XI

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1 semana después

—Yo quiero ir al lado de la ventana.—

—Espera, ¿vas a venir en mi asiento?— preguntó, considerando que yo tenía mi propio asiento.

—¿Puedo?— le sonreí y él sólo dió una leve risita y me dejó un espacio para que pudiese pasar a el lado derecho del espacioso asiento.

Ya habían pasado dos semanas y era hora de que volviesemos a Los Ángeles. Ambos partidos que jugó Michael durante nuestra estadía en Alemania fueron exitosos, tal y cómo se esperaba, así que podíamos irnos satisfechos del lugar.

Durante los últimos días, Michael se encargó de llevarme a conocer algunos lugares que podrían gustarme de Berlín, aunque me costó manetenerme tranquila mientras paseábamos, sentía que la gente me observaba y algunos incluso me tomaban fotografías, haciéndome sentir invadida. A veces me gustaría dejar de ser Lissette Turner y convertirme en Lis, teniendo mi vida tranquila, viviendo en mi gran casa junto a Michael sin que nadie se meta en lo que hacemos o no.

Estar con él no era tan malo después de todo, sólo tenía una mala visión por nuestras experiencias anteriores, pero cambié de opinión en ese sentido. No había nadie que pudiera entenderme como él lo hacía, pasabamos buenos momentos juntos, y me di cuenta cuando pasabamos horas y horas a solas en esa gran habitación del hotel hablando sobre nosotros y todo lo que vivimos en esos meses donde nos separamos. Michael era mucho más sincero que antes, aunque su personalidad fuerte jamás dejaba de estar ahí. Mientras estabamos juntos, parecía ser otra persona, pero no me importaba el por qué hacía eso, sólo me conformaba con que siguiera comportándose de esa manera conmigo.

Nos esperaban doce horas de vuelo, así que probablemente lleguemos cerca de las nueve de la mañana a Los Ángeles, por lo tanto tenía tiempo suficiente para dormir y recargar las energías que necesitaba, ya que por lo que había hablado con Anri hace unos días, tenía que volver a tener otra de esas tediosas reuniones con los viejos de la productora. Recargué mi cabeza contra el respaldo del asiento y cerré mis ojos unos instantes, para entreabrirlos un poco confundida, miré hacia abajo y pude notar que el movimiento cercano a la palma de mi mano se trataba de Michael, a lo que con esa misma mano, tomé la suya y le sonreí, sintiendo el calor que esta emanaba. —¿Quieres algo para tomar?— me preguntó, apretando mi mano un poco más y viéndome con esos ojos azules, ahora más brillantes que nunca.

Negué con la cabeza y solté su mano, para rodear con mis brazos su torso y acomodar mi cabeza en el hueco de su cuello. —¿Vas a poder ir a mi fiesta de cumpleaños?— murmuré, recordando cómo hace unos días le había contado sobre la gran fiesta de cumpleaños que iba a celebrar en unas semanas.

—¿Estoy invitado? Pensé que sólo me lo comentabas...— soltó, girándose en mi dirección. Asentí, pensando que era algo obvio el hecho de que sí estaba invitado y que por eso se lo había dicho. —Bueno, si es así entonces sí, tendré que hacerme un espacio para ese día.—

—Pero si tienes planes para ese día entonces no es necesario.— murmuré, mientras comenzaba a dejar pequeños y suaves besos sobre su cuello. 

Él soltó una risita y con su mano izquierda sostuvo mi mentón, sacándome de mi escondite y mirándome a los ojos. —No seas dramática, da igual si debo hacer algo ese día, de todas formas voy a estar ahí.— contestó simple y me besó.

El sonrojo en mi rostro se hizo evidente. No tenía idea de por qué cuando era yo la que empezaba las cosas no reaccionaba de esa manera, pero si él hacía alguna acción para seguirme el juego me avergonzaba, y claro, si se daba cuenta comenzaría a molestarme. —¿Quieres que veamos una película? Así matamos algunas horas de viaje— habló como si nada, inmediatamente luego de mirarme con una sonrisita burlesca.

Getaway Car | Michael KaiserDonde viven las historias. Descúbrelo ahora