Alexandra.
El pasillo vacío del lugar donde pasé años llenos de diversión y tristeza es como una máquina del tiempo que me transporta a mí y a Lucas a cuando todavía éramos adolescentes. El sonido de nuestras pisadas y voces comentando sobre cómo no ha cambiado casi anda es todo lo que se oye, al menos en este el edificio B.
Cuando entramos, por el edificio A, donde además se encuentra la dirección y las salas de profesores donde se centra la mayoría del movimiento ahora que las vacaciones han comenzado, la secretaria nos reconoció al instante. Esa señora ha de ser tan vieja que ya no debería estar trabajando, pero su mente y vitalidad está intacta, por lo que ahí sigue como si no hubiesen pasado tantos años. Con ella programé la visita, y nos dijo que podíamos venir a grabar y caminar por las instalaciones mientras no se usara el nombre de la escuela ni se mostraran planos que diesen obviedad de que estábamos aquí.
Observo a Lucas, quien luce algo desanimado.
Por desgracia, la entrada a los salones de clase no está permitida, junto con la noticia de que el que alguna vez fue el nuestro ahora se convirtió en la sala de los clubes musicales luego de las remodelaciones. Por ello, nos dirigimos directamente hacia el patio de receso del lado del edificio B, el mismo que da hacia la cancha de deportes, el vivero al fondo del terreno de la escuela, el árbol donde todo comenzó y la banca donde todo terminó.
—De verdad quería devolver un poco el tiempo y recordar cómo era —hace un puchero.
—Bueno solo estuvimos un par de años en esa sala de todos modos, el patio es más especial —opino, a lo que parece coincidir.
—Sí, tienes razón —asiente.
Dejamos el pasillo medianamente oscuro detrás al cruzar la puerta doble de cristal encontrarnos de lleno con el patio, el cual está bastante más cambiado que el interior de la escuela. Las mesas del almuerzo y las bancas ubicadas en los dos senderos que dividen el patio —el de la izquierda yendo a la cancha y el de la derecha yendo a los lugares que eran más importantes para nosotros— siguen tal y como los recordamos, pero hay más vegetación, muchos arbustos nuevos, muchos árboles en crecimiento y macetas con flores dispersadas en toda la zona. Han vuelto de este lugar algo más parecido a un jardín, aunque luego de conocer la casa de la abuela de Kai, siento que nada tiene suficientes plantas.
—Qué bonito... —suspira Lucas.
—Elije el lugar que más te guste y terminemos de grabar, así podremos dar una vuelta más tranquilos.
—No me gusta grabar... ya no quiero... —baja la cabeza con desgano.
—Justo por eso deberíamos hacerlo rápido, anda, esto es trabajo —le doy golpecitos en el brazo.
Lucas no se decide entre la mesa de almuerzo que da en dirección a la cancha o la banca con un arbusto de hortensias a un lado, así que yo elijo por él y le hago ubicarse de espaldas al arbusto, que da un lindo fondo al video y además tapa cualquier parte de la escuela que indique que estamos aquí.
Las preguntas restantes: ''¿Qué te motiva?'' ''¿Quién eres ahora?'' y ''¿Quién quieres ser?, nos toman más tomas de lo esperado. Lucas no es bueno con la cámara; es decir, se ve bien en ella, pero le cuesta mucho mantenerse serio o cómodo cuando empieza. Se equivoca, se le olvida qué quería decir, o se ríe. Es tierno pero agotador, lo cierto es que me gustaría acabar con esto y solo ir a nuestro árbol a sentirnos de nuevo como cuando teníamos doce.
—Quiero ser... alguien que haga a otros sentir bien con su música. Eso quiero ser —luego de tres intentos, Lucas logró decir una frase entera sin dudar. Las anteriores eran parecidas, pero acababa queriendo cambiar una palabra o la forma en la que lo dijo. Esta fue perfecta.
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Esas canciones que nunca te mostré
Romance-No sé si podamos ser mejores amigos. -¿Por qué? -Muy trillado. Todo el mundo usa esa expresión. -¿Cuál usarías tú? -Almas gemelas, esa me gusta más Hace diez años, Lucas se fue de la vida de Lexi sin decirle adiós, y sin explicación alguna. Eran ad...