El quiebre

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El quiebre

Reponer y recoger 

(su corazón.)






Nadie le dijo a Kiyoomi que romper se sentía así.

Abandonado. Frustrado. Triste.

El primer día no lloró. Soportó sus lágrimas y trató de convencerse que era lo mejor. Fue como una prueba personal, cuánto puede aguantar el gran Sakusa Kiyoomi sin sentir. Su único enemigo era él, su mente y sus sentimientos. Ni si quiera podía ordenar sus pensamientos, ya no más. Su única constante era que lo mucho que lo extrañaba, o a él. Se valía extrañarse a sí mismo, nadie le dijo las reglas sobre sentir así que Kiyoomi se sentía en lo correcto.

El segundo día no corrió con la misma suerte. Ni al tercero, mucho menos al cuarto.

Jamás lloró así. Nada se comparó al dolor que sentía su corazón, ¿cómo podía ser posible ser humano y sentir tanto? ser polvo y sentir brazas, sentir todo y ser nada. No tenía ninguna respuesta para sus preguntas y mucho menos a quién hacerlas.

Sakusa Kiyoomi tardó tres semanas en entender realmente que la vida seguía.

Tardó en comprender que su ahora inexistente relación no afectaba al mundo como él creía, y que su distinción del tiempo estaba rota. Para él, hace unos días fue que abandonó a Atsumu. Porque si le preguntaban, esa era la historia que contaría. Estaba harto, harto de ser considerado, pisoteado y traicionado. Se pondría primero en la historia ficticia que elaboró para sus amigos, no es como si ellos se atrevieron a preguntarle, de todos modos.

Lo dejaron encerrarse dos semanas, estaba solo pero no abandonado.

Su habitación para ese punto debía estar asquerosa; Sin embargo, cada vez que despertaba, olía a detergentes y piso nuevo. Cada que se obligaba a arrastrarse a la mesa por un vaso de agua, estaba la comida del día, aunque no recordaba si había algo comestible en su nevera desde hace meses. La segunda semana, el sueño ya no era suficiente para desconectarlo del mundo, así que con cualquier ruido se sobresaltaba como si estuviera a punto de morir. Tantos años de convivencia le permitieron identificar rápidamente las pisadas de alguien como Bokuto, el hombre a su lado lo reconoció como Akaashi, los dos traían las bolsas del supermercado de a unas cuadras al que Kiyoomi iba porque en su mayoría, vendían productos sólo naturales. La puerta de su cuarto estaba entreabierta, pudo observar como Akaashi acomodaba toda la despensa y lavaba los platos mientras que Bokuto barría y trapeaba la sala. Estaba tan cansado, su cuerpo no respondía y su voz, Kiyoomi olvidaba que vivía, literalmente, de su voz. ¿Quién era sin ella? Con su voz, podía soñar con tenerlo todo. Sin ella, no era nadie. Su garganta ardía, hacía horas que consumió apenas unas gotas de agua que encontró en un vaso cerca de su cama, además de no haberla usado durante días. No hablaba con nadie, no tenía ganas de explicar y eso mismo lo estaba volviendo loco. Sus lágrimas ya no caían, sus ojos dolían cada vez que parpadeaba y su cabeza palpitaba, prefería cerrar los ojos que sentir que la pequeña luz del mueble a lado de su cama lo lastimaran.

El aire se sintió más fresco cuando Bokuto terminó de abrir la puerta y se estremeció con el frío. Podía sentirlo desplazarse alrededor del cuarto, recogiendo vasos vacíos y dejando más con agua. Alrededor de diez minutos después de que Bokuto creyera que estaba en un profundo sueño y terminara de arreglar sus cosas, lo arropó y se acercó lo suficiente a su rostro como para que Kiyoomi considerara abrir sus ojos. Sabía que encontraría, sus ojos de búho escaneándolo, era demasiado familiar, demasiado a su yo de antes. 

Still Into You; sakuatsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora