño. ¿Cuándo será la siguiente vez que pueda fingir demencia y disfrutar de imaginarme una vida juntos de manera tan realista? Quién sabe.

Si las cosas terminan bien, gracias a esas mismas fantasías me asusta terminar de rodillas ante ella demasiado pronto.

Sacudo la cabeza para seguir comiendo, y entre medio espiar a Lexi en su estado más peligroso: su estado maternal. No es su madre, eso es obvio, pero el cómo trate a su futuro bebé no debe ser muy diferente a eso.

—Aquí viene el avión... —está sentada frente a mí, con Evelyn en una silla de bebe a su lado. La cuchara pequeña llena de legumbres se mueve en el aire haciendo un recorrido de arriba a abajo, lo que capta la atención de la niña que debe disfrutar mucho del mismo juego, pues lo ha repetido unas diez veces.

Evelyn abre la boca y come del bocado con gusto, mientras que Lexi le sonríe y busca en el tazón otra porción. A penas y ha comido del suyo propio.

—Ya terminé, ¿quieres que termine de darle la comida yo? —pregunto.

—¿No quieres más?

—Sí, pero puedo comer después.

Toma un par de intentos más convencerla, porque Lexi siempre piensa que puede con todo sin ayuda. Acaba cediendo y cambiamos de puesto. Ahora soy yo quien hace el juego del avión con la cuchara para Evelyn, quien al principio parecía estar disgustada con el cambio de jugador, pero que más pronto que tarde siguió comiendo con normalidad.

Sí, definitivamente quiero ser padre.

Alguna vez creí que no querría serlo, pues cuando creces en una familia complicada no sueles desear pasar por lo mismo, pero desde la otra perspectiva. No diría que me tocó la peor familia del mundo mientras crecía, pero sentir que toda tu infancia fue ver una serie de televisión de alguien más donde solo eres el espectador es algo doloroso. Cuando no tienes voz ni voto es así, solo miras, callas y sigues.

Por eso cuando decidí hablar, las cosas no terminaron nada bien.

—Lo comiste todo, muy bien —le digo a la pequeña, mientras que limpio su cara con un paño.

—¿Tienes hermanos? —pregunta ella—. No tenías entonces.

—No, soy hijo único —niego con la cabeza—. Aunque en Carso tengo un par de primos pequeños. No los veo hace tiempo.

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⏰ Última actualización: Mar 19 ⏰

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